Trinidad

Cuando el viajero llama a la puerta

      
   
   

   

La historia

 

El protocolo que ha dispuesto el país para la acogida de viajeros internacionales en tiempos de pandemia resulta también de obligatorio cumplimiento para las casas de renta que poco a poco comienzan a abrirse al turismo

Bastaría solo un dato para poner los pelos de punta a cualquiera: según se conoció en la reunión del Grupo temporal de trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus, los 32 controles de focos con medidas de refuerzo que se mantenían activos en la capital cubana el pasado 25 de noviembre estaban relacionados con viajeros recién llegados a Cuba.

En plena epidemia, algunos hostales de Trinidad optaron por modificar su actividad para asegurar algún ingreso. (Foto: Ana Martha Panadés/ Escambray)
En plena epidemia, algunos hostales de Trinidad optaron por modificar su actividad para asegurar algún ingreso. (Foto: Ana Martha Panadés/ Escambray)

Que La Habana presente tal comportamiento ya de por sí resulta neurálgico –es la capital del país y la única ciudad con más de 2 millones de habitantes en toda la isla–, sin embargo la cuestión no termina ahí: el contagio desencadenado días atrás en Santiago de Cuba, una zona prácticamente aséptica hasta ahora, llegó por esta misma vía, mientras en el otro extremo del país, en Sandino, Pinar del Río, un viajero y su familia se encuentran sujetos a proceso judicial luego de incurrir en violaciones de los protocolos aprobados.

Desde que el país abrió nuevamente sus aeropuertos y anunció el reinicio de la actividad turística en Cuba, muchos coterráneos ven en el viajero una suerte de «bicho raro», conocida la posibilidad real de que nuestros visitantes sean portadores de la COVID-19, la epidemia que, lejos de menguar, parece cargar las pilas, sobre todo en el continente americano y en Europa.

Pero, ¿puede Cuba mantenerse encerrada dentro de una urna de cristal en un mundo necesariamente interconectado e interdependiente?, ¿puede el país prescindir de la actividad turística –una de nuestras principales fuentes de ingreso– en medio de la crisis mundial que ha generado la propia pandemia?, ¿tenemos derecho a impedirles el regreso a nuestros connacionales, muchos de los cuales también han tenido que capear el temporal sin la protección sanitaria y las prerrogativas que nos benefician acá?

No hay que ser un erudito para comprender la necesidad de reabrir nuestra economía y particularmente nuestro turismo, de cara a una temporada alta, que obviamente amenaza con ser muy baja ante la propia crisis económica, el miedo justificado a la enfermedad, la contracción del comercio y los viajes a escala planetaria y la competencia de otros mercados que igualmente han venido recomponiéndose, muchos de ellos con más recursos y experiencia que nosotros.

«La cuestión no está en cerrar más, sino en saber abrir», recomendaba recientemente un lugareño en Sancti Spíritus, luego del llamado que hiciera en esta ciudad del centro del país el primer ministro cubano, Manuel Marrero Cruz, a reactivar la economía y en particular, a reiniciar la actividad turística en la capital espirituana y en Trinidad.

LA CIUDAD QUE NO DUERME

Sin el espíritu bohemio de sus noches, sin el ir y venir de viajeros de medio mundo tropezando con las chinas pelonas en las calles del centro histórico, sin la vitalidad de los centros turísticos y de los negocios privados, Trinidad pareciera más un cementerio que la ciudad despabilada y coqueta que por siglos ha venido enamorando a los forasteros.

Así lleva ocho meses desde que en marzo pasado los turistas italianos procedentes de la región de Lombardía, en Italia, que habían hecho viaje desde La Habana hasta el centro sur de la isla, fueron identificados en un hostal de la villa como los primeros infectados con el SARS-CoV-2 en el país, hecho que marcó un antes y un después en los anales epidemiológicos de la nación.

A diferencia de lo que sobrevino tras aquel inicio caótico, la ciudad vive hoy un escenario favorable, en fase dos de la etapa de recuperación post epidemia y con más de 20 días sin reportar casos autóctonos, un contexto esperanzador para muchos hostaleros, que ahora se frotan las manos ante la posibilidad de la reapertura en cuanto sea declarada la nueva normalidad para un territorio que dispone de más de 1 300 casas de arrendamiento y un centenar de restaurantes y paladares legalmente establecidos.

Pedro Díaz es de los que ha decidido retomar el arrendamiento de una de sus habitaciones: «El cuarto está independiente de la casa y el roce con los turistas será mínimo», comenta a Granma tras concluir el seminario de capacitación que durante la última semana se desarrolló en el territorio, convocado por la Dirección Municipal de Trabajo y la Delegación del Ministerio del Turismo (Mintur) con la presencia de especialistas de salud, quienes no se cansan de recalcar la responsabilidad individual y la importancia del cumplimiento estricto de las normas sanitarias para evitar el contagio.

