Yo no vendo mi decencia (+ fotos)

En la vida del músico, compositor y director de orquesta Alfredo Castro Díaz, con más de medio siglo en el mundo artístico, convergen la sinceridad y el virtuosismo  Cuando Alfredo Castro Díaz le anunció a su padre la intención de convertirse en músico como él, este le dijo sin muchos

En la vida del músico, compositor y director de orquesta Alfredo Castro Díaz, con más de medio siglo en el mundo artístico, convergen la sinceridad y el virtuosismo 

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Alfredo ha recibido varios premios en orquestación en eventos dentro y fuera de Sancti Spíritus. (Foto: Arelys García)

Cuando Alfredo Castro Díaz le anunció a su padre la intención de convertirse en músico como él, este le dijo sin muchos miramientos: “Está bien, pero con una condición: tienes que hacer una carrera para que no te mueras de hambre”. Con la actuación en un baile por aquí y en otro por allá, nadie mantenía las bocas de una familia. El joven contaba con la mayor evidencia ante sus propias narices: pese a ser un saxofonista bien diestro, su papá Hideliso sobrevivía económicamente gracias a su oficio de chofer de un médico pudiente en la villa espirituana.

Incapaz de contrariar a su padre, el hoy instrumentista, compositor, arreglista y director de orquesta —con 53 años de vida artística— tuvo que torcer su destino al menos temporalmente, y no solo estudió Contabilidad, sino que la ejerció en Sancti Spíritus y en Santa Clara, cuando la Revolución apenas tomaba vuelo.

Y, aunque usted no lo crea, jura y perjura que ese mundo de números sí le aportó a su ejecutoria en la música, que contó entre sus maestros a su padre y al mismísimo Armando Romeu González con quien cursó Armonía, Orquestación y Dirección de Orquesta.

CARTAS CREDENCIALES

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La orquesta Monte Casino marcó mi paso hacia la verdadera profesión de músico, sostiene Alfredo. (Foto: Arelys García)

En el diálogo que inició en la casa de Alfredo, continuó encima de un Niva y terminó en la Redacción de Escambray, me confiesa que cierto día se llegó a donde vivía el afamado profesor en La Habana con una carta de recomendación: sus inquietudes musicales.

De este miembro de la dinastía de los Romeu, el espirituano aprendió el rigor, la búsqueda de la exquisitez. Recuerda la ocasión, cuando luego de vencer cuadras y más cuadras a pie para acudir a sus lecciones y llevarle la tarea al maestro, este le acotó: “Castro, desde el punto de vista armónico, está perfecta; pero repítemela porque no me has hecho las plicas derechitas como te exijo”.

Para esa fecha, el saxofonista ya había transitado en Sancti Spíritus por varias agrupaciones; léanse, Los Marcels, Los Armónicos y Rombo, entre otras.

Alfredo, ¿qué lugar ocupa la orquesta Monte Casino en su extenso itinerario artístico?

La orquesta marcó mi paso hacia la verdadera profesión de músico. Para mí fue una gran escuela, una escuela musical y más, porque hasta domó un poco mi carácter y mis correrías juveniles. Yo era algo indisciplinado y el maestro Jesús González, con una paciencia tremenda, logró hacer de mí alguien mejor.

¿Por qué aseguran que usted tiene mano de hierro y guante de seda en las sesiones de los tribunales de evaluación artística y del Consejo Técnico Asesor?

No es que tengas mano dura. Cuando aceptas y asumes estas funciones tienes que ser justo, y dejas de ser justo en dos direcciones: si no otorgas lo que se merece la persona y si le otorgas más de lo que se merece por un resultado artístico. Tienes que estar en el justo medio de la verdad y cuesta trabajo porque a veces el sentimiento humano te traiciona. Nunca te puedes olvidar de que tú eres un ser humano, y las personas que vas a evaluar lo son también. Pero estás en funciones no humanitarias; sino técnico-artísticas, y tienes que tirar la foto de lo que está ocurriendo en ese momento.

En el caso que haya alguien que no reúna los requisitos exigidos, tienes que ser lo suficientemente honesto para decírselo con mucho tacto y respeto sin ser cruel.

Sin embargo, no todos asimilan los señalamientos.

Suele pasar. En una ocasión fui amenazado por un compañero que dijo públicamente que me iba a volar la cabeza con un machete. Yo no soy ni Maceo ni Máximo Gómez y fui y le toqué en su casa. Le dije: Mira, te vengo a ahorrar tiempo y trabajo, saca el machete y aquí está mi cabeza. Y él: “No que…”. Pienso que actué correctamente, y lo que te dijimos fue para ayudarte, le expliqué. Lo neutralicé. Me brindó café; después se convirtió en uno de mis mejores amigos. Pudo erradicar los señalamientos y mejoró muchísimo.

¿De dónde le viene a Alfredo Castro eso de cantarle las cuarenta al más pinto de la paloma?

Desde niño en mi casa me dijeron que el hombre siempre tiene que ser honesto. Comprenderán que me habré buscado unos cuantos problemas; pero no renuncio ni voy a renunciar a eso y menos a esta hora de la vida.

Te pongo un caso. No hace mucho, un joven fue a la Empresa de la Música a ofrecerme una suma respetable de dinero a cambio del aval de profesionalidad. Se me nubló la cabeza de mala manera. Mi apartamento está en los altos. Le dije: Baja, no, vuela la escalera antes que te haga…”. Y el muchacho las bajó como si fuera Superman, de un salto. ¿Quién te dijo que yo soy sobornable? Yo no vendo mi decencia.

Y LA ORQUESTA SONÓ

A escasos días del inicio del Festival Internacional Boleros de Oro  de 2005, recibió la llamada telefónica del doctor José Loyola Fernández. Años atrás, el presidente del evento le había dejado en pie al espirituano la invitación de dirigir la Orquesta de la Radio y la Televisión Cubanas.

