El abogado de la caña

Himeldo Díaz Roig convirtió este cultivo en la pasión de su vida y desde hace 43 años lo defiende en todas las tribunas agrícolas

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Himeldo se desempeña actualmente como especialista del cultivo en la Empresa Azucarera Sancti Spíritus. (Foto: José Luis camellón)

Si un defensor desde el surco y la teoría ha tenido la caña en Sancti Spíritus ha sido Himeldo Díaz Roig, ingeniero agrónomo con una vida entera dedicada al cultivo e integrante de aquella hornada de especialistas que décadas atrás marcaron época con el desarrollo cañero-azucarero del central Uruguay, y todavía a los 63 años desgrana experiencia en busca de la recuperación del sector.

Su expediente agrícola no es exclusivo porque en una provincia con arraigo en el azúcar son muchos los profesionales que han gastado las botas al lado de los plantones. Mas una singularidad sí distingue ese largo recorrido de 43 años consagrados al cañaveral: combinar el trabajo práctico con el estudio teórico de la planta, método que lo ha llevado al rango de ser considerado un respetable especialista, tanto que algunos lo llaman “la Ciencia de la caña en el territorio”.

Pese a haber nacido bajo los aromas del tabaco, en la Loma del Ñame, allá por Los Limpios de Taguasco, su guardarraya se despejó en el lejano 1972 cuando matriculó la especialidad de Caña en el entonces tecnológico que funcionaba en La Cachurra, cerca de Sancti Spíritus.

Luego su horizonte laboral tomaría un rumbo sin retorno en 1975: las plantaciones del central Uruguay. A partir de ahí la caña lo atrapó para siempre, se hizo ingeniero en 1981 y empezó una agenda de trabajo donde apenas tuvo horario el reposo.

Escambray quiso surcar el itinerario cañero de Himeldo Díaz Roig, tal vez el más experimentado de cuantos especialistas permanecen hoy alrededor del cultivo, no solo por esa fidelidad al plantón, sino también porque durante décadas ha sabido combinar teoría y práctica con responsabilidades políticas y sociales y, aún el futuro de la plantación pasa por el prisma de sus conocimientos.

¿Cómo nace el apego al cultivo?

Cuando estaba en noveno grado unieron a todos los estudiantes de ese año de la Región Sancti Spíritus en una instalación adjunta al Instituto Tecnológico con el fin de despertar el interés de los alumnos hacia este perfil y fui uno de los tres que optaron por la especialidad en Caña.

En el Uruguay estuve en varias funciones, me desempeñé un tiempo como jefe de Agrotecnia en la Delegación Provincial y luego fui subdirector agrícola del Uruguay entre 1984 y 1992, la época de las grandes producciones de azúcar: en cinco zafras se sobrepasaron las 200 000 toneladas.

Sin ser investigador me he dedicado al estudio porque para cualquier decisión hace falta el conocimiento. Me gustó y me gusta el cultivo, soy un apasionado de la caña, por eso la defiendo a capa y espada en cualquier escenario.

¿Por qué parece imposible recuperar el cañaveral?

Ha sido difícil por varias cosas y lo primero es la necesidad de lograr disciplina tecnológica; hay que rescatar la producción de la semilla, uno de los mayores aciertos que tuvo el territorio. Es preciso concebir bien la actividad que corresponde en cada momento, por ahí se nos escapa gran parte del resultado que buscamos.

La cuestión no es solo sembrar mucho, se trata de atender bien lo que tenemos, la otra clave está en que no vamos a recuperar la caña hasta que no logremos composición de cepas, llevar siempre a zafra un nivel de áreas de ciclo largo, campos de 17 y 18 meses en adelante, ese fue uno de los elementos determinantes en aquellas grandes producciones azucareras del Uruguay.

Lo óptimo es moler en cada cosecha más del 30 por ciento de la materia prima en ese rango; por ejemplo, en esta campaña esa composición si acaso llega al 5 por ciento. La gran ventaja de esto es que logras un incremento en la producción de caña sin costo alguno, a base de aumentar el rendimiento; además, esa cepa se fortalece y los retoños después son superiores y más duraderos.

Cualquiera te puede decir que en los años de esplendor Uruguay tenía resultados porque no le faltaban los recursos. Te digo que aquella abundancia se compensa hoy con la calidad de la maquinaria y de los recursos actuales, ahora lo que tenemos es que darles un empleo más eficiente y técnico.

¿Qué tenemos que hacer?: desde mi experiencia diría que concebir siembras lógicas, no siembras en excesos, moler lo planificado para hacer reposiciones chiquitas y poder rescatar las áreas vacías.

