Musas por Biselda

Biselda García Uriarte, fundadora de la hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas espirituana y figura descollante del magisterio, aun desde su ausencia ejerce la peculiar Pedagogía de la humildad.   Entró con su majestuosidad natural, cual duende capaz de trasformar lo real en mágico. Tras el saludo tomó asiento y leyó

Momento en que recibía la Distinción Nacional de la Asociación de Pedagogos de Cuba de manos de Gilberto García Batista, su actual presidente nacional.Biselda García Uriarte, fundadora de la hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas espirituana y figura descollante del magisterio, aun desde su ausencia ejerce la peculiar Pedagogía de la humildad.

 

Entró con su majestuosidad natural, cual duende capaz de trasformar lo real en mágico. Tras el saludo tomó asiento y leyó el orden del día: Consejo de Dirección ampliado especial. Ocasión: trigésimo aniversario de la creación del Instituto Superior Pedagógico Capitán Silverio Blanco Núñez, hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas del mismo nombre. Fecha: 22 de septiembre del 2013.

“Tiene un don que le permite rozar con todo el mundo, desde el más alto nivel hasta el más bajo (…); es de esas que nunca dicen ‘no se puede’: te pone la mano en el hombro y te convence”.

La citación había llegado a cada quien: los viejos y los nuevos miembros de cuanta junta directiva hubo en la casa de altos estudios. Presentes, los rectores habidos, empezando por ella. Solo una ausencia, muy bien justificada, suplida por el mensaje cálido desde la Misión Educativa en Bolivia.

Con su verbo pausado, sin perder la sonrisa, Biselda desató la tormenta de ideas. No habló de primera. Sobre el tapete, el papel formador del pedagogo; aciertos, desafíos, tatuajes en el alma.

“Muy exigente (…), pero a la vez muy humana y solidaria, dada (…) a indagar por los problemas de sus subordinados o compañeros, a entenderlos y ayudar a resolverlos”.

Por enésima vez se le oyó hablar de los jóvenes, de la urgencia de “bajar un poquito adonde están ellos”, escucharles y comprenderlos. Por enésima vez lanzó su tesis de vida, la que no le valdría título alguno como no fuera el del cariño de sus congéneres, el respeto de sus alumnos y la admiración de todos. “Si entre quienes dirigimos se aspira a tener resultados perdurables lo primero es ser ejemplo”, sentenció, como quien brinda un vaso de agua al que muere de sed o le alcanza el pañuelo a alguien lloroso. Habló de involucrarse, luchar de corazón, ponerle alma a las cosas, no claudicar. Dijo sin aspiración a honor de ningún tipo. Si alguno tuvo antes fue quizás el estar cerca de Fidel y adelantarse incluso a alguna idea revolucionadora suya, como aquella de foguear a alumnos del año terminal para impartir docencia. Se resistía a admitirlo por parecerle una herejía. Alguna vez lo comentó, pero solo en susurro.

“Incansable, estudiosa, perseverante”.

“¿Cómo está Doña Biselda?”. La pregunta a través del hilo telefónico del “Gallego” Fernández, ministro de Educación durante sus años de desempeño como rectora en el Instituto, se vuelve rutina. No importa si la mulata brava ejerce todavía o colabora desde la jubilación, si es o no presidenta de la filial espirituana de la Asociación de Pedagogos de Cuba, si está “entera” o la aqueja una de sus dolencias, de las tantas que relegó a un segundo plano porque vivir era la urgencia. Vivir, para lidiar con molinos de viento que estrellaron sus aspas ante tanta entereza.

“Ella sentó las bases de la disciplina, del colectivismo y del amor al trabajo que todavía se respiran en nuestro centro”.

Escucha atenta y rememora. Por segundos regresa a su infancia en Guasimal, con once años haciendo “unos quilitos” mediante clases a muchachos del barrio. Le aprieta nuevamente el hambre de recursos que asfixió el sueño de volverse maestra normalista y se le abren los cielos con aquella noticia de las 10 000 aulas para educar al pueblo. En una mínima escuelita de campo la vuelve a sorprender la epopeya de lápices, cartillas y manuales.