Ese era la ilusión de Alfredo, aunque no intentaría ser el austríaco Karayan o el italiano Toscanini o más acá, el cubano Duchesne Cuzán. “A veces me ponía frente al televisor y le decía a María Antonia, mi esposa: Me voy a morir y nunca podré dirigir una orquesta como esa”, recuerda.

Y la ansiada ocasión llegó, aunque para ese entonces padecía de catarata, y había malogrado la intervención quirúrgica de uno de sus ojos. Para colmo, ya estando en La Habana, pese a su interés de contar con las partituras a tiempo, este no resultó suficiente para revisarlas como hubiera deseado.

“Saque, saque las partituras de ese cajón”, le recomendó Miguel Patterson, con quien el espirituano compartiría la dirección de la orquesta, junto al también maestro Rey Montesinos, que la asumiría en la cuarta y última noche en el propio teatro Mella.

“Empecé a sacar partituras y ese fue el inicio de la tensión más grande que he pasado en mi vida. Tenía unos espejuelos grandísimos, pero no veía. ¿Qué hice? Me voy a aprender los arreglos de memoria, dije.

“Me presenté ante aquella orquestaza: Soy del interior, del campo. El sueño de mi vida fue pararme frente a una orquesta como esta. Ahora, estoy temblando; recabo de ustedes la mayor ayuda para ver si esto sale. Y saltó uno por allá: ‘Mire, maestro, por el hecho de que usted sea del campo, estese tranquilo: Fulano de Tal es de Matanzas; yo, de Camagüey, y Montesinos, de Pinar del Río. Cuando usted baje la mano, la orquesta estará sonando’”.

Y sonó al compás del tempo marcado por las manos y por los brazos de quien también interpreta con destreza el clarinete. “No me gusta decir que los domino, pero viví muchos años del clarinete y del saxofón; siempre queda algo por aprender. La gente me dice: ‘Pero, ¿tú todavía estudias?’. En ese sentido, quisiera que el día tuviese 24, no, 38 horas. Moriré inconforme, a pesar de las cosas que he estudiado”.

AJIACO DE CONFESIONES

El actual presidente de la filial de Música de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Sancti Spíritus y director adjunto de la Banda Provincial de Concierto, nacido el 23 de octubre de 1943, ha compuesto temas musicales para programas de la radio y la televisión y otras creaciones —van desde el bolero, pasando por el son y hasta el mambo-cha—, que enriquecieron el repertorio de la Monte Casino y de otras agrupaciones.

¿Cuál de sus piezas representa mejor la espiritualidad de Alfredo Castro?

“Esa pieza estoy por crearla todavía. No pienses que es falsa modestia. La madrugada es mi mayor aliada para componer. Yo sí creo en las musas, ¡cómo no! De repente, te vienen la letra, la música, y tienes que tirarte de la cama o dejar de hacer lo que estás haciendo para ponerte a escribir; de lo contrario, se me olvidan”.

Usted, ha escrudiñado el patrimonio musical espirituano. En su opinión, ¿quiénes son los grandes olvidados hoy?

“Te voy a mencionar a un gran olvidado: Sigifredo Mora Palma. Aunque no es nativo de Sancti Spíritus, vino a los cuatro o cinco años desde Cienfuegos para acá. Tiene una obra increíble. La historia está en deuda con él por lo mucho que aportó al patrimonio musical espirituano y cubano. Fíjate si se sentía espirituano, que una de las últimas obras o la última habla de que quería descansar aquí, y no hemos sido capaces de complacer a ese hombre”.

Independientemente de sus acciones como promotor cultural, Alfredo ha desempeñado las funciones de asesor, así como de director musical y artístico de disímiles espectáculos para el Turismo y otros públicos, sin obviar la edición en la provincia —como parte de un proyecto nacional— de la trova más larga y las dos del son más largo (2003 y 2011), cuando permaneció sin dormir alrededor de 50 horas en ambas versiones.

“Me siento una persona afortunada. No hay cosa que te enriquezca más el alma que sentir el respeto de mucha gente. Sé que a todos no les caigo bien, no todos me aman, pero con los que me aman y me respetan, tengo bastante para vivir.

“En mi camino no ha habido alfombras, y si las ha habido, han sido con bastantes espinas, grampas. He sabido sortearlas con la entereza necesaria para no caerme, pero, también, para no embarrarme de lodo o de cosas fétidas. Me he enfrentado a molinos de viento y no han podido doblegarme”.

¿Qué diría a su padre si usted tuviera la oportunidad de conversar ahora mismo con él?

A cada rato yo lo hago. Cuando voy a emprender una labor de complejidad, lo invoco sanamente como si estuviera vivo. Tengo un retrato en la casa y converso con él. Le estoy muy agradecido y he tratado de continuar con su doble legado: el musical y el moral.

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Castro Díaz (tercero de izquierda a derecha) ha integrado varias agrupaciones en la provincia. (Foto: Cortesía del entrevistado)

Enrique Ojito

Texto de Enrique Ojito
Premio Nacional de Periodismo José Martí, por la obra de la vida (2020). Máster en Ciencias de la Comunicación. Ganador de los más importantes concursos periodísticos del país.

2 comentarios

  1. Manuel Eduardo Polanco Pérez

    Solo pido a Dios que todos los hombres rescaten su dignidad. Alfredo, te quiero hermano

  2. Marianela Rodríguez Ruiz.

    Este hombre es una personalidad en el mundo de la música en SS, su sencillez ponen sello de calidad a su talento, así es su hijo Alfredo Castro, aunque no es músico, es una bella persona, tengo el honor de contar con su amistad desde que era un niño hace 39 años.

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