Si me preguntaras qué me preocupa, te señalo que la carencia de fuerza calificada, no veo claridad en el relevo y eso puede volverse muy negativo para el cultivo porque hemos transitado a una tecnificación disminuyendo la fuerza calificada.

¿Pero por qué si durante años los cañeros no han dejado de trabajar la agricultura no llega ese salto en la materia prima?

Para el país es muy bueno que después de cumplir el plan se muela más caña y se aporte más azúcar, pero eso daña las zafras siguientes en la provincia, porque una composición de cepas la liquidas en una cosecha y después demora varios años reponerla.

Lo otro es que si queremos caña hay que respetar la decisión agrotécnica y si en el campo no mandan los cañeros con basamento técnico no habrá cañaveral, porque el rescate del cultivo hay que hacerlo con manejo sin dejar de cumplir con la zafra.

¿Cuánto de esa deuda de materia prima es por no aplicar del todo bien estos conceptos o por la incidencia del clima?

El clima es más adverso, pero no creo que sea el culpable, nos toca trabajar mejor técnicamente, adaptar las labores a esos cambios. La variabilidad climática no es un obstáculo para tener más caña y sí lo es no respetar la disciplina tecnológica.

Además de defender la caña me considero un eterno capacitador y tengo el criterio de que muchos de quienes dirigen las unidades productoras están faltos de capacitación. No es que todo el que administre sea ingeniero, pero sí debe tener algunos conocimientos teóricos básicos para darle un buen manejo al campo.

Tampoco trato de imponer esto o aquello o creerme más especialista que otro, sino usar la capacitación para explicar también por qué hacerlo de esta u otra forma, nadie se imagina la importancia de ese método, por eso dedico mucho de mi tiempo actual a los porqués, eso es clave para demostrar el conocimiento.

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Momento en que Himeldo Díaz entrega a Pepín Naranjo, entonces jefe del Grupo de Coordinación y Apoyo, un cuadro alegórico a la visita de Fidel al Uruguay.

¿Qué vivencias recuerda Himeldo de la visita de Fidel al Uruguay en mayo de 1989?

A Fidel le llamaba mucho la atención como siendo un coloso el central Uruguay podía ser eficiente; alrededor de eso se le dio mucha información, una de las fortalezas del ingenio, que todavía sostiene, es la tremenda fuerza técnica, capacitada, preparada y de experiencia. Sin chovinismo te digo que el cañero del Uruguay, incluyo al ingenio, es distinto al de otros lugares del país, siente por la zafra y el central, lleva por dentro un gran sentido de pertenencia.

Otra de las cosas que se le informó, en lo que veníamos dando pasos, fue el desarrollo cañero, quedó muy entusiasmado con aquellas perspectivas y pudo comprobar el tremendo potencial de desarrollo que había en el central y las áreas agrícolas. Además, eso era una respuesta a la entrega de recursos que él personalmente había asignado para impulsar la caña en Jatibonico.

Me tocó exponer algunas cosas de ese programa, pidió detalles de las perspectivas del riego. Como tuve que intervenir varias veces en la reunión y dar explicaciones concisas, se interesó por el cargo que yo tenía, le respondí que subdirector agrícola y me dijo: “Por eso tú te sabes todos estos números de memoria”.

Terminada la reunión él intercambió otra vez conmigo mientras tomaba guarapo, porque quiso saber de qué variedad era y le dije: “Comandante, es la CP 5243”, esa era muy azucarera; preguntó también por qué era buena la Cuba 120, otra caña azucarera y en aquellos tiempos muy comercial.

Me pasó algo curioso, y es que el día antes de la visita un compañero del área de Protección en el central me preguntó dónde había una caña buena para guarapo; sin saber nada le indiqué un campo por la zona de El Meso que no se había cortado en la zafra. Cuando vi a Fidel tomándose aquellas copas de guarapo comprendí entonces para qué me habían hecho la pregunta.

¿Podrá vivir Himeldo separado del cañaveral?

Tendré que acostumbrarme, a esta altura por lo único que cambio la caña es por el retiro, necesito algo de tranquilidad pues tengo varios problemas de salud graves. En las etapas iniciales el trabajo me robó el tiempo para atender a la familia, además, las zafras en Uruguay eran muy duras, demandaban sacrificio y entrega total.

Para nada me reprocho aquel tren de trabajo, hubo un resultado, lo disfrutábamos, quieres cosas más grandes que los reconocimientos a través de cartas que nos hizo el Comandante en Jefe, hasta estímulos materiales con la cantidad de carros que entregó.

Vivo con el orgullo de ser parte de las producciones de aquellos años que tanta gloria dieron a la provincia. Toda la vida he sido un profesional consagrado al cultivo de la caña y hoy lo que más me duele es que pudiendo tener más materia prima todavía estemos en deuda con la recuperación cañera.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

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