Trinidad, Patrimonio de la Humanidad: ¿hecho o eufemismo?

Trinidad celebró los 26 años de erigirse como Patrimonio de la Humanidad. A más de un cuarto de siglo, ¿hacia dónde se enrumban los pasos de la ciudad? Tal vez a esta hora, Marta Arjona, con esa pasión raigal hacia la cultura que habría de acompañarle hasta el último momento

trinidad, patrimonio, patrimonio sancti spiritus, cuba, ciudad museo del mar caribe, patrimonio de la humanidad.Trinidad celebró los 26 años de erigirse como Patrimonio de la Humanidad. A más de un cuarto de siglo, ¿hacia dónde se enrumban los pasos de la ciudad?

Tal vez a esta hora, Marta Arjona, con esa pasión raigal hacia la cultura que habría de acompañarle hasta el último momento de su existencia, sintió el escalofrío sacudirle los huesos al entregar el expediente de solicitud a la comisión de la Unesco, en la XII Sesión Ordinaria del Comité del Patrimonio Mundial, celebrada en Brasilia del 5 al 9 de diciembre de 1988, para convertir a la Ciudad Museo del Mar Caribe en Patrimonio de la Humanidad.

Meses antes, las madrugadas sorprendían a Alicia García Santana, Silvia Teresita Angelbello, Víctor Echenagusía y muchos otros con un amasijo de folios desperdigados sobre los escritorios, aunando información, explicando con sumo detalle las potencialidades del Centro Histórico Urbano y el Valle de los Ingenios —sin que mediara el regionalismo—, que podían acreditar a la villa; horas en vilo cuya recompensa llegó aquel 8 de diciembre al ver el nombre del terruño en la lista de sitios patrimoniales del orbe.

A la postre, la condición devino una especie de carta de presentación de este rincón del centro sur de la Isla, enclavado en la falda de una loma, para seducir a quienes se aventuraran a caminar por sus chinas pelonas, a degustar de la tradicional canchánchara, a acompañar la procesión del Viernes Santo, a sucumbir ante la majestuosidad de los palacetes decimonónicos, a evocar las nostalgias desde la playa Ancón, a la luz del ocaso.

Mas, a 26 años de aquella suerte de punto cero para Trinidad, el slogan de “ciudad dormida en el tiempo” parece un concepto con excesos de romanticismo. Un vistazo panorámico desde el campanario del antiguo convento de San Francisco de Asís, hoy Museo Nacional de la Lucha Contra Bandidos, o desde la torre de la otrora residencia de la familia Cantero, actual Museo Municipal de Historia, basta para advertir una ciudad avocada —todavía no así hundida— en el turismo.

De modo que el todopoderoso sector turístico enraíza en cuanta aletargada institución estatal encuentra a su paso, y no para transformarlas, precisamente, en centro difusores de tradiciones genuinas de la localidad.

Hablar de quietud en el Centro Histórico Urbano de Trinidad constituye a estas alturas el mayor de los eufemismos posibles. Si existe un sitio donde se materializa el postmoderno concepto de fusión musical, es en la zona A.

De un lado, la veterana Casa de la Música; del otro, instalaciones de reciente creación: el rock en el Yesterday, el pop en el Rincón de la Salsa —en teoría así se llama, aunque salsa sea lo menos escuchado— y el Patio de Béquer, cuyos detractores crecen por día.

¿Será posible terminar dicho vía crucis? ¿El turismo le ganará definitivamente al Patrimonio? ¿El Patrimonio dejará a un lado las labores cosméticas en las calles para centrarse en no ceder más terreno?

Por semejante cuerda floja transita la villa en estos tiempos, con un Valle en plena reanimación, cierto, pero con centro histórico lacerado. Quizá sea oportuno recordar a la doctora Alicia García cuando expresó: “Trinidad es un don del cielo, entre otras cuestiones, por la conservación del conjunto urbano y por tener un centro histórico habitado. Aunque el turismo nos abrió al mundo, no puede destruir la ciudad”.

Por eso este 8 de diciembre la urbe trinitaria no ofreció su mejor semblante, si bien la maquillaron para el aniversario de su declaración como Patrimonio de la Humanidad. Con 500 años sobre sus hombros, a la ciudad parece angustiarle la idea de si, a estas alturas, sus hijos sabrán defenderla con la vehemencia que merece

Carlos Luis Sotolongo Puig

Texto de Carlos Luis Sotolongo Puig
Autor del blog Isla nuestra de cada día. Especializado en temas de patrimonio cultural.

Comentario

  1. La Quinta Villa es hija de la miseria, se quedó dormida en el tiempo no por romanticismo ni por historiadores, se quedó varada en el tiempo por falta de financiamiento. De haber tenido capital e inteligencia local, otra hubiera sido la historia. Esa es la verdad. Laconservación actual de la ciudad pasa por el mismo acápite, sin financiamiento tampoco habrá ciudad. Etonces todo es un equilibrio que hay que saber balancear.

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