La provincia con mayor capacidad para embalsar agua en el país mantiene sus represas al 14 por ciento y sus principales ríos semejan desde hace meses un paisaje lunar“.

La historia

Que la fábrica de cemento Siguaney esté pensando en beber agua de pozo; que otras industrias claves como el combinado lácteo Río Zaza y la planta conservera de frutas y vegetales se hayan visto precisadas a virarse para el río Tuinucú y que la refinería de petróleo Sergio Soto haya tenido que correr cuatro veces el «chupón» para poder tragarse la presa Manaquitas tiene al menos dos lecturas.

De izquierda a derecha el estado que presentan los ríos Taguasco, Zaza e Higuanojo. (Fotos: Vicente Brito y Juan Antonio Borrego / Escambray)

La primera y más evidente: que Sancti Spíritus vive lo que se dice una sequía extremadamente brava, que ha menguado sus reservas hídricas y ha impactado en sectores claves como el abasto a la población, la agricultura, la producción cañera, la ganadería y la infraestructura industrial; la segunda y no menos importante: que los dolientes y sobre todo los decisores no se han quedado de brazos cruzados esperando por las nubes.

La idea de usar el agua del río Tuinucú para abastecer por la conductora tradicional las instalaciones del Ministerio de la Industria Alimentaria (Minal), ubicadas en la cabecera provincial, y varios poblados del municipio de Taguasco no resultó un ejercicio de ingeniosidad gratuita, sino que fue impuesta por el agotamiento total de la presa Siguaney, un embalse diseñado décadas atrás para tales fines, que colapsó totalmente en marzo pasado.

Por estos días los espirituanos han estado sopesando también la propuesta de interconectar las zonas norte y sur de la ciudad en un intento por mitigar el desabastecimiento en aquellos sectores que usan el viejo acueducto ubicado junto al cauce del Yayabo, una situación absolutamente inédita en estos predios.

El agotamiento de la presa Siguaney y la depresión experimentada por el río Yayabo, sin embargo, representan apenas la punta del iceberg de la prolongada sequía que ha venido reproduciéndose año tras año y que impacta de una u otra forma en todos los municipios de la provincia, una realidad que pudiera quedar relegada entre los nubarrones de los últimos días y algunos aguaceros salteados, que todavía nadie se atreve a calificar como primavera.

Precisamente sobre la necesidad de no desmovilizarse, de seguir mirando el asunto con luz larga y de buscar soluciones duraderas para contrarrestar la escasez de agua alertó en los últimos días Teresita Romero Rodríguez, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, en uno de los análisis semanales sobre dicha problemática: «Que nadie dé por terminada la sequía –dijo–, que tres aguaceros no hacen primavera».

¿DESAPARECEN LOS RÍOS EN SANCTI SPÍRITUS?

«Si el agua sigue tan jíbara se nos van a acabar hasta los ríos», comentó a Escambray Nena Cañizares, una lugareña que prefiere no mirarle el lomo a las piedras que asoman como dinosaurios echados bajo el puente de la carretera que une a Zaza del Medio con la ciudad de Sancti Spíritus.

El río Zaza, el segundo mayor de Cuba, había permanecido hasta el pasado jueves 13 de abril de 2017, en el nivel de cero gasto de agua. Vista desde la carretera Sancti Spíritus-Yaguajay.

Quien se asome por estos días al cauce del río Zaza puede pensar perfectamente que los datos compilados por Escambray en septiembre del 2012 fueron sacados de un manantial de realismo mágico y no de las oficinas de la delegación del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) en este territorio.

Como resultado de aquella primavera macondiana, desde finales de mayo y hasta mediados de septiembre de ese año los embalses espirituanos tuvieron que evacuar por sus respectivas compuertas la increíble cifra de 1 123,5 millones de metros cúbicos de agua, superior a la capacidad de embalse de la presa Zaza, la más importante del país.

De este total, la mayor parte correspondió a la propia Zaza, que en apenas cuatro meses descargó en el Caribe 816,4 millones de metros cúbicos –347 millones en mayo, 187 millones en junio, 160 millones en julio y 122,4 millones en agosto–, un average que ahora mismo clasifica entre las nostalgias de los arroceros del Sur del Jíbaro, quienes llevan varias campañas limitando sus siembras por déficit de agua.

Cinco años después, Gustavo García Portal, aforador principal en la Estación Hidrométrica Paso Ventura, ubicada en la zona de El Saltadero, municipio de Cabaiguán, confirma a la prensa un dato sin dudas revelador: al menos entre el 18 de marzo y el 13 de abril de este año el río Zaza permaneció en el nivel cero de gasto hidráulico –entendido como la cantidad de agua que pasa por determinada área de medición en un segundo–, o lo que es lo mismo, en ese periodo no existió corriente.

Según el aforador, en lo que va del 2017 se registran diversos reportes en Paso Ventura entre uno y siete centímetros de gasto, pero lo ocurrido entre el 18 de marzo y el 13 de abril representa el menor caudal sostenido del Zaza desde que fuera creada la estación en el lejano 1964.

SI EL AGUA NO VIENE DE ARRIBA…

Si la reparación de la presa Dignorah, que almacena las aguas del río Zurrapandilla, en la zona de Arroyo Blanco, concluyó hace varios años y todavía el embalse se encuentra «en polvo», como suele decir el amigo Rafael Conde, es porque la sequía al menos en esta parte del país no comenzó ayer de tarde.

El 55 por ciento del territorio nacional se encuentra afectado por la sequía.

Totalmente agotada se encuentra Aridanes, en Yaguajay, además de Siguaney, en el municipio de Taguasco; muy deprimida, Lebrije, en Jatibonico, y en ascuas, la Zaza, que almacena el 11 % por de su capacidad de diseño –1 020 millones de metros cúbicos– y apenas está asegurando la producción acuícola y el llamado gasto sanitario.

Fuentes de la delegación provincial del Ministerio de la Agricultura confirmaron que la cuarta parte de sus 48 micropresas se encuentra totalmente secas y que el 85 % de sus 3 800 tranques tiene algún grado de afectación, un panorama que le viene costando muy caro a la mayoría de las producciones del sector, incluida la ganadera.
El escenario se completa con el estado lastimoso que muestran la mayoría de los ríos del territorio, en algunos de cuyos cauces –en el Yayabo, el Higuanojo, el Taguasco, etc.– se puede celebrar un partido de béisbol, o mejor de fútbol, sin riesgo de que la pelota se humedezca.

Frente a tal estado de cosas el gobierno viene asegurando agua en pipas a las decenas de miles de personas que han visto agotarse sus fuentes tradicionales de abasto –en Fomento, por ejemplo, hasta hace muy poco el 86 % de la población se encontraba en ese trance–; los ganaderos hacen otro tanto para bien del rebaño; los acuicultores aceleran sus capturas; los arroceros preparan la instalación de bombas para usar el agua subterránea…

–¿Y cuándo se acabará esta sequía?, pregunta Escambray a un guajiro de la zona de Jarahueca, empecinado en ahondar todavía más el pozo del que mal beben sus animales.

–Eso pregúntaselo a Rubiera a ver si él sabe, yo lo que sí te puedo decir es que si no viene de arriba, el agua hay que buscarla abajo de la tierra.