Un desfile que marcó al pueblo de Cabaiguán

Escambray reproduce este trabajo publicado en el 2007, a propósito de una celebración que hizo historia en este municipio espirituano. La fábrica de tabacos Bauzá, de Cabaiguán, fue el punto escogido para la partida. Un propósito en la mente y el corazón de varios trabajadores aquel Primero de Mayo de

Mario García rememora pasajes de aquel inolvidable día.Escambray reproduce este trabajo publicado en el 2007, a propósito de una celebración que hizo historia en este municipio espirituano.

La fábrica de tabacos Bauzá, de Cabaiguán, fue el punto escogido para la partida. Un propósito en la mente y el corazón de varios trabajadores aquel Primero de Mayo de 1957 los motiva a desfilar: Recorrer las calles y depositar una ofrenda a Martí en el parque principal.

Como cada año, se pide autorización al Ministerio de Gobernación en La Habana, mas esta nunca llegó. Las condiciones estaban creadas y en los barrios se gestaba la organización de la marcha.

Amanece y una lluvia fría se impone a la vista de todos, los cabaiguanenses imbuidos en los preparativos salen bien temprano al encuentro.

Dados los inconvenientes, algún líder duda en realizar el desfile y con anterioridad lo hace saber a los cuerpos armados (policía y guardia rural) que a pesar de ello toman previsiones y traen fuerzas de otras partes.

Mario García, dirigente sindical de la Bauzá, recuerda que todo el mundo estaba allí, en espera de la partida: “Los dirigentes valoraban no desfilar por la situación creada; en eso meto la cuchareta y digo: ¿cómo no vamos a desfilar si los compañeros están aquí y hasta trajeron la bandera?”.

DESAFÍO

En la imprenta El Sol se hicieron las proclamas por el Día Internacional del Trabajo.Había cierta confiabilidad por parte de los represores y el grupo de obreros, que confluía de varios lugares y ya avanzaba por el centro de la calle Valle crecía en la misma medida que torcedores, despalilladores, escogedores, choferes, los del calzado y muchas personas dispersas por los alrededores se unían.

“Cuando habíamos recorrido unos 400 metros nos interceptan las fuerzas del gobierno y a los que íbamos al frente nos llaman atrevidos -acota Mario-. ‘Hasta aquí, esto se acabó’, nos dice el jefe de la policía. Yo aprovecho la oportunidad con aquel ‘se acabó’ y le digo: Hasta aquí llegamos, pero hay que decirle algo a los trabajadores”.

El teniente, viendo la posibilidad de que aquello terminara pacíficamente, lo deja hasta encaramarse en la defensa del jeep (un pisicorre) en el que venían y frente a todos el líder sindical expresa: “Compañeros hasta aquí, nosotros hasta aquí”, repite varias veces la frase y mira para el teniente mientras pregunta: “¿Verdad, teniente?”, a lo que este responde que sí, entonces agrega: “Nosotros, los organizadores, hasta aquí, pero para ustedes (la multitud) la consigna es llegar hasta donde cayó Alfredo López Brito y luego hasta el parque Martí”.

Desafiantes, los seguidores de esta marcha continúan adelante, una multitud salida de los barrios Nuevo, Clemente y Paraíso, y del bar El Gallito e, incluso, muchos que estaban en la botica de la esquina de la calle Valle desandan la espaciosa avenida. Entre ellos algunos camaradas como Carlos Cruz, Emilio González, César Hernández, Miguel Martín, Humberto Rodríguez, Joaquín Bernal, Francisco Molina, Carlos Pérez y Rogelio Rojas.

Como era de esperar los cuatro señalados por el propio Mario fueron detenidos; luego se sumó Juan González, que fue arrestado en su casa, y se los llevaron para Santa Clara hasta el momento del juicio.

¿Y Cárdenas?… “Estaba con nosotros -dice Mario-, le dieron leña, ese siempre cogió leña, estaba metido en todo; además, tenía problemas en una pierna”.

Miguel Cárdenas era por esa fecha un joven de 23 años, aprendiz de tabaquero en los llamados chinchales. “Mario era un dolor -expresa Cárdenas-, fue el primero que cayó preso, con Miguel Reyes, Clemente González, David Concepción…”.

