¿Españolicidio?

¿Desparpajo léxico? ¿Influencia anglicista? Los ojos sociales cuestionan “al duro y sin guante” la jerga juvenil —¡Dime, traste! —¿Qué bolá, brother? ¿Qué vuelta? —¿Y el bisneo? —Cero baro, men. —“El mío”, la pincha está dura. En la calle, la escuela o el banco de enamorados, se escuchan a menudo frases

sancti spiritus, universidad, lengua española, lectura,¿Desparpajo léxico? ¿Influencia anglicista? Los ojos sociales cuestionan “al duro y sin guante” la jerga juvenil

—¡Dime, traste!

—¿Qué bolá, brother? ¿Qué vuelta?

—¿Y el bisneo?

—Cero baro, men.

—“El mío”, la pincha está dura.

En la calle, la escuela o el banco de enamorados, se escuchan a menudo frases que hacen aportes al idioma español, confieren significados diversos a los del diccionario o fusionan las lenguas, tal vez en un intento fallido de comunicarse en esperanto.

Los extranjerismos, fraseologismos y neologismos en el habla popular del cubano son comunes y, sobre todo, componen el argot preferido de los jóvenes.

Estar “a la my love” como estilo de vida desenfadado, “muerto en la carretera” con una muchacha, ser “plástica” al proyectar una imagen o “un mango” para denotar figura atractiva devienen expresiones coloquiales ya extendidas.

Diversas pesquisas realizadas por alumnos de la carrera de Estudios Socioculturales de la Universidad de Sancti Spíritus (Uniss) José Martí Pérez confirman estas variaciones lingüísticas de las nuevas generaciones de espirituanos.

“Jevito” para denominar al novio, “pura” o “puro” a la madre y al padre, “está sin yoqui” para referirse a los atrevidos, “guindar el piojo” al hablar de la muerte o “ponerse fula” en caso de desaprobación constituyen palabras y frases usadas en contextos juveniles, según las investigaciones que toman muestras del IPU Honorato del Castillo y de las facultades de Humanidades y de Contabilidad y Finanzas en la casa local de altos estudios.

¿Españolicidio? ¿Desparpajo léxico? ¿Influencia anglicista? Los ojos sociales cuestionan “al duro y sin guante” la jerga juvenil, mas los entendidos polemizan sin banquillo de acusados, ni apocalípticos ni indolentes.

Aunque reconocen la penetración idiomática de la industria cultural hollywoodense o del mal contado reguetón, admiten el pulso vivo de la lengua, dinámica y en constante desarrollo.

“Los jóvenes siempre se han expresado de un modo particular que los identifica como grupo social, en todas las épocas. No se considera mal uso del idioma durante los diálogos entre ellos porque son códigos propios, resultado de la creatividad juvenil que, incluso, suelen desusarse en la madurez.

“El problema no son las palabras, sino los contextos donde se utilizan, cuando este lenguaje se emplea en otras situaciones comunicativas. Hablamos distinto dentro y fuera del aula, en la casa o en una avenida pública. También influye la relación de fraternidad y jerarquía entre los hablantes. Es inadecuado decirle ‘la mía’ a una profesora o ‘tío’ a un desconocido”, considera Isabel Margolles Duménigo, al frente de la disciplina de Estudios de la Lengua del Departamento de Estudios Socioculturales de la Uniss.

Según la bibliografía especializada, los cambios lingüísticos no constituyen un fenómeno reciente; evolucionan a la par de la sociedad. Las migraciones junto a los procesos interculturales devienen otras causas de las transformaciones y creaciones léxicas, las cuales dan vida a la lengua materna, que de estar estática tendría tumba al igual que el latín.

Sin embargo, como todo cambio, puede o no ser favorable. Para nadie resulta secreto que avería ortográfica, pobre vocabulario y dicción, mal gusto, chabacanería, vulgaridad e irrespeto verbal tienen piernas largas en espacios docentes, comunitarios y culturales.

