Cuando los niños de su cuadra se perdían entre los escondidos, policías y bandidos o se dedicaba tocar a las puertas vecinas y salir corriendo, José Alberto Rodríguez Ávila prefería reproducir en un papel a rayas a Voltus V. El gigantesco y popular robot de la década de los 80 y principios de los 90, ícono de las programaciones dominicales, se convirtió en su más recurrente modelo. Trazo a trazo, apareció entonces su primera propia historia.
Luego, encontró los primitivos videojuegos. Otras inspiraciones. Personajes diversos nacidos de su ingenio se encontraban de frente en fragmentos de papel.
“Todo lo que veía trataba de llevarlo a mi mundo —explica mientras hala del inicio de su propia historia—. Y después construir una trama porque el arte va de eso. No se trata de reproducir, sino de partir de esa realidad que por momentos te puede hacer sentir bien, te inquieta, te entristece… y eso lo reflejas en tu creación”.
Del empirismo a la academia. La otrora Escuela de Arte de Trinidad Oscar Fernández Morera y, más tarde, el Instituto Superior de Arte (ISA) moldearon el talento. José Alberto Rodríguez Ávila salió de esas aulas con muchos sueños y anhelos.
“No creo que haya que hacer una división entre las artes visuales y el mundo de la ilustración, el humor gráfico. Son expresiones como el grabado, instalación, fotografía… Por eso, ahora que me concentro en este camino no quiero etiquetas, soy un artista visual. Me baso en una problemática, un tema determinado y lo analizo, en este caso a través de la ilustración.
“Durante toda mi carrera, incluso en las piezas más cercanas a las particularidades de las artes visuales contemporáneas, me ha gustado contar la historia. Pienso que eso es lo que debe quedar. Mi aspiración máxima resulta que la obra se convierta en un legado. No si obtuvo uno o dos premios. Tiene que generar un diálogo en el que el espectador, que pueda encontrar y dibujar su propia obra”.
Ese anhelo implica sacrificio y horas de desvelos. Entre tantas lecciones recuerda siempre el consejo de uno de sus profesores: “Si quieres aprender a dibujar, dibuja 25 horas al día”.
Por ello, encontrar a José Alberto en su propio mundo no es difícil. Entre sus muchas responsabilidades: diseño de las páginas de Escambray, profesor de la Escuela de Arte Ernesto Lecuona, padre de familia… no abandona sus soportes para crear.
“Han sido decisivas en mi carrera las influencias de artistas como Osvaldo Pestana, Montos, quien dejó un legado en Sancti Spíritus en el taller de historietas que, lamentablemente, ya no está como en sus inicios. De ahí salieron creadores de la talla de Noel Cabrera, Boyce, quienes abrieron el camino y demostraron la vitalidad de esa expresión aquí”.
¿Siembra José Alberto esa pasión por las artes visuales entre sus alumnos?
“Aspiro a que asuman el arte no como una camisa de fuerza, sino que tengan inquietudes y que no se queden con la última palabra. Precisan reproducir y tener una técnica depurada que solo te da la práctica diaria
“Tanto ellos como muchos colegas me han preguntado: ¿cómo se te ocurren esas cosas? Y la respuesta es sencilla: leer, investigar, ver buen cine, escuchar buena música… Todo ese collage lo tengo dentro de mi cabeza y me permite esos resultados. Y como en los últimos tiempos me dedico propiamente al humor político, la sátira, estudio mucho de historia, de religión, de todo un poco”.
Desde hace poco más de un año bajo la firma Avilarte se encuentran en la red de redes muchas ilustraciones que arrancan pensamientos diversos. Con una creación desbordada llegó a la reciente Bienal Internacional de Humorismo Gráfico.
Dicen que te robaste el show de la Bienal…
“No tanto. Estoy contento por el premio, no me lo esperaba. Cada vez que uno se inserta en un mundo nuevo el hecho de participar y que acepten tu obra ya es un premio. Lo otro es el haber conocido a personas de la talla de Ares quien fue el curador de mi exposición personal, Ismael Lema, director de Palante, Boligán, todo el colectivo maravilloso de la Unión Nacional de Periodistas de Cuba, el cual me acogió como un miembro más de esa familia.