“Había miles de maestros sin titular y abrimos sedes hasta en los municipios más alejados”, referiría a la vuelta de casi una década a la cabeza del horno de la Pedagogía en tierras del Yayabo. De orgullo le llenaba el haber logrado “licenciar a los que estaban en las aulas y preparar a quienes sustituirían a los maestros que se iban por disímiles causas”.

Justo cuando el recuerdo la arrincona en la esquina del aula donde un alumno abre el cofre de sus conflictos hogareños, los aplausos la sacan del ensimismamiento y retorna a septiembre. Fueron semanas cuando la ola conmemorativa llevó su sello personal y nutrió a los noveles del oficio. Cambiar la relación maestro- alumno: he ahí una de sus mayores demandas en décadas recientes.

“Sencilla, humilde, correcta, el respeto en persona”.

Inusual que no aparezca en este día. Es 11 de abril del 2014 y su Universidad se corona con la Acreditación largamente añorada. No suele posponer ni dejar nada a medias, pero seguro evita empañar la ocasión. Bien saben los ángeles que lo intentó, cuando faltaban horas para que el marcapasos grabara el calendario a sus 77 años.

Allí, donde no se precisen apelativos a los cargos ni poses efectistas estará toda ella, Biselda García Uriarte, llena de esa ciencia de a pie que solía practicar, cargada de suaves reprimendas, de consejos vehementes y regaños tiernos, de aliento para quien no tenga, de humildad y carácter, para vencer batallas.

Nota: Los textos entrecomillados fueron extraídos de un reportaje que publicara Escambray bajo el título “El respeto en persona”.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

5 comentarios

  1. Geobanys Valle Rojas

    Donde quiera que estés, siempre te extrañaremos, Biselda. Gracias por dejarnos tu amor, tu bondad, tu generosidad, tu humildad, tu ternura, tu comprensión, para mi los pilares básicos de tu enseñanza.
    Cuando conocí a Biselda fue inmensa mi alegría, sobre todo porque mi coterránea (oriunda de Guasimal) se había convertido en la primera rectora de la universidad donde actualmente estudio. A ella le debo un significativo aporte en la investigación que realizo sobre la historia de Guasimal, y por ello siempre le estaré eternamente agradecido.
    A esta maestra guasimaleña llegue el más cálido cariño transmutado en un tierno adiós de la comunidad que la vio nacer.

  2. Delia Rosa proenza

    Miguel y Héctor, entiendo por su comentario que son los hijos de Biselda. No hay nada qué agradecer, habríamos podido escribir mucho más, pero el espacio no alcanzaría. Muchas personas allegadas a ella colaboraron con materiales y fotos.
    El agradecimiento todo es a ella, por ser quien es (hablo en presente con toda intención) y por su perenne amabilidad con todos, incluidos nosotros, los periodistas que abordamos las temáticas educacionales con sistematicidad. En lo personal la considero uno de los patrones educativos más coherentes e impactantes que he hallado por estos contornos.
    Gracias a ustedes por tener una madre especial como la querida Biselda.

  3. miguel y hector

    Gracias madre por la enseñanza que nos diste, gracias a los que hicieron posible este trabajo.

  4. maria elena toyos

    Siempre fue la persona que quise ser.Fue la hermana que no tuve y la madre cuando perdi la miaDonde se encuentre agradecera con humildad este trabajo.Gracias en su nombre
    .

  5. Me extrene como profesor de secundaria basica en la Jose Marti,hoy sede universitaria,en el ano 71 o 72, veni de ensemar en el Escambray y no llegaba a los 18 anos, mucho de mi etica de trabajo se lo debo a aquella joven directora:Biselda, Personificacion del respeto y la exigencia y una de las mas brillante pedagoga que he conocido.El saludp y respeto de un ex-colega que se considera su alumno.

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