Precios de otra galaxia

Aunque siguen vigentes las regulaciones, muchos costos de mercancías y servicios se han disparado sin permiso

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Las violaciones de precios se han convertido en una epidemia más. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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Las violaciones de precios se han convertido en una epidemia más. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Para alcanzar los nuevos precios a los que se cotizan hoy desde el arroz hasta los queques se necesita, más que mucho dinero en la billetera, un cohete. Sí, porque los precios han ido subiendo y subiendo tanto que ya andan por las nubes.

A estas alturas pudiese ser que ni una nave espacial logre bajarlos. A los números exorbitantes que ahora se dicen a escondidas los ha ido catalizando todo, desde la sequía hasta el actual confinamiento. Si tres meses atrás podías encontrar arroz a 5 pesos o frijoles a 15 pesos o pasteles a 2 pesos —algunos de estos costos ya por encima de lo permisible—, hoy es una utopía.

Ha ido in crescendo todo: la libra de arroz —cuando la encuentras luego de sortear más de mil pestillos— a 25 pesos; los queques a 2 pesos; el tubo de tinte a 175 pesos; los limones a 15 pesos el pote; la libra de jamón pierna a 60 pesos…

Y no es la carne de puerco la única perdida. En las tarimas a varios productos alimenticios actualmente les cuelga el cartel de “Se busca”; mas, nada justifica que el disparo de los precios ametralle, como siempre, los bolsillos.

Fue un efecto recíproco: a medida que la COVID-19 contagiaba más de igual modo se encarecía todo. En espiral han andado ambos; pero la única curva que se ha aplanado hasta ahora es la de la enfermedad. Los sobreprecios siguen enfermando a los clientes.

Una realidad también se ha propagado de un lado a otro: el SARS-CoV-2 únicamente no ha resentido la salud, ha puesto en crisis, además, los sistemas económicos del mundo entero. Y Cuba, por supuesto, tampoco escapa de tales padecimientos; sobre todo, si se le añade la continua asfixia externa que suele “trancar” el dominó de nuestra economía.

Pero ni ello justifica que las violaciones de precios se conviertan en una epidemia más. Es cierto, en estos tiempos de pandemia hay quienes se han aprovechado para (re)vender desde los plátanos machos hasta los paquetes de detergente y es verdad, también, que no pocas acciones han intentado cortar esta otra “cadena de transmisión”.

Pudieran dar fe los inspectores de la Dirección Provincial Integral de Supervisión (DIS): como mismo se ha trabajado intensivamente para exterminar el coronavirus se ha velado por el cumplimiento de lo legislado.

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Ilustración: Osval

Porque, aunque cuando usted se para delante de un mostrador no lo parezca, en la provincia sigue rigiendo la Resolución No. 64; la misma que desde agosto del 2019 —emitida por la presidenta del entonces Consejo de la Administración Provincial— puso tope a varios renglones y productos del sector no estatal.

Es un inventario ocioso para muchos; para otros —al menos para los 40 inspectores estatales que están trabajando hoy en la provincia de los 140 que existen en plantilla— es una especie de Sagrada Escritura.

Con tal legislación en una mano y en la otra, el Decreto-Ley No. 227 que regula lo concerniente a las violaciones de precios y las afectaciones a los consumidores, la DIS ha impuesto —desde el 26 de marzo pasado hasta el 11 de junio— 1 293 multas, lo cual ha importado 178 190 pesos.

De las transgresiones de precios no han escapado ni las instalaciones estatales ni los trabajadores por cuenta propia. Fuentes de la DIS revelaron a Escambray que por esta causa han sido multadas entidades de Comercio, Gastronomía, Tiendas Recaudadoras de Divisas, Mercados Agropecuarios Estatales, cuentapropistas y la Agricultura Urbana —esta última la de mayor incidencia—.

A la par se han solicitado también —como sucedió en mayo cuando se pidió la aplicación de más de 300 medidas— separaciones definitivas o por seis meses o por un año, descuentos salariales, cancelaciones de licencias…

Ni más ni menos de lo que ha exigido en todos los escenarios y en todos los análisis Miguel Díaz-Canel, Presidente de la República, como mismo lo recalcaba el pasado 29 de abril: “Aquí nadie puede estar haciendo actividad ilícita, aquí nadie está autorizado para vender ni revender nada, y no se puede permitir”.

Y ahora más que siempre, tal vez, se ha intentado atenuar los focos de este crónico virus de sobreprecios. Pero rebrota; de lo contrario, un plátano no se cotizara a 3 pesos ni un pelado costara 20 pesos. Lo ilustraba días atrás una amiga en un mensaje a mi WhatsApp: “Las carretillas —escribía— son como la carroza de Cenicienta: todo fantasía. La realidad es otra”.