“Fue una escuela, una buena plataforma para que conocieran mi trabajo para intercambiar también muchas vivencias desde el punto de vista profesional; igual desde el punto de vista sentimental y de conocer anécdotas ya propiamente de eventos pasados”.

¿Cuál es el centro de la obra Juego difícil, merecedora del lauro del Museo del Humor?
“El nombre es un juego de palabras y tiene que ver con es una sátira política sobre la guerra. Refleja la imagen de una niña frente a una máquina de monedas en la que al echar una puedes tomar un peluche. Pero, en este caso, ella se enfrenta a sui géneris regalos y deberá escoger entre la paz y la guerra.
“Siempre apuesto por que mi obra vaya más allá de contar algo; hacer reflexionar al espectador que se enfrenta a ella. Recordemos también que en los actos bélicos los más dañados son civiles, sobre todo los menores de edad. Lo vivimos actualmente en las imágenes que nos llegan desde Palestina”.
La Bienal te abrió las puertas al gremio cubano de ilustradores, caricaturistas, pero ya tienes una carrera en escenarios internacionales. ¿Cómo has logrado posicionarte en esas plataformas?
“Cuando fui a la Mesa Redonda me preguntan de dónde había salido, porque no era conocido. De ahí que asistir a la Bienal sirviera para visibilizarme. A través de las redes sociales contacto con Ares. Creo que empiezo hablar con él por un like que dio a una de mis obras publicadas en ellas. Me habla del sitio Irancartoon, donde se promocionan todos los eventos sobre caricatura internacional.
“Comencé a enviar mi obra a diferentes certámenes. Eso ha sido así desde hace cinco meses, aproximadamente. Me decía: si me aceptan la propuesta ya es un premio porque como tengo la experiencia del mundo del arte, sé que aún estoy muy tierno, preciso seguir dibujando”.
Lo sabe por la academia. Pero también por el consejo del artista trinitario radicado fuera de Cuba Ramsés Morales, quien desde hace años transita con pasos sólidos por el camino de la gráfica humorística: “Si quieres dedicarte a esto dibuja todos los días. Infórmate todos los días del contexto internacional y nacional.
“En Irancartoon participé en uno de los eventos más importantes que hay en Corea del Sur, donde obtuve una mención de honor. Creo que ahí sí me puse en serio a mandar. Se suman entonces mis participaciones en Humor Sapiens, en Santiago de Chile, en una exposición en Beirut sobre la causa palestina y en otro espacio en Irán. Obtengo tercer lauro en uno de San Petersburgo”.
Igualmente, bajo la firma de este espirituano se pueden encontrar obras en una de las plataformas más importantes de sátira y humor político que radica en Holanda (Cartoon Movement). Basta con que lancen un tema y, desde cualquier parte del orbe, sus gestores reciben creaciones. Las mejores son las que llevan a publicarse.
“Cada artista de los aprobados tiene su espacio y ahí aparecen las aceptadas que pueden ser compradas por revistas y medios de prensa de otros países. Así es como José Alberto en esta expresión de las artes visuales comenzó a verse. Pero me interesaba darme a conocer aquí primero. En cumplir con ese anhelo también juega un rol importante Ares, quien me dice: es por aquí, por allá. Y como colofón llegó la XXIV Bienal Internacional de Humorismo Gráfico, una especie de cierre de este periodo que no termina ahí, sino que es el punto de partida para seguir creciendo”.
¿Qué continúa entonces?
“Lo primero es presentar aquí en Sancti Spíritus mi exposición La paradoja del arquero, actualmente en la sede de la Upec, en La Habana; y luego en Santa Clara, cobija del Salón Internacional de Humor Gráfico. Quiero junto al colega Andez —caricaturista cienfueguero— hacer un evento donde se convoque el arte joven. Tengo alumnos que crean y quizá no encuentran el espacio idóneo para compartir lo logrado. Con la tradición espirituana y el apoyo institucional estoy convencido que se pueden lograr muchas cosas”.
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