Hay un ladrón en casa

Mientras los ojos miren sin ver y los recursos que se escapan no le duelan a nadie los inventarios de calamidades no tendrán fin y el catalejo seguirá, indefectiblemente, mirando hacia el horizonte Se me ocurre pensar que hasta los animales del zoológico espirituano habrían podido rechazar las 382 libras

Mientras los ojos miren sin ver y los recursos que se escapan no le duelan a nadie los inventarios de calamidades no tendrán fin y el catalejo seguirá, indefectiblemente, mirando hacia el horizonte

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Se me ocurre pensar que hasta los animales del zoológico espirituano habrían podido rechazar las 382 libras de carnes no aptas para el consumo humano sustraídas, tiempo atrás, del Combinado Cárnico para inescrupulosos fines.

Las tomaron, por así decirlo, trabajadores de esa entidad con la ayuda de un “voluntario” para su venta ilícita a la población, sin importarles mucho las nefastas consecuencias que ello pudiera traer para los presuntos consumidores, seguramente ajenos al origen del producto.

Con idéntica mala fe se movieron las manos de un chofer distribuidor de yogur, quien se apropió de 100 bolsas del alimento para ofertarlo en el mercado negro, en lugar de entregarlo al sector de la Salud. Y qué dejar, en materia de escrúpulos o falta de ellos, para el trabajador y dos agentes de protección de la Refinería Sergio Soto que en contubernio con personas ajenas a la entidad — esta alianza es, por cierto, el último grito de la moda— instalaron una manguera desde la toma de la Estación de Bombeo, en el área de descarga de las ferro-cisternas, hasta una vivienda aledaña. Obviamente, no para el suministro a “Liborio”.

La lista de hechos ilustrativos de delito económico en entidades estatales acaecidos entre abril y octubre del presente año es larga. Llevan la aplastante mayoría los hurtos, la apropiación indebida, la malversación y, en último lugar, los robos con fuerza. Algunos datos causan estupor, como ese de la supremacía en las afectaciones de organismos subordinados al Consejo de la Administración Provincial, o el otro que enmarca en la categoría ocupacional de mayor implicación a los dirigentes administrativos, sobre todo en el nivel de base. Ciertas cifras provocan angustia y hasta una sensación de impotencia, como las que describen las afectaciones económicas cuantificadas a partir de las acciones de control del Sistema de Auditoría: 77 478 500 pesos y 10 000 pesos convertibles. Pero lo que revelan esos controles es, podría decirse, un pelo del lobo.

Las incidencias hablan por sí solas: cantidades no despreciables de derivados lácteos o materias primas para su elaboración ocupadas cada semana por la Policía Nacional Revolucionaria, decenas de litros de alcohol incautados en Tuinucú con idéntica regularidad, miles de litros de leche “perdidos” en el trayecto desde los puntos de recogida hasta la industria y, sin embargo, cuando oficiales operativos viajan en esos carros el blanco líquido desborda los depósitos. Curiosamente, ninguna de las empresas de donde salen los “hallazgos” reporta afectación alguna y en ocasiones hasta niegan cualquier responsabilidad con ellos.

De acuerdo con la jefatura provincial del Sistema de Policía, las cosas han cambiado para mal: ya el delincuente no precisa entrar porque el delito se consuma desde adentro hacia afuera, sale de los almacenes, de los procesos productivos, por la puerta, a veces hasta facturado. Más claro ni el agua: directivos y trabajadores ponen tan poco celo en velar por los recursos estatales que estos traspasan las frágiles fronteras de las entidades para ir a parar a manos de quienes los acumulan con fines de lucro personal y de quienes los compran en calles y viviendas, unas veces por ingenuidad y otras —no pocas— por las carencias cotidianas.

Detrás de esa desidia que, estoy segura, no cesará mientras el costo monetario de tales escapes no se sienta en los bolsillos responsables, se esconde la no utilización de los mecanismos de protección establecidos. En las bodegas del Comercio, por citar un ejemplo, donde cada cubano tiene asegurada su mínima canasta básica, salvo muy raras excepciones, se carece de alarmas, pese a que son frecuentes blancos de robo desde afuera.

