Plaza de San Francisco (Parque Serafín Sánchez)

Archivo Histórico Provincial

Hoy es el área principal de la ciudad, su centro recreativo-cultural y comercial por excelencia, cuyo entorno está conformado por edificaciones de diferentes siglos, predominando las manifestaciones eclécticas de varios niveles constructivos.

Su historia se remonta al siglo XVII, al erigirse en el área la ermita de la Veracruz en el año 1690 y fundarse a su lado, en 1716 el Convento de San Francisco regido por la orden monástica más numerosa de América entonces. A su frente tenían un espacio vacío al que llamaban Plaza de San Francisco o Plaza del Convento, carecía de equipamiento alguno y tenía carácter religioso, pero fue albergando otras funciones cuando se dispuso ubicarle el mercado de la ciudad, la Real Factoría y se fue rodeando de casas aportaladas en algunas partes y de otras de cierta categoría, a manera de colgadizos, que en el siglo XIX se remodelaron.
En virtud del esplendor alcanzado por la ganadería, el secular negocio espirituano y de un cierto despertar azucarero, las élites enriquecidas reclaman transformaciones en su hábitat en influyen en el gobierno local para lograr mejoras en la ciudad. Por sus gestiones se funda el primer periódico (1834), se edifica el Teatro Principal (1839), se empiedran calles, se construyen varios puentes, el primero en 1825 sobre el río Yayabo y se mejoran los espacios públicos.
Entonces comenzará el máximo esplendor de la Plaza San Francisco. Cruzada por las vías más importantes de la ciudad: la arteria del mismo nombre, por donde desfilaban actividades festivas, entierros, procesiones y la calle Real que además de ser transitada como la anterior era el eje religioso, administrativo y comercial del pueblo. Por estas razones, las más distinguidas familias la eligen para sus residencias: el Intendente de Hacienda Don Félix Ramón del Camino, Don Mariano Mendigutía, Don José M. García, Leandro Agustín Ramírez y otros.
A su vez el mercado se trasladaba hacia la Plaza de Jesús situada cuatro cuadras al Sur. Dejaba de ser este lugar de abasto de viandas y carnes para convertirse en centro recreativo-cultural.
Ello se debió a la iniciativa del gobernador Nicolás del Llano y a la cooperación monetaria del vecindario, de compañías dramáticas, del sudor de herreros, albañiles y peones. Se dotó de árboles, flores, verjas de hierro, alumbrado de gas y se animó con frecuentes retretas. Fue el único lugar de la ciudad realzado de tal manera, por eso fue el principal sitio de esparcimiento y paseos elegantes, el logro más significativo en cuanto a las plazas coloniales espirituanas.
Su gran relevancia se reafirma cuando los jesuitas adquieren los edificios religiosos del entorno, los reparan, embellecen y acondicionan para su iglesia y su escuela donde acudieron los hijos de las más encumbradas familias.
Las transformaciones hechas a la iglesia la dotaron de una hermosa fachada de filiación neoclásica, de lujosos altares y de un nuevo mobiliario completando un bello marco a aquella distinguida Plaza de Recreo o Plaza de Armas.
Durante las guerras de liberación del siglo XIX, la Plaza perdió esplendor y sus edificios religiosos fueron dedicados a cuarteles y hospitales que los deterioraron, pero no al punto de ser necesaria su eliminación. Sin embargo, en 1899 comenzaron a demolerlos. Después, una fiebre modernizadora se apoderó del pueblo y comenzaron grandes remodelaciones bajo el influjo de capitales en continuo crecimiento.

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El parque más célebre de los espirituanos se concluye en 1914 en el área que antes pertenecía a la Plaza del Recreo, donde fueron demolidos la ermita de la Veracruz y el convento de San Francisco. En honor al paladín de las tres guerras de independencia contra el yugo español se llamó parque Serafín Sánchez Valdivia. 

Con el decursar del tiempo se convirtió en sitio de reencuentro de la juventud, ganada por un ritual en las noches de sábados y domingos: los varones daban vueltas en una dirección y las muchachas en sentido contrario con el deliberado propósito de encontrarse y hacer alarde de sus reclamos amorosos; mientras que los mayores se complacían con el encanto de la retreta.

El parque Serafín Sánchez fue diseñado a instancias de un concurso, cuyo proyecto dispuso en su centro un área para la glorieta donde quedaría emplazada la retreta, verdadero foco de animación con marcado carácter recreativo y costumbrista.

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