Maikel: la medalla que no vendrá

Pudo haber estado en las nóminas centrocaribeñas de Veracruz que en unos días lidiarán por medallas y glorias. Talento y juventud le sobraban. Hasta hace unos días, su nombre aparecía entre los preseleccionados.   Pero la muerte llegó impertinente y le arrebató sus años, sus sueños, su vida. “Comenzaba a

Pudo haber estado en las nóminas centrocaribeñas de Veracruz que en unos días lidiarán por medallas y glorias. Talento y juventud le sobraban. Hasta hace unos días, su nombre aparecía entre los preseleccionados.

Maikel conquistó varios títulos en campeonatos Centroamericanos y del Caribe y Panamericanos.

 

Pero la muerte llegó impertinente y le arrebató sus años, sus sueños, su vida. “Comenzaba a vivir apenas”, se repetía su mamá Carmen, hasta el momento mismo en que este martes le dio el último beso, el último adiós, mientras le daba sepultura en el cementerio espirituano junto a su familia, sus compañeros de carrera, de trabajo, su pueblo.

Y tal vez porque en el ímpetu de los jóvenes que no miden peligros, quizás porque con la ayuda de los hierros labró su camino de gloria, Maikel Zulueta Arencibia murió levantando pesas.

Dicen que fue imprudencia cuando los médicos le recomendaban lo contrario por su afección cardíaca. Yo digo que fue esa inconformidad que les cabe a los deportistas cuando se saben con reservas para seguir y quieren demostrarlo.

Nadie quiere morir así con 26 años, mucho menos cuando se imagina campeón entre las aguas encima de un kayak.

A fin de cuentas, levantando los pesos de la vida, Maikel se hizo el deportista que fue. Así ocurrió cuando desafió asmas y otras enfermedades de pequeño y jugueteaba en un piso de tierra en medio de La Güira, donde creció y se lanzó al mundo de las medallas.

Así ocurrió cuando trastocaba sus juguetes con las cebollas que recogía al lado de su madre para ayudar al sustento de la casa. Así celebró sus primeras conquistas en grande, sobre todo aquellas cinco preseas que se llevó en Cartagena de Indias en los Centrocaribes del 2006.

Así pensaba cuando vi su féretro adornado en medallas y la Bandera cubana, esa que honró tres veces también en dos citas panamericanas donde obtuvo una presea de cada color.

Esa que honró, incluso aquella vez que un avión lo dejó en medio de Hungría tras una Copa del Mundo y él mismo se agenció el regreso a su país, a su gente.

En unos días quizás Maikel Zulueta Arencibia estuviese levantando paletadas doradas desde su kayak en aguas de Veracruz, mas un infarto inoportuno no le dejó aupar siquiera los 150 kilogramos que intentó en su palanqueta, desafiando la advertencia de los médicos.

Veintiséis años me siguen pareciendo muy pocos para morir… Así anda de boca en boca la anécdota y hasta la imagen que pidió grabar a quienes tuvo cerca a la hora de su muerte repentina en un gimnasio espirituano, y quizás quede como el símbolo del hombre que se aferra a sus sueños.

En días sus compañeros de carrera traerán para Cuba la medalla que Maikel no pudo conquistar. Quizás ya la ganó cuando hace solo horas murió en manos del deporte, el mismo que le dio nombre, gloria y vida.

Elsa Ramos

Texto de Elsa Ramos
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2014, 2018 y 2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas deportivos.

2 comentarios

  1. Luis Francisco Jacomino

    Excelente crónica, la esperaba.No podía ser de otra manera.Sólo de tus manos y talento que siguen siendo un fiel aliado del deporte y sus protagonistas.Mis condolencias a la familia de Maikel, un ejemplo de deportista que nos deja no sólo el legado de sus medallas y sus triunfos, sino el espíritu de combatividad y amor al deporte.

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