Comercio y Gastronomía acapara la corona si de mala reputación se trata; hay quienes afirman que los puestos se cotizan a jugosos precios. Tal vez por la política del corcho, según la cual quien “explota” en un lugar sale a flote luego en otro, las deudas resultan millonarias por el incumplimiento de términos de pagos al presupuesto estatal. A esa entidad le son achacables, de igual forma, recurrentes faltantes y graves violaciones en el control de los recursos, cuando no la adulteración o la introducción de productos para su venta ilícita.

“El tema no se evalúa en los consejos de dirección y si se hace es en el último punto, por pura formalidad. Los jefes de Seguridad y Protección cumplen cualquier función menos la que les corresponde; los planes de prevención de riesgos, si se elaboran, no sirven como instrumentos para la dirección o no se utilizan”, alega el teniente coronel Onel Fuertes Plasencia, jefe de la Sección de Seguridad y Protección del Minint.

No solo los comerciantes ni las grandes empresas productoras de alimentos “bailan” al son de las violaciones y los descuidos. En la UBPC La Vega, de Jatibonico, y en una CCS de La Sierpe los ladrones llegaron hasta las cajas fuertes y las despojaron del dinero contenido en ellas. Cierta institución de salud de la provincia puso en riesgo casi 2 millones de pesos del pago a sus trabajadores por no centralizar la alarma, gestión que habría permitido a la Empresa de Seguridad y Protección en Sancti Spíritus (Esprot) actuar con mayor rapidez y capturar a quienes, aunque se fueron con las manos vacías, lograron penetrar hasta el lugar del depósito.

“Ven la protección como un gasto y no como una inversión, están jugando con el dinero”, sostiene Julio Bernal Fernández, director general de Esprot, quien afirma que los medios técnicos y las destrezas que podrían convertir a Sancti Spíritus en el territorio de menos delitos en Cuba no despiertan el interés de muchos directivos, en tanto otros se preocupan solo cuando ya les han propinado el golpe. “Con lo que pagan al año por nuestros servicios compensan el robo de un día”, ilustra.

Hay datos elocuentes: en un lapso de 40 días varias unidades de Comercio y Gastronomía solo habían realizado el depósito de efectivo en contadas oportunidades, pese a que anteriormente fueron diana de diversas tipicidades de delito. En el saco de irregularidades figuran, además, serenos sin las aptitudes ni la habilitación necesarias; algunos hasta con antecedentes de robo con fuerza; entidades que trasladan sus recaudaciones de forma insegura.

Tal vez este penoso panorama se revierta cuando se empleen a fondo las potencialidades de la Esprot y de varios otros cuerpos de seguridad en manos de determinadas entidades. La agencia Sepsa, por ejemplo, cuenta hasta con un servicio de detectives, al parecer poco explotado. Pero siempre habrá un enorme componente subjetivo, asociado a la conducta de los seres humanos. En buen cubano: información no falta, está ausente la acción, lo mismo de las direcciones administrativas que de las organizaciones de base del Partido, la UJC y el Sindicato.

Mientras los ojos miren sin ver y los recursos que se escapan no le duelan a nadie los inventarios de calamidades no tendrán fin y el catalejo seguirá, indefectiblemente, mirando hacia el horizonte.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. EL OJO DEL AMO ENGORDA AL CABALLO. NADIE ES DUENO DE NADA,ASI QUE A NADIE LE DUELE EN EL BOLSILLO NI LE IMPORTA.

  2. Buen artículo. Es cierto, ya casi que no se precisa entrar a una entidad cualquiera a robar porque estos hechos se propician desde dentro. Se ha aprendido a «justificar» todo a través de los papeles y las cuentas. No obstante, me hubiera gustado que el artículo hubiera sido más directo, más específico, nombrando a los responsables directos de fechorías o descontroles, ese es el periodismo que queremos.

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