El uniforme escolar no da la talla

El uniforme escolar, que no constituye lujo, sino necesidad, se convierte en un tema particularmente sensible. La madre de Claudia anda de tienda en tienda buscando una saya talla 4 porque la niña, matrícula de primer grado, es bien menuda y le vendieron una falda 10 que le baila en

La existencia de una  cobertura para escoger o cambiar podría contribuir a la solución del problema.El uniforme escolar, que no constituye lujo, sino necesidad, se convierte en un tema particularmente sensible.

La madre de Claudia anda de tienda en tienda buscando una saya talla 4 porque la niña, matrícula de primer grado, es bien menuda y le vendieron una falda 10 que le baila en el cuerpo: “Si no la encuentro tendremos que pagar una costurera para que la haga nueva, pero eso es más complicado, no queda igual. Todos los años es la misma tragedia”.

Cuando arranque el curso en septiembre no existen opciones: todos los estudiantes deben vestirlo para entrar por las puertas del saber.

Escambray se acerca nuevamente al asunto y comienza por recorrer varias de las tiendas donde se expendieron estas piezas imprescindibles, normadas y subsidiadas por el Estado que compra el tejido en el mercado internacional y apenas cobra un precio simbólico por su confección.

En algunos establecimientos como el mercado La Naviense y la tienda El Cañonazo, de la cabecera provincial, coinciden en que las tallas se convirtieron en el gran problema, pues no disponían en cantidad suficiente de las de mayor demanda y muchos clientes quedaron insatisfechos.

“Creo que este año he cambiado más uniformes que los que he vendido porque las tallas no vinieron acorde a las necesidades, hubo personas que llegaron desde la madrugada porque necesitaban camisas grandes y había pocas”, asegura la dependienta Margarita Rodríguez mientras que su colega Idania Gómez, del establecimiento  comisionista, considera que en esta ocasión lo de las medidas ha resultado catastrófico.

Con sus matices, la película del uniforme escolar se repite de curso en curso, pero ahora todo parecía diferente: los tiques se repartieron en las escuelas con varios meses de antelación y se informó oficialmente que los expendios durarían hasta el cierre de diciembre.

Algunos padres ingenuos respiraron aliviados pensando que esquivarían las colas. Todo lo contrario. El anticipo respondió a la intención de comenzar las ventas más temprano, pero resultó imposible porque las piezas no se entregaron hasta mayo y después decidieron esperar por la conclusión de los festejos por el medio milenio de Sancti Spíritus.

Muchas familias perdieron la boleta, un imprevisto que Educación ha resuelto puntualmente. Como de costumbre, se establecieron determinados días para la comercialización, lo cual no evitó ciertas aglomeraciones e insatisfacciones. Sin embargo, algunas tiendas como La Principal y el Paraíso Infantil aseguran haber llevado adelante el proceso con muy pocas inconformidades.

Todos los uniformes escolares de la provincia se fabrican en los cinco talleres espirituanos de la Empresa de Confecciones Cumbre, a partir de una curvatura de talla que en esta ocasión presentó Comercio, pero que en otros cursos ha entregado Educación con similares desatinos porque resulta harto difícil confeccionarla con más de un año de antelación, en una etapa en que los niños y jóvenes se encuentran en proceso de desarrollo y ni los propios padres a veces saben a ciencia cierta las medidas de sus hijos.

Para el presente curso se elaboraron más uniformes que lo habitual, pues todos los grados de Primaria lo recibieron; sin embargo, ese beneficio redujo las opciones de tallas porque hasta el período anterior se asignaba un 30 por ciento de piezas para reponer cuando se presentaban roturas u otros inconvenientes en los grupos de edades no incluidos en las ventas, cifra que daba un margen para el cambio y con la cual ahora no se puede contar.

En las actuales circunstancias, cuando se entregó la cantidad exacta de uniformes contra la matrícula, ni el mago Mandrake podría atinar el ciento por ciento de coincidencia entre las tallas que se fabrican y se demandan, en particular en la Enseñanza Primaria, donde se concentra la mayor matrícula del territorio e incluye seis años de crecimiento, con cambios evolutivos abismales.

En el caso del preuniversitario y la Enseñanza Técnica y Profesional, aunque habitualmente presentan menos inconvenientes, las dudas se mantienen porque los uniformes se confeccionaron desde hace un buen tiempo y el otorgamiento de las plazas transcurre justo ahora.

Algunas obviedades no deben pasar por alto: las medidas no se repiten con exactitud de un curso a otro, ni entre alumnos de una misma edad; sino que existe una lógica oscilación, pues los humanos, al menos todavía, no llegan clonados al mundo.

Además, aunque los fabricantes aseguran que el rango de diferencia en el tamaño de una misma talla no puede sobrepasar un centímetro, como sucede en el resto de las confecciones y el calzado, las dimensiones también varían de un año a otro y al final escoger el uniforme adecuado se convierte en un signo de interrogación.

Tanto Educación como Comercio coinciden en que la angustia de las tallas podría resolverse en buena lid con la producción y distribución de un número mayor de uniformes que los demandados, con el objetivo de que exista una cobertura para escoger o cambiar.

Sobradamente se conocen las limitaciones del país con el financiamiento para acceder al mercado internacional, pero el sobregasto solo ocurriría en un curso porque las piezas que sobren se incluirían en los inventarios para el próximo año, en una especie de ciclo que beneficiaría la comercialización.

Como semejantes decisiones no corresponden al territorio y para no quedarse de brazos cruzadas, en la venidera etapa Comercio entregará la demanda con el criterio y el apoyo de Educación, que más de cerca conoce a los estudiantes, para intentar entre ambos —como asegura el refrán— que cuadre la lista con el billete.

Por ahora, pretenden concentrar los uniformes que quedan en una sola unidad en aras de facilitar en lo posible los cambios. Sin embargo, algunas solicitudes quedarán insolubles y, como cada niño sueña con vestir el nuevo uniforme en septiembre, a los padres no les quedará otra opción que echar mano a ese pegajoso estribillo de los Van Van: que cosa la costurera.

Mary Luz Borrego

Texto de Mary Luz Borrego
Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.

2 comentarios

  1. Aristoteles Manani

    y por cierto, poner a Educacion a recolectar tallas es simplemente ridiculo. El mejor censo de tallas por provincia, municipio, barrio esta en las tiendas de divisa. Averiguen los porcentajes de tallas que se venden para nin~os, jovenes en las tiendas en divisa por los ultimos 5 an~os y ya se sabe el porcentaje de tallas a fabricar.

    Es casi seguro que NADIE va a comprarse en $$$$ una talla que no le sirve.

  2. Aristoteles Manani

    Y a quien se le ocurre fabricar la cantidad exactas de uniformes? Claro, como dice el articulo, ni el mago Mandrake.

    Ahora eso si, la industria cubana tiene la capacidad de fabricar lo que nadie necesita. En un tiempo estaban las peleterias llenas de zapatos numero 13 y 14 cuando el taman~o promedio de la poblacion era entre el 7 y el 9.

    Siempre nos preguntabamos por que fabricaban tantos pares #14 si con el mismo material se podian hacer mas pares del #7 y #8 que era realmente lo que necesitaban los consumidores.

    Y por lo que parece, el cuartito sigue igualito.

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