Con más de 60 años, Pedro y su esposa se incluyen en el grupo de personas vulnerables, pero comprenden que ahora «lo más importante es cuidarse, tener en cuenta las medidas que todos conocemos y reactivar el negocio en cuanto sea posible porque la economía personal y la del país lo necesitan».
Madelaine Piedra y Gerold Gómez no comparten el mismo entusiasmo y prefieren esperar: «Tenemos niños en la casa y no queremos exponerlos», dice ella, quien confiesa que participó en el seminario para actualizarse en cuanto a los protocolos y conocer las indicaciones en caso de que no decidan reanudar el negocio por ahora. «Muchos hostales están descomercializados, va a ser muy difícil asegurar reservas y mantener la ocupación», agrega él.

Aunque la Dirección municipal de Trabajo no ha informado sobre nuevas disposiciones legales para el caso del arrendamiento de habitaciones, viviendas y espacios en la nueva normalidad, Maira Santiago, especialista de esa entidad, aseveró que se concluye el reordenamiento del ejercicio por cuenta propia en el país para ser presentado próximamente.

En los mares de la especulación flotan varias inquietudes, entre ellas, la posibilidad de continuar con la suspensión temporal de la licencia si el titular no desea exponerse al riesgo de contraer la enfermedad o no cuenta con las condiciones económicas para retomarla –sin duda una de las medidas que favoreció a los trabajadores del sector no estatal durante la pandemia–; así como las obligaciones tributarias para esta etapa.

Trinidad cuenta con más de 1 300 casas de arrendamiento y un centenar de restaurantes y paladares. (Foto: Marius Jovaisa)

Harina de otro costal resultan el acentuado desabastecimiento que impide acceder a productos empleados en el lavado de la ropa y la limpieza de las habitaciones, así como otros alimentos imprescindibles para el servicio, un reclamo que Marlon Martínez sostiene sin medias tintas: «¿Cómo vamos a brindar un buen servicio a los turistas si no se pueden adquirir frutas, pan o huevo para el desayuno o para una cena?».

Como uno de los organismos que acompaña y estimula la modalidad del turismo no estatal en la ciudad, Luis Manuel Núñez, especialista del Mintur, concuerda en la pertinencia de esta capacitación a las puertas de la nueva normalidad porque «Trinidad constituye uno de los destinos más demandados por los turoperadores y vacacionistas que ya incluyen a la isla caribeña en su itinerario, por eso continuamos con el proceso de certificación de las instalaciones hoteleras y extrahoteleras de la provincia por un turismo más higiénico y seguro, aval muy útil también para los negocios privados».

En la misma cuerda, el Centro Universitario Municipal también ha aportado su grano de asesoramiento a los trabajadores por cuenta propia, una contribución que según la doctora Anayansi Albert, directora de la entidad, se corresponde con la vocación de la universidad cubana de corresponder y buscar soluciones a los problemas de la comunidad.

UN PROTOCOLO BIEN CLARO

El estricto control diseñado en el país para la acogida de viajeros internacionales en tiempos de pandemia presupone el mismo o quizás mayor rigor para las casas de renta que poco a poco comienzan a «aterrizar» en la llamada nueva normalidad. «No es lo mismo sospechar que el problema está en la calle que tenerlo dentro del cuarto», reflexionaba un hostalero trinitario cuando Granma recorrió la ciudad días atrás.

El Ministerio de Salud Pública ha puesto especial énfasis «en la responsabilidad que tienen los propietarios ante la comunidad, su familia y el Sistema de Salud al alojar viajeros internacionales», y ha instado a los dueños de las casas de renta «a mantener un intercambio oportuno y directo con el Consultorio Médico o el área de salud donde se encuentre enclavada, informando oportunamente cualquier evento de salud que detecte entre sus huéspedes» y, por supuesto, a reforzar las medidas sanitarias, el distanciamiento social y el uso del nasobuco.

La pasada semana, en la habitual reunión del Grupo temporal de trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez fue más que claro en lo relativo a las exigencias para con los viajeros: Donde exista una violación –dijo– hay que hacer la denuncia y aplicar la multa correspondiente por propagación de epidemia e incumplimiento de las medidas, porque este es un asunto de todos.

Ilustración: Alexander Hernández Chang

Cronología mínima

Trinidad fue declarada Monumento Nacional por la Resolución No. 3 de la Comisión Nacional de Monumentos el 10 de octubre de 1978 e inscripta en la lista del Patrimonio Mundial, junto con el Valle de los Ingenios, durante la duodécima reunión del Comité Intergubernamental del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO, celebrada en Brasilia, Brasil, entre los días 5 y 9 de diciembre de 1988.

Reconocimiento concedido según los criterios culturales que fundamentan la declaratoria por ser un ejemplo eminente de un tipo de construcción o de un conjunto arquitectónico que ilustra un período histórico significativo, además de un ejemplo eminente de un hábitat humano tradicional, representativo de una cultura y vulnerable bajo los efectos de mutaciones irreversibles.

El Centro Histórico Urbano constituye hoy uno de los conjuntos más notables de Cuba y de América Latina, donde sobresalen, tanto los elementos arquitectónicos, como los urbanos; su trazado irregular, sus plazas y sus calles empedradas.

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