Uniformes escolares en tela de juicio

Lejos de disminuir, cada vez es mayor la incongruencia entre las proporciones físicas de los alumnos y las tallas de las prendas que deben vestir para el colegio

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Cada año se repite la escena de que para niños mayormente pequeños los uniformes disponibles sean de tallas grandes. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Con la naturalidad de sus seis años, Amy se exhibe ante un grupo de personas. Sostiene sobre su cintura el extremo superior de la saya color rojo vino, que le tapa las piernas, y exclama en tono simpático: “¡De aquí me pueden sacar dos!”. Su madre, Maydelín Jiménez Blanco, funge como especialista en Gestión de la Calidad de la Unidad Empresarial de Base Confecciones Cumbre, a cargo de la hechura de los uniformes escolares que se distribuyen en esta provincia.

Durante la búsqueda de Escambray a instancias de muchas familias inconformes, lo de Amy ha sido una demostración tan breve como ilustrativa. En septiembre comenzará el primer grado y necesita la talla 4, pero aunque Maydelín fue por el uniforme bien temprano el primer día de venta, no tuvo otra opción que comprar la 16. “El curso pasado me vendieron una 14. Esta vez, enseguida que llegué aquí, fui con mi analista de producción y comprobé que todo se hizo según la demanda entregada por nuestra empresa nacional (Confecciones Boga), que se supone corresponda a las necesidades de Educación. Hicimos y entregamos 7 000 prendas de tallas pequeñas, ¿dónde están?”, razona e indaga con aire de estupor.

No solo a ella, también a Omar González Fanjul, director de la entidad a cuyas oficinas llegó el medio de prensa, le cuesta creer lo que Escambray cuestionó hasta que tuvo ante sus ojos la Resolución Ministerial No. 210 del 2014 del Ministerio de Educación, Normas y procedimientos para la organización, planificación y control de los recursos de la base material de estudio y de vida destinados al aseguramiento de un curso escolar. En su Artículo 14, inciso No. 7, establece como único requisito para adquirir los uniformes la presentación del bono, sin que conste la talla; a su vez, en el inciso No. 1 precisa: “La determinación de la demanda por curvatura de tallas y por tipo de uniforme la realiza el Grupo Empresarial de Comercio en cada territorio en el mes de abril”.

Comercio, que no tiene delante a los discípulos y que los ve, si acaso, al momento de poner los uniformes escolares en manos de sus progenitores. Comercio, que cada año constata, según numerosos dependientes encuestados por esta publicación, cómo para infantes mayormente delgados y pequeños lo que más hay en sus respectivas unidades son piezas enormes. “Abundan las tallas de la 16 en adelante; lo que son 4, 6, 8 y 10 esta vez fueron tan pocas que casi ni las vimos”, dice una trabajadora con más de tres lustros de experiencia para quien este año ha sido el peor de todos. De acuerdo con su consideración producir muchas unidades de esas tallas sería la solución al problema.

Entre los meses de abril y mayo suele pasarse revista al tema de los aseguramientos del venidero curso, pero la dinamita del uniforme explota solo cuando comienzan las ventas. Alguien en una de las tiendas que expenden el vestuario sugirió que allí donde lo fabrican era donde se definía la cuestión. “Si no hacen algo diferente, el año que viene usted va a venir de nuevo y vamos a estar conversando lo mismo”, comentaba.

Confecciones Cumbre, no obstante, demostró estar libre de polvo y paja en lo tocante al tema. La curvatura de talla o cantidades específicas de unidades con las medidas correspondientes a una talla u otra —dicen y confirman allí con documentos— obedece a la solicitud de su entidad nacional, a quien le fue entregada antes por el Ministerio de Comercio. Y con las pacas de uniformes, sin uno de más ni uno de menos, viajan sus medios de transporte hasta la Universal, en Cabaiguán, que asume la distribución.

Las escuelas, que alguna vez se involucraron en la colocación de la talla del discípulo en el bono entregado a los padres cuando a su hijo le corresponde uniforme nuevo, ya no lo hacen. Aquella vez resultó peor que antes, porque luego de la tranquilidad venía el desencanto: en la tienda no había esa talla en existencia.

Desde que en el 2014 los Ministerios de Educación y Comercio se pusieron de acuerdo, hay paz relativa en la subdirección económica de las estructuras del primero. Con casi dos años de anticipación realizan en dichas oficinas el levantamiento de los uniformes que se necesitarán, por grado y sexo, para otro septiembre. Ahora mismo ya se tiene impresa la supuesta demanda por tallas para el curso 2019-2020.

Si encajarán o no esas prendas en los cuerpos de sus futuros dueños es cosa de adivinar, porque no hay nada de científico o de matemático en los cálculos para determinar cuántas deberán ser de este tamaño o del otro. Por descabellado que parezca, las administraciones de los centros comerciales tienen potestad para solicitar las tallas, solo que lo hacen según su imaginación y experiencia.

