El mismo mosquito, ¿diferente aguijón? (+video)

En Sancti Spíritus sí hay dengue y mosquitos. Cortarle las alas a tiempo al Aedes aegypti puede salvarnos a todos, más ahora cuando la covid sigue repuntando los casos y contagiándonos

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Autoridades de Salud han llamado a intensificar la batalla de la higiene intradomiciliaria y del entorno comunitario. (Foto: Vicente Brito/Escambray)

Al Aedes aegypti no hemos logrado, por más años y campañas de batidas contra él, cortarle de cuajo las alas. Por el contrario, se ha ido posando sobre todo: los patios, las casas, las oleadas de fumigación, las visitas de los operarios de vectores, nuestros miedos… y ha ido picando y enfermando tanto que el dengue parece, aunque no lo sea, más difícil de prevenir que un catarro.

Y apelo a tal comparación solo para girarnos el catalejo: el mosquito sigue estando en nuestras manos. ¿O quiénes le facilitamos la vida? Habría que reconocer, en primer lugar, que el descuido o la desidia le fue habilitando un hogar al vector, pues al principio podían ser solamente los tanques bajos y (mal) tapados; pero luego, le abrimos las puertas de otras casas: los solares yermos, los patios llenos de desechos, los salideros que corren como ríos por las calles, las bandejas sin limpiar detrás de los refrigeradores, los vasos espirituales… Tanto, que el Aedes aegypti pasó a ser con nuestra hospitalidad un vecino más.

Nos (mal) acostumbramos desde entonces a que la irresponsabilidad colectiva fuese solo responsabilidad del sector de la Salud. Porque los más entrados en años o los menos olvidadizos recordarán, hace alrededor de una década, aquellos maratones de brigadas de trabajadores de distintas empresas que lo mismo fumigaban las casas, recogían los vertederos de las áreas más complicadas con el dengue, limpiaban los patios en las manzanas donde existían muchos enfermos y hasta cepillaban los tanques que estaban en las placas.

Y yo creo también, mirándolo en retrospectiva, que tanta ayuda perjudicó el compromiso individual que tenemos todos con lo que nos rodea. Porque ni antes ni ahora: nadie debería llevar sobre sus espaldas el peso de los deberes de los otros.

Aunque la covid nos hizo olvidar a fuerza de contagios y muertes el resto de las enfermedades, el Aedes aegypti siguió revoloteando y picando. Ahora mismo, pese a que Sancti Spíritus no se halle entre los territorios del país que presentan una transmisión abierta de dengue, sí hay casos y mosquitos.

Lo advertían a Escambray días atrás autoridades sanitarias de la provincia: el índice de infestación supera el ya elevado 0.70 y el índice de Breteau —que indica la dispersión del vector— se halla por encima del 1.00. Como en años anteriores la cabecera provincial, Cabaiguán y Trinidad son los municipios de alto riesgo y se inscriben, también, entre los 71 territorios catalogados como tal en la isla.

En tales lugares se encuentran, por ende, las áreas con una situación más desfavorable: la Norte y Sur, del municipio cabecera; la I, de Trinidad, y la I, II y Guayos, en Cabaiguán. Mas, nadie está exento de los picotazos ni de enfermar.

Bastaría saber que diariamente se atienden alrededor de medio centenar de personas con síndromes febriles en las instituciones asistenciales de la provincia y que recientemente se cerró la transmisión de dengue que existió desde noviembre pasado en el área Sur de Sancti Spíritus, lo que ubicó a la provincia entre las seis del país que presentaron tal situación en lo que va de 2022.

Tampoco se ha negado: aunque ha sido una minoría, algunos espirituanos han desarrollado formas graves de la enfermedad y han estado al borde de la muerte. Porque el dengue, por más inofensivo y pasajero que parezca, también mata.

Por los peligros que se nos ciernen, el propio José Ángel Portal Miranda, ministro de Salud Pública, alertaba en una comparecencia reciente que hoy circulan en Cuba los serotipos 1, 2 y 3 del virus, los cuales pueden provocar dengue grave.

A ello añadía Carilda Peña García, viceministra de Salud Pública, en el programa radiotelevisivo Mesa Redonda otra agravante: “La tasa de incidencia de la enfermedad por cada 100 000 habitantes se ubicaba la pasada semana en un 19.7. En períodos sumamente complejos a lo largo de los años, este indicador ha superado la tasa de 100 enfermos por cada 100 000 habitantes. No estamos en el momento más difícil, pero sí en lo que pudiera ser el inicio de una oleada de casos de arbovirosis”.

Hacia esa dirección apuntan las estadísticas, pues como compartía la propia viceministra en la reunión del martes del Grupo de temporal de trabajo del Gobierno para la prevención y el control del nuevo coronavirus, la infestación por Aedes aegypti en el ciclo abril-mayo-junio fue de 21 505 focos más que en igual período del año anterior. Por encima de la media nacional se encuentran las provincias de Holguín, Camagüey, Pinar del Río, Santiago de Cuba, Villa Clara, Camagüey, Matanzas y Sancti Spíritus.

Solo al cierre de junio en la provincia se contabilizaban más de un millar de focos. Por tanto, guerra avisada, dice el refrán, no debe matar soldado. De ahí que el llamado sea, como otras tantas veces, a destruir los criaderos con el esfuerzo de todos.

Era esa precisamente la indicación del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, que la higienización responda a un trabajo multisectorial y comunitario, que se incremente la percepción de riesgo de la ciudadanía, que la cenca y la innovación se pongan en función de contrarrestar la enfermedad, que la atención médica sea oportuna.

Y todo, depende, en primer lugar, de lo que hagamos. Porque, como se ha reconocido por las autoridades del Ministerio de Salud Pública, las limitaciones con el abate, los insecticidas y el diésel impiden acciones de fumigación intensiva cada seis días, por lo que la batalla comienza en el campo de la casa.

Es ahí donde se deciden las victorias o las derrotas. Deberá entonces, más que nunca, abrirse las puertas a los operarios de vectores —que no siempre alcanzan ni realizan una inspección rigurosa— y exigir porque no solo pidan el “papelito del visto”, tapar y fregar los tanques, recoger todos los desechos posibles, limpiar los depósitos hasta de los centros de trabajo, desalojar a un vecino que nos enferma.

Portal Miranda aseguraba de la amenaza que pende sobre todos: “Los próximos meses tienden a ser los más complejos y lo que no hagamos ahora puede ser determinante”.

Cortarle las alas a tiempo al mosquito puede salvarnos a todos, más ahora cuando la covid sigue repuntando los casos y contagiándonos. De no hacerlo nos podría costar la vida y seguiríamos reescribiendo la historia del Aedes aegyti que hasta ahora no parece tener fin.

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

Comentario

  1. Se deben organizar por parte de los gobiernos locales jornadas de higienización en zonas periféricas de los municipios. Hay muchos vertederos con envases, latas y objetos que sirven de depósito de aguas claras, espacio donde el mosquito pone sus huevos. También hay que arreciar el combate a las indisciplina porque en cualquier lugar usted ve a personas vertiendo desechos que pueden convertirse en focos. Mi percepción es que en los hogares puede que existan focos pero la gran mayoría están en los vertederos comunitarios que han surgido por la falta de control que existe. Muchas gracias

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