Escuela al pie del lomerío fomentense (+fotos)

La historia que la rodea, la experiencia con aulas multígrado y la Enseñanza Especial distinguen la escuela Silverio Blanco, de Manaca Ranzola. Sentada sobre el basto que cubre el lomo de su caballo y con la rienda entre las manos, Kirenia Herrera aprieta el paso mientras transita los más de

Las casi cuatro décadas como maestro llenan de satisfacción y compromiso a Miguel.La historia que la rodea, la experiencia con aulas multígrado y la Enseñanza Especial distinguen la escuela Silverio Blanco, de Manaca Ranzola.

Sentada sobre el basto que cubre el lomo de su caballo y con la rienda entre las manos, Kirenia Herrera aprieta el paso mientras transita los más de 5 kilómetros que separan su casa campesina de la escuela Silverio Blanco, donde Esmaidy Betancourt Herrera, su hija de seis años, cursa el primer grado.

A las zancas del animal viene la pequeña, que se aferra a la cintura de la madre para no caer de imprevisto. La mañana se presenta fría, húmeda y con poco sol, pero desde el mismo corazón del lomerío, en un sitio conocido como la Rocosera de Guaranal, salen madre e hija rumbo al plantel estudiantil situado en la comunidad de Manaca Ranzola.

Allí la esperan el pupitre, los compañeros de aula, la lección del día y un entorno poco común, compuesto por obeliscos, monumentos, abundante vegetación, un caserío y hasta los árboles gigantes, que en su momento fueron testigos de la presencia del Che en la zona, el mismo hombre que, tras el triunfo de la Revolución, mandó a construir una escuela nueva, con la casa del maestro aledaña, para que los niños no tuvieran que ir tan lejos a aprender.

Más de 5 kilómetros recorren madre e hija diariamente para llegar a la escuela.LA VALÍA DE UN EDUCADOR

Miguel de la Rosa Pérez, el maestro y alma de ese centro, quien comparte la pedagogía y la vida con Miriam Roque, habla con esmero de su profesión, de los 38 años que lleva frente a un aula, del regocijo de tener discípulos médicos, ingenieros, profesores, investigadores policiales y estomatólogos.

“A esta escuela llegué hace 33 años; parecen pocos, pero cuando miro a mis alumnos convertidos en padres de familias y en trabajadores de distintos frentes, pienso en el valor de la enseñanza para hacer de cada hombre o mujer, seres dignos de esta sociedad. Hoy la recompensa es mayor, porque terminé mi maestría en Ciencias de la Educación, entonces me remonto a mis años de estudiante, en Topes de Collantes, donde se formaron cientos de jóvenes de mi generación”, dice Miguel.

En el campo la vida es sana y los niños se forman con valores muy sólidos: la historia que los rodea, las tradiciones, la idiosincrasia de cada lugar y el respeto. No es mera casualidad llegar a Manaca Ranzola y encontrar a un anciano que conoció al Guerrillero Heroico; y ese mismo lugareño es hoy el bisabuelo de un estudiante, y esa riqueza testimonial, que se trasmite de generación en generación, le imprime un sello distintivo a la gente, a la comunidad, al colegio.

Las aulas multígrado se perfeccionan en la serranía fomentense.El RETO DE LA ENSEÑANZA ESPECIAL

Con la mano levantada Yunieski González Viera, alumno de quinto grado, trata de ser el primero en responder la pregunta del maestro, a veces no logra acertar, pero lo intenta de manera tan natural que no parece tener problemas a la hora de aprender.

“Llevamos varios cursos impartiendo la enseñanza especial –dice Miguel de la Rosa-  con la cual demostramos que los estudiantes con dificultades en el aprendizaje o cierto grado de retraso mental, sí pueden aprender en condiciones normales junto al resto de los alumnos. Para ello nos capacitamos bien, siguiendo las indicaciones que en cada caso nos imparte el Centro de Diagnóstico y Orientación (CDO). Al principio fue difícil, pero logramos que esos niños siguieran en sus casas, junto a la familia; de lo contrario, debían ser remitidos a otras escuelas, en la cabecera municipal o en la provincia”.

Hoy son varios los que, como Yasnel o Yunieski, vencen los objetivos en los grados que cursan, bajo la mirada y el empeño de Miguel y Miriam. Mas, otra novedad parece tener espacio en este centro estudiantil de la serranía: las aulas multígrado, que juntan a estudiantes de primero, segundo y tercer grados o los de cuarto, quinto y sexto en un mismo local.

“Las clases son iguales, pero diferentes —aclara Miriam—, porque cuando corresponde la lectura tratamos un mismo tema, aunque con ejercicios definidos para cada nivel de enseñanza, es algo bien complicado, pero los niños, al final, salen mejor preparados, pues los menores van escuchando las lecciones que el próximo curso deberán recibir y cuando llega el momento ya están familiarizados con el tema”.

Xiomara Alsina

Texto de Xiomara Alsina
Reportera de Escambray por más de dos décadas. Especializada en temas socioeconómicos.

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