Esta es una crisis en reposición. Cada vez que infectan las escaseces abundan las ilegalidades. Ahora que, por un lado, nadie pone un pie fuera, quienes tienen la mercancía quieren cobrar por todo: por el precio al que tuvieron que pagarla, por el tiempo que no han podido trabajar, por los meses que llevan los productos en los estantes… hasta por el esfuerzo de tener que colgarlas otra vez en los percheros.

Del otro lado, se tuerce la misma cadena de siempre: el campesino que no va a vender, por ejemplo, la malanga a 3 pesos; el intermediario que le pone el gravamen hasta de la “lucha” y el vendedor ambulante que no va a invertir para perder.

En todos los sentidos, quien único jamás tiene ganancias es el cliente. Lo de los precios actuales puede ser especulación financiera o inflación o furia pasajera; lo que sí no puede permitirse es que se conviertan en una endemia.

Lamentablemente se ha padecido: una vez que suben, al menos los precios, casi nunca bajan. Insostenible que sigan así, gravitando, al parecer, en otra galaxia.   

Dayamis Sotolongo

Texto de Dayamis Sotolongo
Premio Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez por la obra del año (2019). Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas sociales.

28 comentarios

  1. En estos d{ias en la Ciudad y a traves de comercio y de forma normada se distribuye Mortadella o jamonada de muy buena calidad, a razon de 8 onzas por consumidor previsto. Mi denuncia radica en la estafa que se viene realizando en su despacho. La experiencia de mi madre, pesrona mayor con 68 años, es vergonzosa. Su derecho a 4 personas para un total de 32 onzas se convirtieron en 20.3 onzas reales (pesa digital). Bodega La Camagueyana, invito a los responsables a dar seguimiento a este tema, aun hay consejos populares sin recibir tan noble beneficio. No pido respuesta personal, solo y si existe la voluntad de enfrentar tal robo, No creo que sea un caso aislado. Saludos

  2. “Aquí nadie puede estar haciendo actividad ilícita, aquí nadie está autorizado para vender ni revender nada, y no se puede permitir”, exigido en todos los escenarios y en todos los análisis Miguel Díaz-Canel, Presidente de la República. Esto es una demanda, a la par que justa y objetiva, un requisito inalterable en nuestra sociedad; Que la DIS está actuando, ¡qué bueno!, ¡bien por ellos!, pero… ¿Por qué ellos solos?
    El ‘fenómeno’ (en toda extensión de la palabra) que aquí benévola y eufemísticamente se ‘apunta’ como ‘aumento exorbitante de precios’, no es más que un aquelarre de especulación, acompañado de sus inherentes acumulación y apropiación de lo destinado al bien social, que no son otra cosa que puro acaparamiento, ambos presentes como delitos en el código Penal.
    Por tanto si hay política estatal definida y acorde a lo requerido (orden y legalidad), hay intención y acción de enfrentamiento, y los resultados no son los deseados, ¡hay que revisar y adecuar los métodos, la estrategia y tácticas para que prevalezca el cumplimiento de las leyes!,
    Ni es la DIS sola a enfrentar, ni hay que esperar por denuncias de la población (las colas frente a las Carpetas de Unidades de la PNR serían infinitas) de violaciones que ya son descaradas por lo insolente y desvergonzadas a la luz de pleno día y al descampado. Tienen que actuar los Gobiernos, las Asambleas del Poder Popular a todos los niveles, la PNR, la Fiscalía, los tribunales, y apoyar firmemente las organizaciones de masas y el pueblo, en esa orden, sistemática, exigente e implacablemente, hasta tanto los delincuentes se acojan al orden y al concierto social o reciban las consecuencias de sus actos.
    En nuestra Cuba, nada, ¡NADA!!! justifica el egoísmo, el individualismo, mucho menos el lujurioso apetito desordenado de los deleites con métodos ilícito, muy propios del capitalismo que se derrotó en el 1959 y al cual no podemos regresar, ¡y además, a costa de las necesidades del pueblo!, cuya mayoría trabaja y aporta para TODOS, mientras una minoría (que desafortunadamente crece) se enriquece a costa de penurias y escaseces de otros, ¡recibiendo los mismos beneficios sociales (atención de salud, medicinas, educación, alimentos subsidiados, y hasta etcéteras) que los que ellos están despojando con iniquidad!!!
    ‘HAY QUE CAMBIAR LO QUE DEBE SER CAMBIADO’, en ello nos va la supervivencia de nuestra Revolución y nuestro Socialismo.

  3. No se si en Santi Spriritus pasa lo mismo que aqui en Cienfuegos que los cigarrillos que la poblacion adquiria en CUP han desaparecido y solo estan en manos de los revendedores que lo ofertan a la poblacion a mayor precio por ejemplo del cigarro Popular $10.00 el cigarro Criollo de Holguin a $12.00 y el Titani ni lo busques que se hundió.

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