Piloto de alto vuelo

Juan Francisco Morales Sánchez trasciende en la historia de la aviación agrícola como el cubano con más horas en el aire. Tengo ante mí a un piloto de altura, con una obra en la aviación agrícola que pinta para proeza. Hombre abnegado en cielo y tierra, altruista, capaz de rechazar

Juan francisco fue elegido durante 25 años consecutivos como el Mejor piloto de la aviación agrícola en el país.Juan Francisco Morales Sánchez trasciende en la historia de la aviación agrícola como el cubano con más horas en el aire.

Tengo ante mí a un piloto de altura, con una obra en la aviación agrícola que pinta para proeza. Hombre abnegado en cielo y tierra, altruista, capaz de rechazar ofertas laborales en el exterior y en La Habana, por los amaneceres en el Sur del Jíbaro.

Juan Francisco Morales Sánchez ha preferido siempre esquivar la publicidad, la prensa, hasta hoy, en que acepta desviar el vuelo y aterrizar su historia laboral en las páginas de Escambray.

Vive orgulloso de ser el piloto más encumbrado que ha parido Meneses; de haber encontrado en Jatibonico el aeropuerto para tejer su vida familiar. Archiva tantos méritos que quizás para ser Héroe del Trabajo solo le falta que lo propongan.

Fue elegido durante 25 años consecutivos como el Mejor piloto de la aviación agrícola en el país; 23 veces Vanguardia Nacional, atesora la Orden Lázaro Peña de Primer, Segundo y Tercer grado y acumula en la historia de esa especialidad aérea la mayor cantidad de horas de vuelo, 20 703 (hasta mediados de noviembre), el equivalente a haber pasado más de dos años de su vida en el aire.

Para Morales, como lo llaman en el mundo de la aeronáutica, la antigüedad en este oficio tiene su dosis de suerte, pero nada importa tanto como la salud. “Me cuido mucho, no fumo, no tomo ron, nunca he tomado café, sin esa autodisciplina, no perduras como piloto”.

¿Cómo llegó un guajiro de Meneses a la aviación?

Fui Camilito y de ahí pasé a la escuela nacional en San Julián, Pinar del Río. Aunque soy hijo de un cortador de caña en la familia hay tradición con los aviones y el paracaidismo; de muchacho los veía pasar y me di cuenta de que aquello me gustaba.

Me gradué en los años setenta y vine para Sancti Spíritus. Estuve un tiempo como copiloto, hay que volar 600 horas en esa función para obtener la licencia de capitán de la aviación agrícola.

Además de conocimientos, salud y disciplina ¿qué otras condiciones exige la profesión?

Se requiere inteligencia, concentración porque, por ejemplo, en los campos se vuela a 3 metros de altura y hay que mirar los instrumentos y hacia delante; ser piloto lleva responsabilidad, sentido del deber. Disfruto mucho mi trabajo, hay quien va a un oficio por salario, yo no, el dinero hace falta, pero me gusta lo que hago; a veces, cuando tengo problemas, es porque quiero trabajar más; mi esposa Elvia me dice que soy un robot, pues para mí no hay fiestas ni nada cuando tengo que volar al otro día.

Una vez hice 120 vuelos en una jornada, no había ninguna emergencia agrícola ni nada de eso, lo quise hacer; estuve tirándole fertilizantes a los cañaverales del Uruguay hasta por la noche en un AN 2. Ese día todo se violó y me mandaron para La Habana; es verdad que sobrepasé las regulaciones, pero fue para trabajar. Al final, terminaron premiándome con un viaje a los antiguos países socialistas. También, a partir de ahí, se estableció autorizar hasta 50 aterrizajes en un día.

¿Por qué en 41 años de servicio no pasó a otro tipo de aviación?

Fui una vez para Cubana, pero no me gustó aquel sistema, aunque reconozco que económicamente la aviación comercial es mejor. Hasta me preguntaron por qué no me quedaba si todos los pilotos aspiran a eso, pero es que me gusta ver el resultado de mi trabajo, el arroz que siembro verlo crecer, desarrollarse; llegar a Mapos y que los productores te digan: “Morales, ¿por qué no venías?…, fíjate que ellos saben cuándo estoy volando porque el avión no para, es llega a la pista y vira.

¿Qué vivencias no olvida Morales?

La misión como piloto agrícola en Mozambique; haber sido escogido en una ocasión para revisar en Argentina un avión que Cuba compraría; estar entre los iniciadores de la extinción de incendios con aviones, ya he participado en más de 30 y te digo que el vuelo más peligroso del mundo es ese; no se ve bien, muchas veces es arriba de montañas, hay que extremar la precaución.

Tampoco olvido las cosas graves que me han pasado en el aire, he tenido suerte, si fuera religioso diría que Dios me ha ayudado. Por ejemplo, ocho veces he aterrizado sin frenos, en otra ocasión se me apagó el motor arriba de Jatibonico, logré sacar el avión de allí y me tiré en un cañaveral donde hoy está la Papelera. En situaciones así lo que no se puede es perder la concentración; después, cuando se está en tierra, uno se asusta más.

¿Se imagina en otro oficio?

Mi vida ha sido la aviación. En el período especial fui el piloto que más voló en Cuba, aunque las condiciones no eran las mejores, pero había que dar servicio. Lo mejor que me ha pasado es haber nacido en Cuba; soy una persona muy agradecida, por eso en el año 1985 dije: si a un guajirito de Meneses la Revolución lo hizo piloto, ¿por qué no ayudar a mi país que lo necesita? y doné, de lo que ganaba por mi trabajo, 10 000 pesos para las MTT.

Todavía puedo volar otros tres años, cuando llegue a los 60 ya no se puede seguir, está establecido así; pero si naciera 10 veces más, volvería a hacer piloto agrícola.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

Comentario

  1. Arley Crespo Izquierdo

    Felicidades para ese guajiro de Meneses. Aunque hoy vivo en Ciego de Avila yo también soy de Yaguajay y extraño mi tierra. Salu2

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