Abrir un cadáver es como abrir un cofre

Revela Freddy Román Esquijarrosa, quien durante más de tres décadas se ha dedicado a la tanatología en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos

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Freddy asegura que para ser tanatólogo hay que tener un carácter noble. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Parado frente al cadáver las manos no le tiemblan. Con el bisturí disecciona sin titubeos cada pieza del cuerpo inerte para escrutarla, luego, en el microscopio. Solo después recoloca todo en su sitio, como si nada se hubiese tocado. Y los puntos cuidadosos para no dejar huellas.

Freddy Román Esquijarrosa no es un asesino en serie como el de las películas, por más que la muerte se le haya vuelto un suceso tan cotidiano. Viste bata blanca y tampoco es médico. Opera —o casi lo hace— y no es cirujano. Trabaja en la morgue del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos.

“Primero fui camillero allá en el Materno viejo —como aún hoy muchos le llaman al otrora Hospital Materno Provincial— y poco a poco se me fue despertando esta vocación. Empecé por lo más difícil: el primer caso fue hacerle la necropsia a un niño. Son los más complicados, porque siempre los papás se te acercan entonces tu sentimiento se te…, cuando te abrazan qué te haces. Es mucho más impresionante porque uno tiene hijos, familia; pero en ese momento no puedes demostrar nada, sino tu profesión”.

Han pasado más de tres décadas y aún hoy no sabe explicar qué le despabiló la curiosidad para inmiscuirse de por vida en el mundo de la muerte. Lo único que puede asegurar Freddy —ese hombre de mirada límpida y manos de orfebre— es que para ser tanatólogo basta padecer como suyo el dolor de los otros.

“Para este oficio hay que tener buenos sentimientos y un carácter noble para tratar a la familia. Es un poco difícil, pero a través de los años he adquirido esa fuerza sicológica para enfrentarme a la muerte, pues a veces quisiera llorar con los familiares pero no puedo. Además, se aprende a darle importancia a la necropsia, porque a través de este proceder se llega a muchos diagnósticos”.

Le valieron, quizás, las lecciones de Milagros Romero, la doctora que lo enseñó hasta a hacer pases de biopsia aunque no se incluyera en sus funciones o de Vicente, ese eviscerador que llegó a ser médico y a especializarse en Anatomía Patológica.

Por más que se haya arropado en una coraza de fortaleza, a Freddy tampoco le han faltado otras astucias: el brazo en el hombro para aliviar angustias, las explicaciones oportunas para disipar tormentos, la serenidad para calmar no pocos dolores.

“Todo el mundo lo que piensa es que la necropsia es picar y picar y no es así. He tenido familiares que han llegado agresivos y me he sentado a su lado a explicarles, porque no se trata de entrar el cadáver y cerrar la puerta, eso es mala educación; hay que sentarse con ellos y decirles: Miren, a ustedes les gustaría saber cuál fue la enfermedad por la cual su familiar falleció, a lo mejor puede ser algo hereditario que gracias a la necropsia se sabe”.

Y las palabras de gratitud, después, entre lágrimas, y los agradecimientos sin recompensas en la calle cuando más de uno lo reconoce: ¡Ay, Freddy, cómo agradezco lo que hiciste aquel día con mi mamá!

Por sus manos de dedos larguísimos y delicados que ahora mismo se muestran tan intranquilos han pasado desconocidos y también amigos entrañables. A ninguno le ha faltado la exquisitez en la toma de cada muestra o la pulcritud de un procedimiento que ha permitido alargar velorios. Muchos ni lo sospechan.

“He tenido situaciones aquí que es para sellar la caja y yo he estado dos o tres horas haciendo una reconstrucción de lo que es la bóveda de la cabeza, por ejemplo en casos de Medicina Legal que le han pasado gomas de carro por arriba, y gracias a mi experiencia los familiares han podido ver a la persona mientras la velan”.

Lo ha ejercitado en años: la necropsia no es un acto de laceración como se cree; sino de ciencia. Tanto que hasta ha perfeccionado técnicas para que a la vista de los familiares las heridas duelan menos.

“Hay casos en que la necropsia se hace desde la tráquea, como son los ahorcados, pero yo he hecho una nueva técnica en forma de Y —para ilustrarlo dibuja un vértice que va de un hombro a otro para fundirse, luego, en una línea que va a morir en la región del pubis—. Cuando le hago esa sutura y le pongo la camisa o el pulóver, no se le ve. Es una operación, aunque esté fallecido es una operación. No es llegar y tirarlo arriba de una mesa y picar por picar, es una necropsia que requiere cuidado, hacer una incisión para que no se vea y suturar bien sin que quede un espacio abierto. Nosotros somos cirujanos, pero ya cuando la persona está fallecida”.

Lo sabe: de la precisión en el corte de cada bloque depende que, a la postre, las muestras tomadas para estudios histológicos sean útiles. Y en sus manos está la revisión meticulosa de cada órgano y los hallazgos todos.

“Abrir un cadáver es como abrir un cofre porque te muestra muchas cosas que no sabes que vas a encontrar. El otro día hice una necropsia y el familiar me había dicho que el fallecido se quejaba mucho y yo quisiera que vieras la piedra en forma de riñón que le saqué de la vejiga”.

¿Nunca ha pensado en la posibilidad de que, algún día, usted también va a estar en esa mesa?

“Bueno, por ahí pasamos todos. Esté yo o no esté la morgue y los estudios tienen que continuar, porque gracias a la necropsia se han descubierto muchas cosas y sin necro no hay nada. Yo estaría dispuesto a que me la hicieran, si tengo que dejar un documento lo dejo porque yo no sé de qué voy a morir y tengo familia y ellos quisieran saber de qué morí. Hasta ahora no he pensado en eso, es mejor estar vivo para seguir haciendo mi trabajo como hasta hoy”.

Quien lo ve con la bata blanca de mangas largas no puede advertir que haya pasado más de tres décadas de su vida entre formol y pesares ajenos y mucho menos imagina que cuando aquella puerta se cierra y el cuerpo exánime se desnuda sobre la mesa, ese mismo hombre se desvela por hallarle respuestas a la muerte.

Ciencia de antaño

Según la etimología de la palabra, tanatología proviene del griego: Thanatos, que era el nombre dado a la diosa de la muerte en la Mitología helénica, y Logos, cuyos significados son: palabra, estudio, tratado, discurso. De ambos vocablos —de acuerdo con el Diccionario de religiones— la Tanatología se define como la ciencia que se encarga de encontrar sentido al proceso de la muerte.

Tal definición fue acuñada por el médico ruso Elías Metchnikoff en 1901 y a partir de entonces comenzó a verse la Tanatología como una rama de la medicina forense, encargada no solo del fallecimiento, sino de todo lo relativo a los cadáveres desde el punto de vista médico-legal.

Pero, en la práctica se dice que es mucho más que ese concepto, pues deviene disciplina integral al conjugar métodos científicos y técnicas forenses para enfrentar la muerte desde varios saberes: la medicina, la psicología, la enfermería, la antropología física y la religión.

De ahí que el tanatólogo sea esa persona que brinda acompañamiento y seguimiento durante y después del deceso. Y no es que haya desvirtuado tal esencia; mas, a la luz de estos días, en Cuba quienes ejercen ese oficio se dedican, también, a la realización de la necropsia, proceder que resulta de vital importancia para el posterior estudio histológico de los cadáveres.        

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Freddy, mi amigo de juventud. Profesional en su desempeño como tanatólogo fue de mucha ayuda en el fallecimiento de mi madre, a él mil gracias.

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