Incógnitas de La bayamesa: Del clarín escuchad el sonido

La marcha de Figueredo sorprende no solo por su estructura gramatical, sino también por los mitos que se han venido tejiendo en torno a ella   Incógnitas de La bayamesa: El himno según Perucho Figueredo Incógnitas de La bayamesa: el himno al pie de la letra Incógnitas de La bayamesa:

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La marcha de Figueredo sorprende por los mitos que se han venido tejiendo en torno a ella. (Foto: Ismael Francisco)

La marcha de Figueredo sorprende no solo por su estructura gramatical, sino también por los mitos que se han venido tejiendo en torno a ella

 

Incógnitas de La bayamesa: El himno según Perucho Figueredo

Incógnitas de La bayamesa: el himno al pie de la letra

Incógnitas de La bayamesa: el enigma de la fecha

 

Entre los epigramas que Nicolás Guillén incluyó en su poemario La rueda dentada (1972), hay uno que dice: “¡Al combate corred, bayameses…! / ¿Y por qué no: corramos? / (He pensado en esto algunas veces)”.

Queda claro que el efecto humorístico de esa breve pieza estriba en la oposición que nuestro Poeta Nacional establece entre las formas verbales corred y corramos.

La primera, corred, junto con escuchad, os y temáis, constituyen marcas gramaticales de la segunda persona del plural presentes en los ocho versos iniciales de La bayamesa. Estas marcas corresponden al pronombre vosotros, el cual, como sabemos, no se usa en el español hablado en Cuba hace muchísimo tiempo, sustituido por ustedes y sus expresiones correferentes. De modo que, si escribiéramos el himno ahora, donde Perucho puso corred, escuchad y no temáis, pondríamos corran, escuchen, no teman; y en el segundo verso de la composición nos veríamos obligados a cambiar la variante pronominal os, para decir: que la patria los contempla orgullosa.

Habrá quien piense que Figueredo utilizó en su marcha patriótica formas gramaticales propias de vosotros porque eran esas, y no las de ustedes, las que empleaban los cubanos en la lengua cotidiana y popular del momento. Sin embargo, importantes investigaciones sobre el español de Cuba del siglo XIX han arrojado evidencias de lo contrario.

Según Luisa Campuzano, por ejemplo, en los célebres libros de lectura para la enseñanza de niños cubanos que en los años 50 y 60 de esa centuria publicó el pedagogo matancero Eusebio Guiteras y Font (1823‑1893) “desaparece la segunda persona del plural, el vosotros, que se sustituye en toda ocasión por el tratamiento de ustedes”.

Este y otros hallazgos permiten concluir que cuando La bayamesa se compuso, vosotros y su paradigma pronominal y verbal eran extraños a la norma estándar del español nuestro. Entonces, ¿por qué Perucho Figueredo se empeñó en utilizarlos?

La respuesta no es complicada.

Si se revisan los himnos nacionales de otros países latinoamericanos —como el de Venezuela, Uruguay, Paraguay, México y Argentina—, descubriremos la impronta de vosotros. También la hallaremos en proclamas, alocuciones y manifiestos de próceres de las guerras anticoloniales en la América hispana decimonónica, incluyendo los escritos y difundidos en nuestro país por Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, Máximo Gómez. Otro tanto se constata en discursos de oradores como José Martí, Enrique José Varona o Manuel Sanguily.

Proclamas, manifiestos, alocuciones, discursos, conferencias y otros tipos de intervenciones orales públicas afines pertenecen a una tradición discursiva en la que se agrupan textos solemnes que oscilan entre lo escrito y la oralidad elaborada. La bayamesa, como el resto de los himnos nacionales de los países latinoamericanos, es heredera de esa tradición discursiva, en cuyo ámbito el pronombre vosotros y sus formas gramaticales correferentes eran naturalmente decodificados, porque su uso se correspondía con un trato formal, de respeto que no implicaba, de manera general, distancia.

