Maceo y Che: paladines de América

Nacidos en dos siglos distintos y en dos países diferentes, estos dos hombres confluyeron infinitamente más que en la fecha fortuita de nacimiento Aunque la Cuba colonial de 1845 y la Argentina republicana de 1928 tuvieran muy poco que ver entre sí, existe una confluencia histórica singular entre dos hijos

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Maceo y Che. (Autor: Falco)

Nacidos en dos siglos distintos y en dos países diferentes, estos dos hombres confluyeron infinitamente más que en la fecha fortuita de nacimiento

Aunque la Cuba colonial de 1845 y la Argentina republicana de 1928 tuvieran muy poco que ver entre sí, existe una confluencia histórica singular entre dos hijos de estos dos países fraternos que los unen de manera ejemplar por sobre el tiempo y el espacio americanos.

Porque, nacidos un 14 de junio en dos siglos distintos, en dos países diferentes, en familias de dispar arraigo, con mezclas étnicas disímiles, criados en ambientes desemejantes y con ocupaciones heterogéneas, el cubano Antonio Maceo Grajales y el argentino Ernesto Guevara de la Serna confluyeron, sin embargo, en las más profundas esencias, aquellas que hacen de los individuos seres excepcionales por su capacidad de luchar y de servir.

De Maceo y Che se ha dicho con razón suprema que son dos personalidades vigorosas, de honestidad a toda prueba, paladines de la verdad, intransigentes en el cumplimiento de sus deberes, celosos guardianes del honor y la dignidad de sus personas y de sus pueblos.

También, que la gente simpatizaba de inmediato con ellos por su naturalidad, sensibilidad humana, camaradería, lealtad, franqueza, lenguaje apacible y reposado, cualidades que no excluían el valor espartano, la rebeldía, la tenacidad, el desprecio al peligro y la costumbre de ocupar siempre el puesto más arriesgado en el combate.

En Maceo y Che se observa una pronunciada identidad de pensamiento y de proyección ante los problemas vitales de sus épocas relacionados con la libertad y la soberanía de los pueblos, en el sentido en que Martí y Bolívar concibieron lo que nuestro Apóstol calificó de Madre América.

A raíz de su hombrada en los Mangos de Baraguá, Maceo peregrinó por varios países de la región, como Haití, Santo Domingo, Jamaica, Honduras, México, Panamá y Costa Rica, llegando a ganar por sus virtudes, la amistad personal de dignatarios y el aprecio de personalidades señeras de esas naciones, contribuyendo al progreso de sus pueblos e, incluso ocupando altos cargos en algunos de ellos.

El joven Guevara se lanzó a la “conquista” del inmenso espacio del sur y el centro americanos, con sus viajes en motocicleta o en canoa, en balsa, en tren o en avión, por la propia Argentina natal, por Chile, Perú, Brasil, Venezuela, Guatemala, México; cada vez con un conocimiento mayor de la realidad y necesidades insondables de las masas preteridas y hambreadas.

En su patria de origen había estudiado Medicina y la ejerció entre leprosos e indigentes en ese accidentado periplo en tierra inca, pero se percató de que, más que médicos del cuerpo, lo que primero necesitaba el continente eran galenos capaces de curar los ingentes males sociales acumulados desde la conquista.

En 1954, la experiencia en la invadida Guatemala lo llevó a México y de allí, a fines de 1956, bajo el liderazgo de Fidel, a la Cuba irredenta, donde cambió el atuendo y el maletín de médico por el fusil y creó la prensa insurrecta, como Radio Rebelde y un émulo de El Cubano Libre, con igual nombre, que ya en la manigua redentora décadas atrás había surgido por iniciativa del general Maceo.

En dos centurias distintas, confluyen Maceo y Che en la hazaña imperecedera de la invasión en dirección al occidente de la isla; el Titán, a la vera de su maestro, el dominicano Máximo Gómez, y el sagaz guerrillero, a la par de su excelso alumno cubano, Camilo Cienfuegos Gorriarán.

La llegada de Maceo a Mantua, en el extremo oeste de Cuba, a fines de 1895, se equipara en el tiempo con la liberación de Santa Clara por el Che, el último día de 1958. Ambos frente a miles de soldados enemigos, en total desventaja numérica y de armamento, pero con la moral en el cenit. Vistas las dos excelsas trayectorias, destacan en el respectivo ideario, la coincidencia profunda en la proyección patriótica internacionalista y antiimperialista de Antonio Maceo Grajales y Ernesto “Che” Guevara, que entronca con los grandes retos de la época actual.

Porque si el Che se fue al Congo a tratar de redimir la sangre de Lumumba y luego marchó a Bolivia y la inmortalidad tras el ideal de liberación americana, Maceo plasmó en una carta a Anselmo Valdés en fecha tan temprana como 1884: “Cuando Cuba sea independiente solicitaré del Gobierno que se constituya permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava esa porción de América”.

Y ese objetivo lo reitera luego en más de una proclama desde la manigua insurrecta, como plantea, a propósito de la libertad de Cuba: “Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.

Entrando ya en la historia con tableteo de ametralladoras y gritos de muerte y de victoria, el Guerrillero Heroico plasmó un sentir similar cuando legó para la posteridad: “Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica”.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

Comentario

  1. Me parece un desacierto mostrar en la primera plana de este diario digital, leido en el mundo todo, a los dos titanes cubanos en estampa tan deportiva,muy alejada de sus vidas azarosas y hazañosas.

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