Las gaviotas del poeta

Con un texto de elevado lirismo, el escritor espirituano Manuel González Busto se alzó una vez más con el premio de poesía que auspicia la redacción cultural de Escambray A los 55 años, cuando sus versos ya habían sido publicados por editoriales provinciales y nacionales y compilados en antologías extranjeras,

González Busto recibió el premio en el contexto del aniversario 35 del periódico. Con un texto de elevado lirismo, el escritor espirituano Manuel González Busto se alzó una vez más con el premio de poesía que auspicia la redacción cultural de Escambray

A los 55 años, cuando sus versos ya habían sido publicados por editoriales provinciales y nacionales y compilados en antologías extranjeras, Manuel González Busto tecleó por primera vez un poema suyo en una computadora que le perteneciera.

Para inaugurarla, pudo haber redactado: “La vida te ha puesto contra las cuerdas, Manuel”, pero prefirió hilvanar en la pantalla esa suerte de oda a la tristeza que copiaría luego a mano, transcribiría en folios verdes para mantenerse fiel a la vieja máquina de escribir y terminaría enviando al concurso de poesía Aniversario 35 de Escambray.

Al jurado, compuesto por los intelectuales Marco Antonio Calderón, Yanetsy Pino y Gustavo Ramos, le bastó examinar detenidamente las más de 20 obras en competencia para conferir menciones a María Mercedes Expósito y Juan Daniel Zamora, y otorgar el premio a La tristeza es una gaviota, texto que Manuel González Busto confiesa haber escrito en medio de una desolación abismal.

“Esa noche me senté y dije: tengo que hacer algo con este sentimiento que me supera, tengo que defender la tristeza; e intenté darle un poco de magia. La mayoría de las personas no defendería ese estado del espíritu, pero sentirse triste en ocasiones también propicia que uno luego aquilate mejor los momentos de felicidad”, asevera.

Si como afirma en el poema “la tristeza es una gaviota”, ¿por qué no cerrarle la puerta?

Hay una tendencia general del ser humano a no expresar los sentimientos, a negar la tristeza, el dolor, la incertidumbre y la depresión, sin embargo, yo pienso que estos estados anímicos no hay que negarlos, son propios de la vida y, contradictoriamente, sirven para gestar una obra artística.

¿Qué otros estados emocionales lo incitan a la escritura?

Son múltiples: la melancolía, la depresión, el hecho de saber que estamos rodeados de límites, que vivimos en una realidad que, a la vez que mágica, es también inasible, contradictoria, en muchas ocasiones absurda, inverosímil…; a veces al poeta le urge sobrevivir al modo de vida cotidiano, porque pienso que algunas cosas pueden ser mejores si los seres humanos hiciéramos lo que debemos hacer, si compartiéramos lo poco que tenemos. Por mi forma de ser, aparento no estar captando los fenómenos circundantes, pero todo no es más que un escudo para poder salir airoso de momentos vivenciales de mucha agonía.

Un rasgo característico de su obra es el apelar constantemente a un Manuel lírico. ¿Se diferencian el Manuel lírico y el Manuel autoral?

Ese recurso surge por una necesidad de introspección, de expresar lo que está pasando dentro, eso que llamamos el alma. Uno tiene que distanciarse para poder hablar de sí mismo, porque hay un instante en que el sujeto lírico te sacude y te interpela: ¿por qué tú no dices la verdad, lo que realmente estás sintiendo? Es como un monólogo interior que casi siempre surge cuando uno va caminando y le llueven las ideas.

Me valgo también de disímiles Manueles como personajes para manejar la ironía y lograr ese contraste que llega a ser doloroso entre lo que debe ser y lo que realmente es. Interpelar a tales sujetos líricos me ha favorecido el libre fluir de las ideas. Además, la propia timidez me permite acumular una energía interior que, cuando halla el cauce propicio para desbocarse, sale entonces con una intensidad que luego se percibe en el poema.

¿Por qué la prosa poética?

Yo comencé escribiendo en verso libre; después, cuando descubrí la prosa poética me percaté de que un poema en prosa es como una sinfonía, como una partitura en la cual se consigue un equilibro muy particular. La prosa poética también te permite utilizar muchas técnicas y procedimientos de la narrativa, como el diálogo, la interacción de personajes.

Es como una casa: tiene habitaciones mayores y menores; una entrada que debe ser sugerente, capaz de convocar, y una salida que debe poseer esa misma capacidad de deslumbramiento; en su interior hay paredes cuya función es apuntalar y facilitar el camino, porque uno debe dar códigos para que, sin caer en facilismos, el lector pueda comprender el texto.

