Trinidad en Martí (+ Infografía)

La abuela materna del hijo del Apóstol nació en la tercera villa, a despecho de revelaciones contrarias, sostiene el Historiador de la Ciudad, Manuel Lagunilla, quien hurgó en los vínculos de los hermanos Sánchez Iznaga con el Maestro José Martí: un revolucionario pleno De Dos Ríos a la eternidad (+fotos)

La abuela materna del hijo del Apóstol nació en la tercera villa, a despecho de revelaciones contrarias, sostiene el Historiador de la Ciudad, Manuel Lagunilla, quien hurgó en los vínculos de los hermanos Sánchez Iznaga con el Maestro

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José Martí: un revolucionario pleno

De Dos Ríos a la eternidad (+fotos)

Manuel Lagunilla Martínez no inventa historias. Quizás su esclavitud al dato fidedigno le venga del ejercicio de la abogacía, donde la evidencia hunde o salva ante los jueces. Con tal certidumbre, el Historiador de la Ciudad de Trinidad se dispuso a construir, desde la investigación, los vínculos de José Martí Pérez con la tercera villa cubana, aparecidos en el libro Trinidad en Martí. La familia trinitaria del Ismaelillo, en manos amigas y en espera del ojo crítico para su posterior publicación.

Más de una vez su bisabuela materna le habló de ello a Manolo —como le nombran sus allegados— más de una vez, también, lo hizo la mamá de él, maestra normalista y doctora en Pedagogía. “No es cierto que la madre de Carmen Zayas-Bazán nació en Cienfuegos, como leí en un periódico nacional”, sostiene quien, además, tiró abajo estantes de libros para confirmar la amistad del autor de Nuestra América con los hermanos trinitarios Félix y Andrés Sánchez Iznaga.

SANGRE TRINITARIA DEL ISMAELILLO

Cuando traspasó la puerta de la parroquia de Trinidad y manoseó la fe de bautismo de Isabel María Hidalgo y Cabanillas, madre de Carmen Zayas-Bazán Hidalgo, y, por tanto, la abuela de José Francisco Martí Zayas-Bazán —el hijo del autor del Ismaelillo—, Lagunilla murmuró: “Esta es la prueba; lo otro es puro invento”.

Ávido por otras revelaciones, en el propio templo el estudioso descubrió la fe de matrimonio de los padres de la esposa de Martí y el testamento del abuelo materno de ella, Juan Martín Hidalgo, nacido en España.

Lapicero en mano, para no perderse en el laberinto de las relaciones familiares, el investigador dibujó el árbol genealógico de José Francisco (Pepito), quien, curioso como su padre, debió preguntarle a la madre por sus ancestros trinitarios en sus días habaneros, neoyorquinos o camagüeyanos.

Natural de España, luego de enviudar el bisabuelo materno de Pepito desembarcó en Venezuela en busca de fortuna en compañía de su hijo José, y se asentó en las proximidades del lago Maracaibo, donde se casó dos veces; Antonio nació de la primera relación.

En tierra venezolana, el negocio de Juan Martín Hidalgo creció; pero la guerra entre las fuerzas leales al Rey y los independentistas casi asfixió económicamente a la familia, que decidió radicarse en Trinidad en la segunda mitad del siglo XIX. “Ellos vivieron en la calle Jesús María, pero no he encontrado la casa exacta”, apunta el historiador. Allí vinieron al mundo Isabel María y, presumiblemente, su hermana Manuela.

Al parecer hábil para los negocios, el bisabuelo materno del hijo del Apóstol llegó a contar en Trinidad con una empresa naviera —daba viajes a Jamaica y a naciones de Sudamérica— y con dos ingenios: Manacas y La Caridad, este último vendido después a Justo Germán Cantero.

Manuel, ¿por qué usted sostiene que Antonio y Manuela, tíos de la esposa de Martí, poseían ideales avanzados para su época?

“Ante todo, habría que decir que Antonio estudió Medicina en Europa y a su regreso abrió un consultorio y una farmacia en la villa. Él participó en el alzamiento de Isidoro Armenteros (1851) y fue condenado a ocho años de prisión. Salió para Jamaica y ahí se me pierde. En el caso de Manuelita, ella estuvo presa durante la guerra de independencia en la Cárcel Real; así aparece en el libro Historia de Trinidad, de Martín Villafuerte. A ella la expatriaron hacia Isla de Pinos”.

Como secuela de la crisis azucarera en la segunda parte de la centuria decimonónica —derivó en la migración de capitales trinitarios hacia otras regiones como Sancti Spíritus y Cienfuegos—, los bisabuelos maternos del hijo de Martí se radicaron en esta última ciudad. “De ahí viene la confusión de plantear que Isabel María nació en Cienfuegos”, advierte Manuel Lagunilla, quien agrega que Antonio y Manuela sí se quedaron en la tercera villa cubana.

