Una reflexión ortográfica

Si se opta por componer los acrónimos institucionales en mayúscula inicial y minúsculas, lo más coherente y práctico será utilizar el mismo tratamiento en todos, sin excepciones. Esta decisión facilitaría el trabajo de corrección profesional y disminuiría la disparidad gráfica de los acrónimos en libros y medios de comunicación

Ilustración: Osval

Desde mediados del XX ha crecido muchísimo el empleo de siglas para abreviar los nombres de instituciones de la más diversa índole, y su escritura tradicional ha sufrido cambios.

 Se extiende con éxito la práctica de escribir, por ejemplo, CTC, en mayúsculas —o versalitas—, pero Etecsa, combinando mayúscula y minúsculas, basados en que CTC se pronuncia mediante deletreo [sé.té.sé] y Etecsa como una palabra más de la lengua [e.ték.sa].

Y no es porque la codificación ortográfica de la Academia obligue a las minúsculas en las formaciones de la segunda clase. Desde 1999 las estableció como una opción, y así lo ha ratificado en Ortografía de la lengua española (OLE, 2010) y Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica (LELE, 2018).

Además, OLE no alude a todas las siglas que se pronuncian como palabras, llamadas acrónimos, sino a los acrónimos lexicalizados, aquellos que, convertidos en «palabras plenas», acaban por «incorporarse al léxico del idioma». OLE sugiere como «prueba» de esta lexicalización la incapacidad de los hablantes para «recuperar la expresión compleja originaria».

Es improbable que hoy en día memoricemos el significado de cada componente de las siglas y acrónimos institucionales que circulan. Para juzgar la incorporación efectiva de un acrónimo al léxico del idioma sería más pertinente verificar si su uso, básicamente en la oralidad, se ha impuesto al de la etiqueta denominativa que él abrevia. Siguiendo este criterio, en el español de Cuba, Etecsa sería un acrónimo lexicalizado, mientras el de Ministerio de Energía y Minas no; por tanto, conforme con OLE, debería escribirse en mayúsculas, MINEM.

De cualquier manera, estimo que carece de sentido postular un tratamiento ortotipográfico para acrónimos como Etecsa y otro, distinto, para los semejantes a MINEM, el cual, a su vez, coincide con el de las unidades siglares del tipo CTC, forzadas al deletreo. Percatándose quizá de la inconveniencia de la propuesta, la Academia la eliminó en LELE.

Asimismo, tanto en OLE como en LELE se pone otra condición para combinar mayúscula inicial y minúsculas en acrónimos con valor de nombre propio: «por lo general, solo si tienen más de cuatro letras». No constituye un requisito estricto, pero señala una regularidad que en textos normativos suele interpretarse como modelo. Así, aun cuando ONU, UPEC y ONAT no se deletrean, podríamos cuestionarnos la idoneidad de escribirlos en alta y bajas; en oposición, digamos, a Uneac, al que le está inobjetablemente permitido por constar de cinco letras.

Quizá este distingo se asienta sobre razones estéticas… Pero pienso en nombres de pila —Fe, Lía, René, Juan…—, de cuerpo tan escaso como Onu, Upec y Onat. No hay diferencia visual entre ambos grupos que justifique la discriminación. Tampoco se necesita en reducciones como Mes, Ministerio de Educación Superior, homónimo del sustantivo común mes, porque el contexto lingüístico y la mayúscula inicial del acrónimo impedirían una decodificación errónea.

En resumen, opino que, si se opta por componer los acrónimos institucionales en mayúscula inicial y minúsculas, lo más coherente y práctico será utilizar el mismo tratamiento en todos, sin excepciones. Esta decisión facilitaría el aprendizaje de la norma en las escuelas y el trabajo de corrección profesional, así como disminuiría la disparidad gráfica de los acrónimos en libros y medios de comunicación. No obstante, entraña dificultades puntuales sobre las que ha de meditarse.

Muchas de estas unidades presentan secuencias consonánticas ajenas al español. Un caso notorio es el de las duplicaciones. Varios acrónimos institucionales de la provincia espirituana terminan en <ss>, como Uniss. También pueden concurrir <nb> o <np>, transgrediendo la regla que exige <m> ante <b> y <p>, como en Cenpalab, Centro Nacional para la Producción de Animales de Laboratorio.

Desde la perspectiva ortotipográfica, Uniss resulta asimilable a Ross y Grass, apellidos de la cantante y el novelista famosos; mientras que Cenpalab podría equipararse con Gutenberg. Aunque se trate de fenómenos diferentes, los nombres propios acronímicos que presentan secuencias consonánticas extrañas a los patrones del español debieran abordarse, a efectos ortográficos, de modo similar a los apellidos extranjeros incorporados mediante transferencia. En ambos procesos la repercusión de las anomalías es meramente gráfica; los hablantes acomodan la pronunciación, simplificando sonidos [nís], [rrós], [grás], articulando la nasal bilabial [sem], [tem], o introduciendo otras modificaciones. Se evitarían así perturbadoras excepciones que no obedecen a distinción fonológica alguna: formas como UNISS o CENPALAB, en vez de Uniss o Cenpalab.

Otra es la situación de acrónimos como el de Enciclopedia Colaborativa Cubana en la Red. Si escribimos Ecured —incluso ECURED— el grafema <r> no corresponde al sonido [rre]. Ecurred, a su vez, alteraría demasiado la constitución y apariencia de la unidad. El mejor modo de reflejar la articulación de <r> en ese contexto es mantener la mayúscula del logotipo: EcuRed. OLE prohibía la mezcla heterodoxa de mayúsculas y minúsculas que se verifica en EcuRed y BioCubaFarma; más juicioso y transigente, LELE la respalda.

Asimismo, hay acrónimos que, una vez adoptadas las minúsculas, deben tildarse para representar su sílaba tónica: Índer, Mincín, Minjús, Energás… Algunos alternan la pronunciación llana con la aguda, y las cartas de estilo de los medios de prensa deberán precisar, según su perfil editorial y audiencia, la variante adecuada: Címex ~ Cimex, Aclífim ~ Aclifim… Por último, existen formaciones cuyo tratamiento ortográfico serviría para indicar si se articulan o no como acrónimos: Oit [o.ít] ~ OIT [ó.í.té], Oms [óms] ~ OMS [ó.é.me.é.se].

Pedro de Jesús

Texto de Pedro de Jesús
Miembro Correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua. Narrador y ensayista. Premio Alejo Carpentier.

2 comentarios

  1. Someto a su consideración la siguiente sigla o acrónimo, tomado del decreto ley 69 de 19 de enero de 2023, sobre la mediación en conflictos: ARCA.
    ¡Supongo que no sea la del bíblico hebreo Noé!
    Dicho procedimiento puede concluir mediante acuerdos totales o parciales, a los que se denominan Acuerdos Resultantes de Convenio Amigable: el ARCA

  2. Excelente. Pero no acabamos de asumir.

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