El último cerco del Escambray

Con la captura de Blas Tardío en marzo de 1965 por fuerzas regulares de la Lucha Contra Bandido llegó el final para las bandas de alzados en esa serranía

El reloj marcaba esa hora en que la tarde le sede el turno a la noche. El campamento permanente del Batallón Cinco de las tropas de Lucha Contra Bandidos (LCB) estaba inmerso todavía en el ajetreo de la comida, cuando llega nuestro jefe, el teniente Belizario Izquierdo Camacho, y con voz de trueno ordena: “¡A los camiones!”.

En pocos minutos los 528 hombres estábamos sobre los medios de transporte, en zafarrancho de combate, con el armamento y la mochila al hombro. La caravana partió inmediatamente con rumbo desconocido, como siempre.

Bajamos de los camiones lejos de la intrincada zona donde acampaba la banda del titulado comandante Blas Tardío y comenzamos a caminar en fila india alrededor de las nueve de la noche del día 9 de marzo de 1965.

Nuestro batallón abandonó la Carretera de Topes de Collantes, doblamos por el camino de Jabira, ya al filo de la medianoche. Al amanecer del día 10, cuando faltaba casi medio kilómetro para cerrar el cerco con los hombres del Batallón de las FAL que venían por el monte espeso, los alzados intentan escaparse por la brecha abierta, pero Izquierdo corre con los hombres del final de la compañía nuestra y logra impedirlo.

Han transcurrido 50 años de la captura de la última banda en el Escambray y Belizario Izquierdo rememora el hecho con su entonces subordinado, ahora en el rol de periodista: “Los bandidos regresaron hacia el interior del cerco, se le informa al Comandante Proenza sobre la situación e inmediatamente comenzamos a peinar, pero ese día no logramos chocar otra vez con la banda. Aquella noche no durmió nadie. Hasta los propios milicianos se alentaban unos a otros. El propio Blas declaró después de capturado que no encontró un solo espacio por donde escaparse con su gente.

“Como a las once de la mañana del día 11, un miliciano sube a una solapa que había en un promontorio de piedras, sorprende al bandido que estaba de guardia y le dispara a boca de jarro. Casi inmediatamente se entrega el resto con su jefe, pero faltaba un alzado que se les había unido hacía poco tiempo y continuamos el peine. Un poco más abajo, en otra cueva parecida, encontramos el campamento, donde había comida para varios meses. En eso oigo al compañero Gallo que decía: ¡Sal, que te mato! y corro para allá. Habíamos llegado al final de la última operación de captura de bandas de asesinos en el Escambray, aunque después los Órganos de la Seguridad del Estado con el apoyo de pequeños grupos de combatientes, detuvieron a otros alzados que trataban de escapar en las ciudades”.

DE OBRERO Y MILICIANO A OFICIAL DE LA LCB

En enero de 1961 Izquierdo era torcedor en la Fábrica de Tabacos El Manojo y miliciano en el poblado de Zaza del Medio y al llamado de la Revolución se incorpora a la Escuela de Responsables de Milicias en Matanzas. Todavía no había concluido el curso cuando se produce el ataque mercenario por Playa Girón. Allí tiene su bautismo de fuego. Con olor a pólvora todavía los bisoños oficiales son trasladados hacia la jefatura del Ejército Central, en Santa Clara, donde el Comandante Juan Almeida Bosque, jefe de ese mando, les planteó la necesidad de incorporarse a la lucha contra las bandas contrarrevolucionarias que operaban en el Escambray.

Yo fui designado jefe de una compañía de 120 milicianos, la mayoría eran campesinos y obreros agrícolas de esa región montañosa y sus edades oscilaban entre los 14 y los 16 años.

En esos momentos todo el macizo estaba dividido en sectores y se operaba por indicios, con poca efectividad. Ya había concluido la Primera Limpia en la que participaron miles de milicianos y combatientes de todo el país y ahora sólo quedaban dos batallones y varias compañías y pelotones independientes.

“Es a partir del 3 de julio de 1962 que designan al Comandante Raúl Menéndez Tomassevich como jefe de las operaciones. El organiza la Sección de Lucha Contra Bandidos (LCB) y a inicios de 1963 crea la División Operacional Escambray compuesta por 10 batallones, con medios de transporte y la estructura de Retaguardia, para dar respuesta al nuevo incremento de bandas que había tenido lugar en esa etapa y a la agresividad de estas, manifiesta con nuevos crímenes, como los perpetrados en el asalto al tren en Sierra Alta.

“Ya en esa época se había creado también el Buró de Bandas de los Órganos de la Seguridad del Estado del Ministerio del Interior, que logra preparar una red de agentes y colaboradores y penetrar a las principales bandas, de ahí que se ganó en efectividad en las operaciones, que a partir de ese momento se hacían con una mayor planificación.

¿Qué carácter tuvieron las acciones de los bandidos?

“Puedo asegurar que desde que yo entré al Escambray en mayo de 1961 hasta la captura de la última banda en marzo de 1965, las acciones de los bandidos tuvieron un carácter terrorista. Quisieron siempre dominar cometiendo asesinatos, asaltos a tiendas del pueblo, escuelas, a vehículos en las carreteras como el caso de la guagua de la Papelera en la Loma del Puerto donde mataron a unos combatientes. Pero no conozco que hayan realizado un solo ataque a una unidad militar. Sí, asaltaron pequeños poblados que fueron defendidos heroicamente por las milicias campesinas y obreras. Lo que hicieron fue sembrar el terror para que los campesinos y pobladores de esas zonas le retiraran el apoyo a la Revolución y en realidad, ante cada crimen, el pueblo la defendía con mayor fervor”.