En Cienfuegos, Isabel María Hidalgo y Cabanillas conoció a Francisco Zayas-Bazán y Varona, con quien se casó; el matrimonio se trasladó a vivir a Camagüey y tuvo 11 hijos, entre ellos Carmen Zayas-Bazán, aquella muchacha que aseguran deslumbró al veinteañero Martí durante el estreno de su obra Amor con amor se paga en el Teatro Principal de la capital mexicana en 1875, adonde el joven había arribado procedente de Europa, escala en Nueva York de por medio.

Para finales de 1877, ya habían contraído nupcias, y a inicios de 1878 viajaron a Guatemala. Martí no comulgó con las ideas políticas conservadoras en el país centroamericano, y determinó, de conjunto con Carmen, residir en Cuba, específicamente en la calle Tulipán, donde nació el Ismaelillo el 22 de noviembre de ese año, quizás entre el deambular cercano de los tranvías.

“Por las venas de ese niño corría sangre trinitaria”, subraya Lagunilla Martínez, quien releyó cartas y otros textos para documentar, asimismo, los vínculos directos entre el Maestro y los hermanos trinitarios Félix y Andrés Sánchez Iznaga.

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TRINITARIOS DE ORO

“Félix y Andrés: No he dormido desde que les dije adiós, he cumplido con todo mi deber, y vuelvo a Tampa”, la pluma de Martí corre sobre el blanco papel en el gélido diciembre de 1893. Con la mano izquierda sostiene la hoja; en el dedo anular se ve la sortija hecha con hierro de los grilletes del presidio. Discretamente, en más de una ocasión, Félix Sánchez Iznaga puso sus ojos en el anillo, donde aparecía grabada la palabra Cuba. Y el Maestro sigue escribiendo: “En diez días o cosa así volveré, roto el cuerpo, íntegro el cariño (…)”.

Cayo Hueso, Filadelfia, Jacksonville, Nueva York… El Apóstol vive años febriles en la preparación de la Guerra Necesaria. Su palabra cura el odio, une. En ese peregrinar conoce a los hermanos Félix y Andrés Sánchez Iznaga, quienes, perseguidos, emigraron en la década de los 80 del siglo XIX a Estados Unidos por sus ideas políticas.

En 1888 residen en Nueva York, refiere Lagunilla Martínez. Como “almas generosas” los calificaría el Maestro, cuyas cartas — dirigidas básicamente a Félix— denotan la hondura de los vínculos entre ellos.

El padre de estos jóvenes era el literato y periodista santaclareño Andrés Sánchez Aguerri, uno de los fundadores del periódico La Abeja en la tercera villa, donde se casó con la trinitaria Josefa Amalia Iznaga Rendón. Nacidos en La Habana, sus hijos Félix y Andrés cursaron los primeros estudios en Trinidad.

“Ya ve que fío en Vd., y en todo lo real, con Vd. como hijo mío, cuento de preferencia”, también le escribió Martí a Félix, nombrado administrador por el Maestro cuando intentó crear una pequeña empresa editora de libros en Nueva York, estrenada con la obra Ramona, de Helen Hunt Jackson.

En todos los aspectos materiales de la traducción, publicación y venta de Ramona, Martí contó con la valiosa ayuda de Félix, alega el especialista del Centro de Estudios Martianos, Enrique López Mesa. En cierta oportunidad, el joven trinitario relató a un amigo que el Apóstol tradujo Ramona paseándose por el cuarto con el original en la mano; “se la dictaba en español con asombrosa rapidez, y de ahí sin corregirlas apenas, iban las cuartillas a la imprenta”.

Al no avanzar el proyecto editorial, Félix se trasladó a Ybor city, Tampa. “Sálvame a Patria”, le pidió Martí en febrero de 1893. En consecuencia, el joven patriota retornó a Nueva York y asumió la administración del periódico. El autor de Abdala lo designó, además, encargado de la oficina de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano (PRC).

Convertido en un “secretario muy efectivo de Martí en la organización de la Revolución”, a juicio de Manuel Lagunilla, el Maestro le dedicó un ejemplar de La Edad de Oro, donde estampó: “(…) mi cubano de oro”. Para corresponder con ello, cuando Félix supo de su caída en combate el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, Oriente, se sumó a la expedición del general Enrique Collazo, que arribó a la isla por Matanzas en 1896. Luego de permanecer bajo las órdenes del general José Lacret, fue a dar a la Ciénaga de Zapata; allí fungió como secretario de la prefectura de Los Guaos. Enfermo, falleció en dicho lugar el primero de agosto de 1896.

Como uno de los Pinos Nuevos, su hermano Andrés, graduado de Cirugía dental, tampoco se sustrajo del huracán libertario. Ya en Tampa, resultó electo secretario del Liceo Cubano de la localidad, el que propuso a Martí como miembro de mérito en 1892. No menos significativa devino su condición de secretario del Cuerpo del Consejo Revolucionario del PRC, una vez creada la organización en la ciudad estadounidense.

Entre papeles amarillentos deben esconderse otros hechos y documentos que vinculen al Maestro con Trinidad. Por ello, Escambray deja abierto el diálogo con el investigador Manuel Lagunilla, quien —enfatiza— no inventa historias: “Yo hablo con evidencias en la mano; lo otro es blablabá”.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

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