Le debo todo a la cultura espirituana (+video)

Confiesa a Escambray Juan Eduardo Bernal Echemendía, Juanelo para el mundo, condecorado este año con la Orden Juan Marinello

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El legado martiano resulta brújula para este espirituano. (Foto: Tomada de Internet)

El viernes se volvió el día de la semana más esperado. Era un pacto entre padre e hijo salir en busca del mejor de los regalos. Fue así que, libro a libro, Juan Eduardo Bernal Echemendía se hizo adulto.

“Aprendí a leer por mi madre muy temprano porque al ser asmático no podía realizar ejercicios físicos. Por eso pude tener cualquier tipo de lectura”, confiesa y vuelve a detenerse en el medio de la librería, nervioso por no saber qué escoger. Frente a él, un título le parece interesante: El reino de este mundo. Tiene nueve años. Alejo Carpentier le quita el sueño.

“Leía de día y por la noche escuchaba la versión radial de la novela. Eso me permitió entenderla un tanto”, dice sobre uno de los textos que desde entonces acompañan a Juanelo, apodo que en la escuela primaria le borró el nombre real.

Se dejó seducir también en aquel tiempo por La desobediencia, de Alberto Moraiva. Tanta atención a sus páginas encendió la alarma familiar.

Creo que mi padre me lo sugirió porque en su carátula aparecía el rostro de un niño cabizbajo, tal vez por algún requerimiento. Al percatarse mi madre de que lo disfrutaba demasiado me lo pidió para leerlo. Cuando quise volver a él ya había desaparecido. Se habían dado cuenta de que sus escenas eróticas eran todo un regalo para mis sentidos, pero ya era tarde, lo había leído”, cuenta y los ojos se tornan mucho más verdes.

A la par de las lecturas, se dejaba arrastrar por las anécdotas de los adultos más cercanos. Atravesaba la ciudad de sus manos, muchas veces mediante historias y sucesos que hoy forman parte de sus textos o tomaron vuelo en la tertulia bohemia La Noche de la Fuente.

“Mi abuelo materno, hijo de Juan Cruz Echemendía, un hombre de lecturas y experiencias callejeras, contribuyó a orientar mi rumbo. Igual hicieron mis maestros, muy buenos profesionales y personas, quienes me enseñaron a aprovechar el tiempo, algo que hago siempre y no me gusta que me lo hagan perder”. Y bien que lo aprendió, pues quienes lo conocen saben que es puntual como un reloj suizo y abandona cualquier sitio donde no se cumpla con los horarios.

Vestía pantalones cortos cuando aprendió a dominar los pies al ritmo del danzón. Su abuela materna lo guiaba en aquellas tardes, cuando sus cuentos sobre la guerra en plena manigua le echaban a volar la imaginación, mientras tomaban sambumbia con pan.

“En mi casa se escuchaba mucha música. Recuerdo que un día mi padre me dijo: ‘Oye, son Los Beatles’, prácticamente aún no se conocían aquí. Pero eso no hizo que dejara de un lado al trío Matamoros, ni de bailar danzón”.

Con acordes trovadorescos corriendo por todo el cuerpo y tanta melodía acompañando su crecimiento, para este licenciado en Español-Literatura resulta natural crear a golpe de investigaciones musicales, aunque nunca haya puesto una nota en el pentagrama.

“Si hubiera estudiado hubiera podido llegar a ser músico, porque de alguna manera tengo capacidad de entender la música y para afinar, pues canto en momentos especiales. Lo que me faltó sobre todo fue disciplina y los mayores no me estimularon”, refiere el autor de Resonancia de la trova espirituana (1994), Diccionario de la trova espirituana (2001) y De trova y otros cantares (2006).

VIVIR POR LA CIUDAD

La fascinación por ir a las raíces culturales le permite sentir el alma de Sancti Spíritus.

“En mi ciudad me han sucedido las mejores y peores cosas. Cuando he salido, a los tres días tengo deseos de regresar como le sucede a un niño pequeño con su familia. Un lugar donde su memoria e imaginario conduzcan a amar es un sitio que no se puede olvidar nunca porque te sientes comprometido con esa voluntad amatoria”.

Juanelo forma parte de la historia de muchas instituciones y sucesos de este terruño, ¿destino, casualidad o proposición?

“Vocación. Mi familia y maestros me la despertaron. Por ejemplo, cuando inauguraron las 10 instituciones básicas de la cultura yo era maestro y estuve presente, porque siempre me interesaron las actividades culturales. Era un compromiso asistir”.

Como fiel escudero también está en cuanto debate y análisis enfrentan todo lo que daña a la villa.