Yo pienso que no se debe convertir el poema en un crucigrama, en un laberinto o un túnel. Debe haber un nivel que diferencie la poesía del lenguaje coloquial, pero no podemos permitir que los versos se conviertan en un dolor de cabeza. Hay poemas que ponen a sufrir al lector y, por tanto, terminan casi siempre siendo dejados a un lado.

En sentido general, ¿cómo valora la salud de la poesía espirituana contemporánea?

En la poesía que se gesta desde Sancti Spíritus ya hay voces imprescindibles. La mayoría de los poetas son auténticos, muy fieles a su estilo, aunque también hay escritores que aún están en una etapa de búsqueda de la madurez. Aquí hay un concierto de voces muy interesante, muy diverso en lo formal y en lo semántico; lo que no hay es una promoción que posicione mejor esa riqueza poética. Los medios existen, pero no se aprovechan como debieran.

La tristeza es una gaviota

Claveles al ángel y geranios al jardín. La tristeza es una gaviota. No le cierres la puerta, no le cortes las alas, no la maldigas. La tristeza es también un silencio dormido, un alma desolada, un festejo que solo celebran los auténticos cuando piden una esperanza nueva, una estrella en el iris, un cuerpo no tan oro como piel, una lluvia no tan lunes como sueño, un Cristo no tan perla como lirio. Si alguien te dice que la tristeza es el mar, si alguien te dice que airoso escribe cirios, si alguien te dice que nunca ha estado triste e intenta con desaires matar a la gaviota, pídele a Dios que sobrevuele, pídele a Dios que con sus lágrimas desborde una canción, una ciudad sin puertos, un jardín sin ventanas. La tristeza es un ángel: mágialo. La tristeza es un reloj: enciéndelo. La tristeza es un trono: cíñelo. Quieren confundirte: no los oigas. Quieren desterrarte: escríbele una oda, aunque bien sepamos que la tristeza no es un himno, ni una isla, ni una historia, ni muchísimo menos la tristeza. Cierta vez quise no ser el ángel, cierta vez quise no ser el arpa, cierta vez quise no ser Manuel —léase: un hombre esquirla, un hombre álamo, un hombre tarde—, y se me olvidó que te olvidé, a mí que nada se me olvida. Y la gaviota lloró, y la gaviota abriose como una novia, como una balada, como esos atardeceres que solo saben mentir; perdón, como esos novios que no saben mirar, que no saben decir: la gaviota se deshoja, ay, la gaviota se muere y nadie llora, y nadie escribe un poema, y nadie se arranca el alma para que la novia tenga una esperanza nueva, un zafiro en el iris, un cuerpo no tan nieve como luna, una lluvia no tan isla como duende, un Cristo no tan rosa como idilio. Por eso, cuando alguien te diga que odia a la gaviota, que quiere desterrarla como quien jura y miente, no le pidas a Dios que lo castigue, pídele, simplemente, que ame a la gaviota.

Gisselle Morales

Texto de Gisselle Morales
Periodista y editora web de Escambray. Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2016). Autora del blog Cuba profunda.

2 comentarios

  1. Hola, me pongo en contacto con ustedes con la esperanza de que le hagan llegar este mensaje a Manuel González Busto. Les estaría muy agradecido. He tratado de enviarles un correo a su e-mail pero hubo algún problema y el correo no pudo llegarles a ustedes.

    Me presento, soy Ximo Segarra y les escribo desde Castelló, España. Durante años él y yo mantuvimos una correspondencia vía correo postal tradicional, incluso tuvo la bondad de enviarme algunos de sus libros y de colaborar en una revista que yo editaba. Hace tiempo que no sé de él, se debió perder alguna carta, pero al descubrir la página de Escambray y leer la interesantísima entrevista que le han hecho a Manuel, he pensado que tal vez podría ponerme en contacto con él gracias a ustedes, o por lo menos enviarle mis saludos y mis abrazos.

    Pueden remitirme su respuesta al correo que he insertado para hacer este comentario, o también pueden contactar conmigo a través de mis blogs «Un planeta llamado Acapu» http://unplanetallamadoacapu.blogspot.com.es y «La rialla del riu sec» http://larialladelriusec.blogspot.com.es

    Si no es posible el contacto con Manuel, por favor háganle llegar mis felicitaciones por su nuevo premio y por su extraordinaria labor poética, soy un gran admirador suyo y le deseo siempre lo mejor.

    En todo caso muchas gracias por prestarme su atención.

    Saludos desde España.

    Ximo

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