¡Vieja, estoy vivo!

La solidaridad y la previsión alejaron la muerte de estos predios y mantuvieron con vida a los espirituanos acogidos en casas y en centros de evacuación   Parecía que a las paredes les daban con una mandarria (+fotos) Mensaje de Raúl al pueblo de Cuba: La Revolución no dejará a

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A pesar de los daños, los espirituanos preservaron lo más preciado, la vida. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

La solidaridad y la previsión alejaron la muerte de estos predios y mantuvieron con vida a los espirituanos acogidos en casas y en centros de evacuación

 

Parecía que a las paredes les daban con una mandarria (+fotos)

Mensaje de Raúl al pueblo de Cuba: La Revolución no dejará a nadie desamparado

 

Desde hace cinco días, Eugenia Benítez y su esposo duermen sobre el colchón aún mojado, cubierto por un nailon. Al menos intentan conciliar el sueño. Así y todo, el sobresalto los despierta una y otra vez cuando recuerdan los demonios sueltos del huracán Irma, empecinados en hacerle trizas el techo de tejas criollas de su casa en Yaguajay, que en la madrugada del último sábado parecía deshojarse como la majagua del patio. A la hora cero, el meteoro no les dejó opción: cuando aquello se puso más feo, acabaron por refugiarse debajo de la meseta de la cocina.

“Estábamos en medio de un terremoto”, aclara la sexagenaria mujer, quien no le perdió ni pie ni pisada al ciclón —gracias a la Televisión Cubana— desde que transitaba por encima de Puerto Rico. “Si ese bicho nos viene pa’rriba, nos va a moler”, le había advertido Diosdado, su compañero de vida. A medida que el fenómeno meteorológico cogía el trillo de la costa norte cubana, la inquietud se cebaba en ellos: su único hijo permanecía en funciones de trabajo en la cayería avileña.

Irma —el primer huracán en conservar la categoría 5 durante tres días consecutivos en los últimos 51 años— no escuchó los pedidos de Eugenia ni  de otras madres de que recurvara hacia el norte, como lo pronosticaban los meteorólogos, y se esfumara en el Océano Atlántico. Terca, se afincó en las costas de Yaguajay para deshacer a sus antojos allí y en el resto de la provincia, que amaneció el domingo como tierra arrasada.

Poner en cintura tanto destrozo llevará tiempo, gastos y muchas manos halando parejo; esas manos que pusieron a orear las ropas y los colchones al menor amago del sol; esas manos que de inmediato cosecharon lo que quedó en pie en los campos agrícolas; esas manos esmeradas todavía en traer de regreso la electricidad a varios sitios de la geografía espirituana…

Si algo está prohibido ahora es el descanso. No se precisa dictar resoluciones ministeriales para ello. La presidencia del Consejo de Defensa Provincial, que plantó campamento en Yaguajay mucho antes del paso de Irma, ha orientado aprovechar todo lo rescatable, incrementar las producciones locales de materiales de la construcción y actuar cohesionadamente y con celeridad para solucionar las urgencias que más afectan a los espirituanos en este minuto.

Si algo no está prohibido ahora es la solidaridad; esa solidaridad llevó a vecinos de la calle Julio Antonio Mella, en Sancti Spíritus, a improvisar un fogón en la acera en medio de un recalmón, y con cuatro o cinco palos hicieron una caldosa colectiva, al mejor estilo del 27, en espera del 28 de Septiembre.

Esa solidaridad y la previsión alejaron la muerte de estos predios y, en específico, mantuvieron con vida a los miles de coterráneos acogidos en casas de familiares, amistades y en centros de evacuación, como lo resalta Eugenia, a quien le vino el alma el cuerpo solo cuando escuchó la voz intermitente de su hijo, gracias a un móvil, desde la cayería norte: “¡Vieja, estoy vivo!”.

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

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