La memoria hace trampas, muchos compañeros pueden quedar en el olvido, pero Cárdenas recuerda también a Juan Santander, que iba en la marcha con un periódico en la cabeza porque lloviznaba y él estaba enfermo de los pulmones.

INCONVENIENTES

La manifestación continuó y pronto aparecieron guardias de todas partes que habían sido traídos por previsión desde Placetas, Sancti Spíritus y hasta de Camagüey; esos refuerzos fueron solicitados porque a pesar de la prohibición las autoridades esperaban que la concentración sucediera de cualquier manera.

Así lo auguraba un llamado hecho a los tabaqueros, escogedores, despalilladores, empleados del Comercio, de otras ramas y al pueblo en general, emitido con orientaciones precisas para esta jornada de homenaje.

En el documento se abogaba por regulación de la industria tabacalera sin mecanizar el torcido para consumo nacional, por la reconquista de las escogidas clasificadas con tarifas decorosas, la reapertura de despalillos, por el cumplimiento de tarifas justas y la derogación del pago de estacionamiento para los choferes de alquiler.

También reclamaba un aumento del 20 por ciento de los salarios, se pronunciaba contra la destitución de dirigentes sindicales y pedía una amnistía política y social, así como la vigencia de los derechos constitucionales; exigencias que ese día salían de las voces de los asistentes con más fuerza que nunca.

La comitiva llegó hasta el lugar donde asesinaron al luchador obrero Alfredo López Brito, en 1951. Justo cuando René Dorta, un dirigente local, concluía su intervención, la multitud fue agredida por fuerzas del gobierno, que machete y bastón en mano arremetió contra ellos de forma brutal.

“Yo iba con la bandera cubana, era pequeña, y un cartel que decía: ¡Abajo Mujal!, ¡Abajo Batista!,¡Viva el 1ro. de Mayo! -recuerda Cárdenas-, me dieron unos planazos por la espalda y la cabeza, me caí y los compañeros me recogieron”.

El 11 de mayo fue el juicio de los detenidos, en Santa Clara, días antes el ejército pintó cruces en la puerta de las viviendas de siete de los implicados en la organización de la conmemoración. Los prisioneros fueron condenados a pagar 40 pesos de multa, pero Miguel Reyes, que en ese momento no era el secretario general de los tabacaleros pero sí el líder natural, dijo que nadie daría un centavo y se fueron casa por casa con unas alcancías hasta que kilo a kilo recaudaron los 200 pesos para los cinco enjuiciados.

A plan de machete acabó el desfile, aquel 1ro de Mayo de 1957, en el que participaron más de un millar de trabajadores residentes en la localidad. Faltaban pocos meses para que comenzaran a materializarse los reclamos de los más humildes.

A pesar de la negativa de permiso por parte del Ministerio de Gobernación de La Habana, en Cabaiguán fue el único lugar de Cuba donde se desfiló ese año.

Nota: Agradecemos al Museo de Cabaiguán su colaboración para la realización de este trabajo.

Xiomara Alsina

Texto de Xiomara Alsina
Reportera de Escambray por más de dos décadas. Especializada en temas socioeconómicos.

Comentario

  1. Memorables acciones llevadas acabo por los CAMAJUANENSES en otrora digna de orgullo y respeto de todos los cubanos de hoy para todos los participantes de ese primero de mayo del ayer y gracias a ESCAMBRAY por darnos la oportunidad de conocer esta brava y noble actitud muy altruista y solidaria de estos valeroso hombres de la fabrica de tabacos veo que el enemigo de los trabajadores ayer los batistianos representantes del imperialismo norteamericano sigue siendo los enemigos del trabajador de hoy el imperialismo yanki el mismo perro con el mismo bozal para que no quede duda que tan sirverguenza y descarado es el imperialismo carentes de afectos y valores solidarios y en toda via veo incautos pensando que el perro el imperialismo no muerde no mata y es bueno estos asesinos no son buenos ni al dormir gracias al triunfo de la REVOLUCION nos quitamos esa enfermedad incurable el imperialismo y capitalismo que tanto dano causo a los cubanos y cubanas. Lazaro

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