En El Cañonazo, el centro comercial de mejor desempeño en este aspecto en el municipio cabecera, usan el razonamiento lógico para lograr cierta correspondencia entre la oferta y la demanda. Con todo y eso, ahora mismo se quejan de lo elemental: desconocen la cantidad de alumnos de cada grado a los que venderán y ni hablar de sus tamaños o medidas en un futuro.

Buena parte de las más de 141 000 prendas salidas de las fábricas de Confecciones Cumbre —radicadas en Trinidad, Guayos, Cabaiguán, Meneses y Sancti Spíritus— están por estos días en tela de juicio debido a los usuales desaciertos. En tanto, las sugerencias llueven: que Educación informe al centro comercial las matrículas por grado y hasta posibles tallas para los mismos (parece lo más factible), o que el uniforme, como los restantes medios escolares, se entregue o expenda en los colegios.

Mientras alguien desde “arriba” decide cambiar lo que a ojos vista no funciona, enormes gastos y esfuerzos para garantizar uniformes útiles se ven opacados. No solo hay tallas grandes de más; hay también en demasía niños y niñas como Amy, cuyas prendas podrán ser vestidas solo engorrosos arreglos mediante que conllevan al desperdicio de un tejido que cuesta.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

5 comentarios

  1. si el que produce cobra por el tamaño de la talla ,ya tu sabes jamás se confeccionaran tallas pequeñas ,no solo hay que sacar la cuenta de lo que se derrocha sino que las familias la mayor\ia tienen que volver a pagar por el arreglo que casi nunca es poco,no es lo mismo arreglar una talla con una diferencia de de la 6 a la 4 que de la 14 a la 6 o de la 16 a la 6, considero que no hay que involucrar a Educación en esto hay estadísticas suficientes para que eso funcione porque el número de bajo pesos u obesos es de muy bajo porciento que pudieran ser los que presentaran insatisfacciones.

  2. deberian de realizar un levantamiento por escuelas con las tallas reales de los alumnos, k cada maestra se responsabilice de las tallas de sus alumnos y le pidan a los padres la realidad de cada necesidad, es injusto que se compren los uniformes y despues halla que hacerlos practicamente nuevos, no hacemos nada con decir vendimos los uniformes para el nuevo curso escoilar cuando realmente no son las necesidades reales. tenemos que hacer un gardeo de todas las acciones mal hechas, de lo contrario nunca tendremos un pais acorde con los pensamientos fidelistas.

  3. Por otro lado, hay que concentrar más el eslabón PRODUCTOR – CLIENTE FINAL. Pienso que las tiendas no tienen lugar en este proceso, porque son ajenos al mecanismo. Pueden ser los legalmente establecidos para la venta de los uniformes, pero es aquí donde se diluye el objetivo y donde se forma el enredo. Los uniformes escolares deben ir directamente a las escuelas, que son quienes consumen este producto, que además es MUY VARIABLE, lo cual se les escapa a las tiendas comerciales.

  4. Mayelin Martinez Perez

    Es verdad que la mayoria de los uniformes estan demasiado grande, es un abuso tanto gasto de telas, son uniforme por gusto, es como para decir se hicieron los uniformes y no es asi, al contrario por parte de las dependientes de las tiendas muy buena atencion y tratando buscar soluciones, pero deben buscar soluciones para este gran problemas con los uniformes, porque nuestros pioneros tambien se siente desencantado por esto y a nosotras las madres a buscar a las costureras para que desarmen completo los uniforme, porque yo por ejemplo una niña de 9 años con una talla de salla la 20, hay que hacerla nueva y si la costurera quiere y despues a ver como queda.

  5. Con tantos Joven Club de Computación que hay en toda la provincia, no pueden informatizar este tipo de dato tan simple como es la «Talla de uniforme escolar», por «nombres y apellidos», «grado escolar» y «escuela»????, es increíble. Ahora a justificarlo todo, hasta el ciclón Irma va a coger su pedacito.
    Utilicen las cosas que tenemos para beneficio de los objetivos que tenemos en cada centro de trabajo. Eso no depende ni del barco que no ha traído aún la materia prima, ni del bloqueo estadounidense. Sólo depende de nosotros mismos el que hagamos las cosas bien hechas. Por otro lado, es necesario que apliquen medidas disciplinarias contra los responsables de este tipo de mal uso de los recursos y estimular a aquellos que lo hagan correctamente, tal y como ocurre en cualquier producción. Se penaliza lo mal hecho y se estimula todo aquello que repercuta en beneficios, ahorros, eficiencia, eficacia, etc.
    Basta sólo con aplicar este principio.

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