Domingo Luis Díaz: Santa Lucía me hizo mejor maestro (+fotos)

Con 53 años de experiencia impartiendo clases, el cabaiguanense Domingo Luis Díaz González confiesa que el profesor no deja de ser estudiante. Habla con cadencia y dicción del locutor de telenovelas. Mas, las pupilas cuentan lo que calla en su historia de 53 cursos. “La Campaña de Alfabetización me volvió maestro

Este curso Domingo labora en el plantel Julio Piñeiro, de la CPA Aramís Pérez, de Cabaiguán.Con 53 años de experiencia impartiendo clases, el cabaiguanense Domingo Luis Díaz González confiesa que el profesor no deja de ser estudiante.

Habla con cadencia y dicción del locutor de telenovelas. Mas, las pupilas cuentan lo que calla en su historia de 53 cursos. “La Campaña de Alfabetización me volvió maestro y Santa Lucía me hizo mejor maestro”, confiesa Domingo Luis Díaz González.

Su mano se estrenó como docente en 1961, cuando sirvió de timón a dedos torpes: “Lelo, con 72 años trabajaba en una vaquería y llevaba su libreta en el bolsillo de atrás. Era impulsivo y seco porque no tuvo una vida fácil; pero la Campaña lo fue domando y haciendo dulce, llegó a ser un incansable lector.

“A cada rato busco la cartilla y el manual que tengo. Enseñaba las vocales mediante la palabra OEA e incluía el significado político. De día trabajaba con amas de casa, mujeres paridas y personas con escasa visión. De noche con los obreros. Escribían agradecidos a Fidel, pues la lecto-escritura era un mundo desconocido para ellos”.

La montaña que fungiera como Comandancia del Che en Manaca Ranzola devino una escuela “que pude inaugurar, la arquitectura de mampostería rompía el formato del bosque, era un palacio”.

Los seis grados primarios acogieron al pedagogo bajo maderos del Escambray. Luego, bajaría sus clases a la llanura, para de vez en cuando, pendiente arriba, evocar con sus educandos aquellos años.

Inspector y metodólogo municipal, profesor en las escuelas 26 de Julio, de Santa Lucía; Dionisio Rodríguez, de El Recado; José Antonio Echeverría, en Tres Atejes; Abel Santamaría, de la CPA Juan González y en el otrora Instituto Pedagógico figuran entre los roles asumidos. Este curso labora en el plantel Julio Piñeiro, de la CPA Aramís Pérez. “He vuelto al aula multígrado, pero no me ha sido difícil. No esperaba que los niños aceptaran a un viejo como maestro, imaginé respeto, pero no que fueran pegajosos, que me abrazaran y besaran todos los días. Me miran como el abuelo y eso me alimenta.

Domingo Luis Díaz ha expuesto sus experiencias pedagógicas en eventos internacionales. “Me encanta trabajar con el niño de campo. Suele ser sensible y humano. Hay cuestiones que no domina, pero ya es raro que no tenga televisor, un DVD, y eso lo prepara de cierta forma. Lo más complejo está en su vocabulario. Aunque a veces te enseñan. Les oía decir buniato y pensaba que era erróneo, pero lo vi escrito en una hoja de Martí. El diccionario registra boniato, buniato y moniato”.

Lo martiano es pasión para Luis: “Me duele que desvirtúen la obra martiana. Mis estudiantes están tristes al ver que Meñique se queda pequeño en La Edad de Oro, porque el personaje crece en la versión televisiva, cuando el valor humano no se mide por la estatura.

“Mi maestro me puso en contacto con Martí, lo presentaba como el poeta romántico, pero esos versos te hacen patriota. No se fijó en ese detalle. Era un bayamés, cívico-militar. Cuando tocaba la campana había que formar y hacer giros de derecha-derecha, izquierda-izquierda. Para él la provincia de Oriente siempre le ganaba a Las Villas.

“La Secundaria Básica, antes Enseñanza Primaria Superior, era un desastre, a la cual todos no tenían acceso. Había que ir a estudiar a Cabaiguán. Se burlaban del guajirito porque yo era el único de Santa Lucía. Iba fiado o sin un medio, no podía tomarme ni una Coca Cola.