Siempre hay contendientes, unos que no vale la pena tener porque no saben de lo que hablan. Pero, hay un grupo numeroso que sí, e incluso siendo oponentes en el mejor sentido vale la pena discutir porque tienen fundamentos para establecer determinados rangos de discusión. Creo que lo mejor que sostiene a Sancti Spíritus y a mí es que existen muchas personas que puedan discutir. Tuve un profesor que me decía que los cubanos habíamos perdido la mayor parte del tiempo discutiendo y yo le decía que era todo lo contrario, porque nos hacía capaces de entender al otro, no como contrincantes sino como un sujeto que se integra a un conjunto de ideas que tienen que ser debatidas. El debate es indispensable, cuando eso falta sencillamente falta el curso de la inteligencia”, responde quien conoce mucho más de lo que develan Razones de la ciudad que canta (1997) y Gente que la calle conoció (2003 y 2009)

ERBO AGUDO

Bohemio de traje criollo y sombrero, ha sabido, con el Apóstol en la mano, construir su propio estilo de vida personal y profesional. Publicaciones y una activa labor como promotor cultural nos devuelven siempre al poeta, intelectual, ensayista martiano y preocupado por las raíces populares.

“La existencia conflictiva de este país me permitió comprender que la historia no podía abandonarla jamás y en el centro de esa ciencia está José Martí, un hombre al que llegué por mi familia, por mi maestra de tercer grado y mi tío abuelo Andrés”.

Mientras lo cargaba aún en sus brazos, le mostraba la reproducción del Héroe Nacional. Le contaba de su grandeza y trascendencia: “Nunca puedes olvidarte de él”, le susurraba.

¿Cómo no quedar mal con Martí?

“He cometido muchos errores como ser humano, pero en la medida que el tiempo pasa y se pretende ser bueno, se deben cometer menos. Creo que lo primero es no olvidarlo. Ir a él siempre. Leer su obra como una Biblia, que es la mejor forma de entenderle y creerle. Después de unas cuantas lecturas me dije: este es el hombre al que no se puede renunciar nunca. He leído hasta lo que se ha escrito en contra de él.

“Primero, surgieron los Seminarios de Estudios Martianos, lo que significó un compromiso para acercarme mucho más. Luego, llegó la responsabilidad de dirigir la filial espirituana de la Sociedad Cultural José Martí. Por eso te aseguro que estudiarlo todos los días me hace mejor y más sincero para no volver a cometer errores”.

Se le ha vuelto rutina regresar sobre Escenas norteamericanas, las crónicas y Nuestra América, ensayo visionario. Cada vez encuentra respuestas a muchas de las inquietudes que lo perturban.

“A Martí hay que verlo en toda su dimensión. Las crónicas ayudan a formar una visión mucho más integral del ser humano, en sentido general y Nuestra América, texto cardinal, alucinante, es un llamado al redescubrimiento, expresión de síntesis, de un pensamiento indispensable”.

Desde hace un tiempo no vemos un libro con su firma, ¿falta de inspiración?

Escribo bastante para otros formatos. Pero, en estos momentos he vuelto a José Martí desde la cultura popular tradicional, cómo vio a ese sujeto popular necesario, no solo en Cuba, sino en el resto de las naciones que conoció. Todavía escribo poesía porque todos los días se puede escribir, lo que no publicar. Llegará el momento en que saldrá a la luz.

¿Juanelo dice: me equivoqué?

Constantemente y sé pedir perdón. Se lo he dicho a muchas personas, a mi madre incluso. No hacerlo significa sencillamente perder el rumbo de la sencillez. De no ser así, nos volvemos personas enanas ante las circunstancias vitales en que se vive.

HERENCIA

Imaginar a Juanelo alejado del bulevar, descargas musicales, espacios de pensamiento y creación como cuando la República toma voz; ausente entre los primeros en el Teatro Principal, Casa de la Trova, museos, galería… es imposible. Demasiada intensidad ha regalado ya en cada estancia, por lo que se ha ganado el espacio en la memoria de una ciudad que sabe seducirlo y dejarse amar.

“Le debo todo a la cultura espirituana, no sé cómo le voy a pagar porque me ha permitido entenderla, llegarle, encontrar lo mejor de sus hombres y mujeres y, por lo tanto, todo lo que está sucediendo, lo que está por suceder y lo que ha sucedido para mí son deudas”.

Lisandra Gómez Guerra

Texto de Lisandra Gómez Guerra
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Reportera de Radio Sancti Spíritus y corresponsal del periódico Juventud Rebelde. Especializada en temas culturales.

2 comentarios

  1. El eterno profe de Literatura Juanelo, aún después de casi 40 años sus alumnos de los Camilitos los recordamos por sus magistrales clases, que cautivaban a cada uno de sus educandos. Mil gracias x ser excelente profesor, persona e inculcarnos el amor a la obra martiana.

  2. Excelente acercamiento a la vida de un hombre todo Sancti Spíritus, culto, apasionado, sencillo y sincero, que se ha dejado querer y ha querido. Juanelo indispensable. Fue el primer hombre que admiré, después de a mi padre!!!!

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