En otras palabras: aunque en el coloquio de mediados del XIX los cubanos no usaran vosotros, era común que lo escuchasen o leyeran en textos dirigidos a grandes masas, con el fin expreso de recabar su atención sobre asuntos de importancia cívica y mover sus ánimos en algún sentido o hacia determinada acción.

Que el vosotros en esas situaciones o contextos no estaba reñido con la cercanía comunicativa entre el emisor y los destinatarios lo prueba el hecho de que, frecuentemente, los autores de proclamas, manifiestos y discursos se incluían dentro del grupo configurado como receptor del mensaje, bien por tratarse de correligionarios o miembros de un mismo estrato social, bien porque la mera condición de cubanos fuese el exclusivo elemento unificador. Es así que en tales textos abundan las mezclas entre el vosotros y el nosotros, como en la proclama del 7 de febrero de 1870 que Céspedes comienza: “Hijos de Cuba, hermanos míos, acudid al grito de la patria, engrosad sus batallones, el triunfo nos espera. Odiad las disensiones, preocupaciones y provincialismos; todos somos hermanos, unidos por el amor como por el deber”.

Si en la versión oficial del himno que hemos aprendido no se hubieran eliminado la segunda y la tercera octavas que Perucho asentó en su autógrafo, veríamos que allí también se entreveran ambos pronombres. Recordemos que en la última estrofa decía: “Contemplad nuestras huestes triunfantes, / contempladlos a ellos caídos, / por cobardes huyeron vencidos: / por valientes sabemos triunfar! / ¡Cuba libre! podemos gritar / del cañón al terrible estampido, / ¡del clarín escuchad el sonido / ¡¡a las armas!!, valientes, corred!”.

Que solo los ocho versos iniciales de la pieza hayan sobrevivido en la letra que cantamos implica la desaparición de esas formas correspondientes al pronombre nosotros y da pie a la humorada de Guillén, quien “recrimina” al autor del himno haber escrito corred, conminando a otros a la acción, en vez de involucrarse en ella, diciendo corramos.

En cuanto a las estrofas segunda y tercera originales del himno, vale agregar algunas consideraciones.

Una perspicaz estudiosa como Zoila Lapique sostiene que fueron eliminadas para evitar ofensas a España y a los españoles. No brinda fecha, ni siquiera tentativa, para la exclusión. Tampoco aclara quién o quiénes la consumaron. Sin embargo, acota: “De todas formas, la versión total fue conocida por los cubanos independentistas”.

El sitio EcuRed se arriesga a mayores precisiones: “Al oficializarse como himno nacional de Cuba, una vez independizada la isla, se suprimieron las estrofas que, producto de casi cuatro siglos de humillaciones e ignominias, a partir de entonces herían la sensibilidad del pueblo español, al cual los cubanos hemos permanecido siempre muy unidos por lazos de sangre y de cultura”.

Ambos criterios son atendibles, a pesar de que ninguno se sustenta sobre datos probatorios. En primer lugar, porque similares situaciones se dieron con los himnos nacionales de otros países latinoamericanos tras haber culminado sus respectivas guerras y haberse constituido en repúblicas independientes.

En segundo lugar, vendrían en auxilio varios documentos del gobierno provisional instituido en Bayamo tras la toma de la ciudad por los insurrectos. Un lector de Escambray los ha proporcionado. Se trata de fotocopias de circulares —firmadas por Céspedes y el propio Perucho a finales de octubre de 1868— en las que se incluye la letra y partitura de La bayamesa, oficializándola como “himno de combate para todas las fuerzas militares que estén al servicio de la Patria”. En ellas se asientan las tres octavas.

Si lográsemos cotejar esas fotocopias con sus originales de archivo y dispusiéramos de circulares parecidas provenientes de los sucesivos gobiernos que, después de la Asamblea de Guáimaro, se establecieron en los campos insurrectos de Cuba, pudiéramos respaldar con total seguridad la idea de que la segunda y tercera octavas de la composición alcanzaron plena difusión, al menos en el ámbito militar, durante la Guerra de los Diez Años.