Es cierto que pertenecemos a un país mestizo por excelencia y no solo la raza, también la variante cubana del español es mezcla. ¿Quién no sabe que en esta isla hablamos a nuestro modo? ¿Significa renuncia a la palabra elegante y entendible? ¿Olvido de las fronteras entre lo popular y lo vulgar?

“No debemos culpar a la juventud de que una serie de variaciones actuales hayan invadido el español de Cuba, incluso las consideradas burdas, ya que ello está influenciado por modos de vida y factores sociales. La cuestión estriba en trabajar con vistas al progreso y la mejora, nada se logra solo con censura. Es necesario el incentivo del hábito lector desde edades tempranas y de una adecuada política lingüística en los programas de estudio”, refiere Margolles Duménigo, quien percibe logros positivos a medida que el alumnado transita por los distintos años de las carreras.

Pese al trabajo docente, las lagunas de expresión oral y escrita se gradúan de sexto, noveno y duodécimo grados, ingresan a la Educación Superior y, en ciertos casos, se titulan universitarias. Tampoco debemos eludir la responsabilidad del medio familiar, donde se imparten las primeras clases de oralidad y se reafirma o contradice lo aprendido en la escuela.

Nos expresamos tal cual somos. El lenguaje da forma al contenido interno, constituye un espejo del pensamiento y la conducta social. No solo faenas meramente académicas implicarán a cambios más atractivos del idioma. El arraigo de valores morales como la solidaridad, la educación formal y la avidez de cultura nos convertirán en mejores hispanohablantes.

Tamara Rendón Portelles

Texto de Tamara Rendón Portelles

4 comentarios

  1. La verdad que el lenguaje se ha degenerado mucho en el habla del cubano. El uso de esta jerga tan vulgar y simplista, lo que denota es tremenda incultura y una seria pobreza en el léxico de las personas, porque el español es un idioma vasto en el que las palabras suelen tener muchos sinónimos, y realmente no hay necesidad de ser tan ordinario en la expresión oral. El problema se agrava cuando una sola palabra (y no de las más bonitas) puede llegar a tener muchos significados en dependencia del matiz y del contexto. Yo no soy un extraterrestre, y acepto que varias veces he usado frases al estilo de: «¿qué vuelta?, ¿qué bolá?» para los saludos, «fula» como sinónimo de malo, etc. y las entiendo todas. La verdad es que no me gustan y me parece que nos hacen ver ante el mundo hispanoparlante como personas de bajo nivel, aunque muchos piensen que: «Asere que bolá» es parte de la identidad nacional (y de hecho lo es). Lo peor del asunto no es utilizar estas palabras, sino que muchas veces los que se expresan así no lo saben hacer de otro modo, porque no conocen más nada. Tenemos que ser más exigentes en las aulas empezando por muchos profesores. Mis felicitaciones para Tamara Rendón, pues cada vez que leo uno de sus artículos, me complace mucho. Le envío además un fuerte abrazo a mi profesora de español-literatura del preuniversitario: Ángela Agramonte. Saludos para todos.

  2. Tamara Rendón Portelles

    Gracias por sus comentarios y las dosis de humor. Los medios de prensa también tenemos responsabilidad en el asunto.

  3. Asereee, qué volao el comentario. No, era un abroma: amiga, excelente tu escrito.
    saludos.

  4. Muy bueno el comentario publicado en relación con el uso del idioma. Me parece muy adecuado que un fenómeno que ya se conocía empíricamente ahora es un resultado científico. Es una realidad que constantemente se manifiesta en diferentes contextos y situaciones comunicativas. Esto es precisamente lo que debemos considerar importante los que de alguna manera contribuimos al uso correcto del idioma. Enseñar y trasmitir la idea de que el lenguaje es, además, conducta y dice mucho de los niveles de instrucción adquiridos ; pero también de si sabemos actuar en correspondencia con la situación en que nos encontramos. Coincido con los puntos de vista de la Profe y colega Isabel. Los docentes de todos los niveles de educación debemos trabajar siguiéndolos y no horrorizarnos por lo que está manifestándose hoy y no es solo es entre los jóvenes.

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