“Por eso, me interesa que mis alumnos aprendan, pero que sean patriotas, también respetuosos y correctos. El pedagogo tiene que ser cuidadoso con la expresión, es modelo de formas y maneras que educan o maleducan. Singularmente, el maestro rural debe conocer y querer el campo, sentir amor por el campesino, proyectar su labor hacia el trabajo con la tierra y el cuidado de la naturaleza”, cuenta mientras los gorriones compiten con el timbre y el bullicio escolar.

“El profesor no deja de ser estudiante. Con 59 años empecé la maestría, aunque mi mamá no pudo verme máster. José de la Luz y Caballero decía que la clase es sacerdocio y es cierto, es una profesión devota”.

Domingo: El maestro rural debe conocer y querer el campo, sentir amor por el campesino.El sinsabor impacta: “En los inicios de la Revolución, los padres no dejaban a sus hijos hacerse pioneros. Pero en Santa Lucía, un niño anhelaba anudarse la pañoleta. Lo perdimos antes de ese acto y se la colocamos dentro de la cajita: lo más triste de mi vida de maestro.

“Hace 30 años, un directivo de aquel momento me felicita delante de mis compañeros por ser el único maestro de sexto grado que había dejado alumnos sin promover, ¿sabe lo que significa?, preguntó. Lo sabía: no regalar un certificado.

“Hay cosas que defraudan durante el día, pero el rostro de un niño lo borra. He perdido el nombre por el de maestro. Llegué al hospital y cuando vine a ver tenía a mi lado desde médicos hasta técnicos. Solamente el maestro recibe ese regalo por el sacrificio de su vida”.

Condiciones Honrar, honra y Por la utilidad de la virtud, Vanguardia Nacional, Premio del Ministro, Educador inolvidable del siglo XX, Medalla José de la Luz y Caballero y Distinción por la Educación Cubana, emergen como reconocimientos a nivel de país dentro de un cebado currículo que no cree en infortunio geográfico.

Asimismo, sobresalen premios y publicaciones de su faena investigativa, que estudia desde la educación rural hasta la influencia del museo, el teatro y la plástica en los programas curriculares.

Y es que su empirismo artístico lo ha plasmado en composiciones interpretadas por Arturo Alonso y en pinturas murales. Se ha llegado junto a niños de Santa Lucía hasta el teatro Tomás Terry, de Cienfuegos, con obras teatrales, de circo y danza, aunque no es de pasillo suelto. “Si hubiera tenido más opciones, me hubiera equivocado. La pedagogía me he dado a conocer en Cuba, no hay que ser artista para eso”.

—Maestro, usted es músico, poeta y loco —dice su alumna Betsy.

—De todo un poco. Y peleo también —añade Luis.

—Cuando nos portamos mal, pero nos enseña truquitos buenos para la ortografía. La hierba crece para arriba, por tanto, es con hache y be. La zorra tiene cola larga, igual que la zeta…

…Maestro, en tus manos hay estrellas encendidas/ Maestro, llevas savia de la Lengua y el saber/ Maestro, tu palabra cicatriza las heridas/ del camino por donde fluye la vida/ Maestro, eres tú quien lo hace florecer (Canción al maestro, Domingo Luis Díaz González).

Tamara Rendón Portelles

Texto de Tamara Rendón Portelles

2 comentarios

  1. Eugenio González

    Conozco a Luis, visito la CPA Juan Gonzñalez donde recide , una persona sencilla, humana y un gran maestro, felicidades a Escambray por publicar este trabajo sobre este hombre que han dedicado su vida a una profesión tan importante y casi siempre anónima como la de maestro y especialmente si es en el campo.

    Felicidades Luis.

    • Tamara Rendón Portelles

      Amigo lector, gracias por su felicitación para Escambray. Es un deber reflejar la cotidianidad de nuestra gente, de nuestros maestros y sobre todo en zonas rurales. Nos unimos a su reconocimiento para Luis y lo hacemos extensivo a todo el magisterio espirituano y cubano.

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