Pero, hasta ahora, lo que del siglo XIX conocen o han hecho público los investigadores sobre el himno son: la copia manuscrita que Perucho regaló a Ada Morel, las versiones apócrifas y las difundidas a través de Patria, la antología Los poetas de la guerra y otras publicaciones decimonónicas como Revista de Cayo Hueso o el periódico La Independencia. Salvo en el autógrafo, en el resto solo aparece reproducida la primera octava.

Hasta tanto se descubran nuevas evidencias, parecería acertado suponer que los 24 versos del original hacían demasiado extenso el canto y se optó, casi desde un inicio, por dejar solo ocho, los que en verdad habrían de memorizarse e interpretarse. No por gusto, en el testimonio de Fernando Figueredo Socarrás —tantas veces citado—, el patriota asevera: “En seguida Pedro Figueredo rasga una hoja de su cartera, y cruzando su pierna sobre el cuello del indómito corcel, escribe la siguiente octava”. Al oficializarse la pieza como himno nacional, sancionando por ley lo que la práctica había asentado desde hacía mucho, quedaron solo ellos.

Valga aclarar que, sin embargo, esto no impidió que en pleno siglo XX circularan versiones del himno con la adición de estrofas espurias, según refiere Flora Mora y puede constatarse en el texto compilado por Regino Boti en su antología La lira cubana, donde la composición alcanza un total de ¡96 versos, distribuidos en 24 estrofas!

Como se aprecia en esta serie de trabajos que Escambray ha difundido, en franca paradoja con la política cultural de nuestro país y con el peso que en el sistema educativo cubano tiene la formación cívica y de los valores relacionados con el patriotismo y la identidad nacional, no solo tenemos una representación gráfica oficial de la letra del himno con serias deficiencias, sino que, además, se dificulta gravemente su consulta y, en consecuencia, se divulgan usos gráficos sin ningún amparo legal, tanto en los medios masivos de comunicación como en textos básicos para la enseñanza y en la literatura especializada.

Para colmo, en muchos de esos textos aparecen afirmaciones superficiales o erróneas sobre la historia de la composición. Desestimando hallazgos y discusiones —antiguas y contemporáneas— en torno a asuntos aún polémicos, se ofrece una imagen de la génesis y devenir del himno en la cual se omite toda referencia acerca de lo que aún se ignora, o —peor— se da por hecho lo que se conoce mal o a medias.

Resulta obvio que ese estado de cosas debe ser cambiado.

Pedro de Jesús

Texto de Pedro de Jesús
Miembro Correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua. Narrador y ensayista. Premio Alejo Carpentier.

Comentario

  1. Delia Rosa Proenza Barzaga

    Estimo de altísimo valor este grupo de trabajos relacionados con el origen y evolución del Himno Nacional. Considero, además, que debería dárseles uso en las instituciones educativas, para que además de conocer la letra exacta y hasta los fragmentos de la canción original que fueron suprimidos, se consiga que tanto los niños como los adultos lo canten (mejor dicho, parafraseando esta última parte, lo cantemos) como es.
    Repárese en el título, escuchad, o en la última palabra de la primera estrofa, corred. Con dolor escucho a diario, hasta entre personas instruídas, y hablo de citas en las que hay, por ejemplo, solo personal de dirección, el infinitivo del verbo en lugar de esas formas verbales.
    Igual se escucha «Al combate’ s…» y luego «correr». Me avergüenza que eso suceda, cuando una de las primeras cosas que se debe enseñar al llegar a la escuela es la letra de nuestro Himno Nacional. Y luego se les escucha a muchos menores, en los tan recurrentes juegos a ser maestros, la lección mal aprendida.
    El día que se ponga el acento en ello en cada escuela y en cada hogar seremos mejores ciudadanos de este país. Ya Escambray alguna vez comentó esta realidad, pero nada ha cambiado.

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