No soy un sabio

Miguel Alejandro González, estudiante del IPVCE Eusebio Olivera, de Sancti Spíritus, ganó medalla de plata en la reciente edición de la Olimpiada Iberoamericana de Química, celebrada en Brasil. Miguel Alejandro González Martínez no se siente tocado por Atenea, la diosa de la sabiduría y de la habilidad; es simplemente un

Miguel Alejandro González, estudiante del IPVCE Eusebio Olivera, de Sancti Spíritus, ganó medalla de plata en la reciente edición de la Olimpiada Iberoamericana de Química, celebrada en Brasil.

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“Le agradezco mucho a los profesores de la escuela y, en especial, a Agustín Plasencia”, reconoce.

Miguel Alejandro González Martínez no se siente tocado por Atenea, la diosa de la sabiduría y de la habilidad; es simplemente un joven de 17 años, de palabra fluida, que oyó el consejo del profesor Agustín Plasencia Calero de inclinarse hacia la Química cuando le llegó la hora cero de escoger la asignatura para medir su talento en concursos, como estudiante del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera, de Sancti Spíritus.

“El 50 por ciento de mis resultados se los debo al profe Agustín; él me captó y me ha guiado desde entonces”, resalta Miguel Alejandro, quien sostiene como trofeo de guerra la medalla de plata obtenida en la XX Olimpiada Iberoamericana de Química, celebrada del 5 al 14 de septiembre en Teresina, estado de Piauí, Brasil, con la asistencia de concursantes de 18 naciones.

Poner un pie en esa urbe del nordeste del gigante sudamericano devino carrera con obstáculos, debido al rigor de los exámenes vencidos con anterioridad como integrante de la preselección nacional, cuyo centro de entrenamiento radica en el IPVCE Vladimir Ilich Lenin, de La Habana. Solo al verse en un lugar de privilegio en el escalafón entre los aspirantes, exclamó: “Ya estoy en Brasil”, adonde acudió en igualdad de condiciones, con un estudiante camagüeyano, bajo la tutoría de un profesor.

En medio de probetas y tubos de ensayo en el laboratorio de Química del IPVCE, comenta que la olimpiada fue una “fiesta”, quizás por sentirse ya con la presea en el bolsillo y de haber sorteado, ante todo, la prueba experimental, y luego la teórica, cuyos contenidos se tornan verdaderos rompecabezas, incluso para los profesores de la asignatura de la Enseñanza Preuniversitaria y para los estudiantes universitarios de la especialidad.

Además de subrayar el alto nivel competitivo de este tipo de certamen, Miguel Orelbe Castellanos, director del IPVCE espirituano, reconoce los resultados tradicionales del centro en los concursos nacionales de las diferentes disciplinas y en las olimpíadas, incluidas la Iberoamericana, donde se obtuvieron, por ejemplo, las medallas de oro en las desarrolladas en México (2003) y Uruguay (2014).

Hoy por hoy, cuando Miguel Alejandro alza su mirada, encuentra dos desafíos ante sí: los exámenes de ingreso para entrar a la universidad —aspira a la carrera de Medicina, a lo mejor animado por dar continuidad a la herencia familiar: sus padres son médicos— y la Olimpiada Internacional de Química, fijada para Paquistán en el 2016 —el Eusebio Olivera logró metal bronceado en Hungría (2008).

Nadie imagine que este alumno solo vive entre libros. A partir de una adecuada organización del sistema de estudio, dispone de tiempo para compartir con las amistades y disfrutar de películas, sin obviar los habituales ejercicios físicos. “No soy un sabio; para triunfar lo importante es decirte: me esforzaré y voy a llegar”.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

2 comentarios

  1. Muy buen trabajo. Solo lamento que el municipio de donde prov iene este joven no se vea reconocido en ninguna parte del trabajo. Se sabe que es espirituano, pero… ¿de qué municipio? Supongo que haya alguien más, en los anteriores profes, que hayan puesto su granito de arena en la historia personal del estudiante. Gracias.

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