Plaza de la Caridad (Parque Maceo)

Yolanda Brito

El parque Antonio Maceo, en Sancti Spíritus, tiene un sentido de continuidad con el pasado y con los signos temporales y espaciales que brindan las edificaciones viejas, los campanarios de las Iglesias, las plazas públicas y los parques. Otro argumento a favor de la conservación de la villa

Ni el mismísimo Presbítero Silvestre Alonso pudo siquiera imaginar que al concebir y costear la construcción de una nueva ermita en un campo despoblado al norte de la villa, en 1717, el lugar se convertiría en un modo de animación que ha trascendido hasta nuestros días.
Popularmente conocida como Plaza de la Caridad, parque Antonio Maceo desde 1911, hoy constituye sitio privilegiado de encuentros, paseos, descanso de adultos de la tercera edad y juego de los niños.
Dotado desde 1865 de jardines, bancos y alumbrado público de gas, el parque ha sido testigo de las relaciones más diversas y complejas entre los hombres.
En la segunda década de 1900 la plaza servía de escenario a retretas y competencias de coros que amenizaban la vida cultural de la población las noches de martes y sábado, sin olvidar al también llamado teatro La Caridad, fundado en el sitio que hoy ocupa la funeraria.
Otro acontecimiento que tuvo lugar hacia 1930 fue la constitución en una de sus esquinas del Partido Comunista en Sancti Spíritus.
Considerada la segunda plaza local en extensión, posee a su alrededor viviendas con valores patrimoniales de diferentes tipologías constructivas, fundamentalmente de la época colonial.
Su posición favorece la conexión entre los diversos servicios y funciones del área, como: farmacia, funeraria, museo, panadería, barbería, mercado y viviendas.
El contexto recrea la perspectiva urbana con sus valores paisajísticos e incide favorablemente sobre el medio ambiente por ser uno de los pocos “pulmones verdes” del centro histórico urbano.
El valor adquirido por este lugar se ha ido transmitiendo de una generación a otra, aunque interpretada por cada una según las circunstancias, las que forman costumbres y tradiciones que son las que patentan la particularidad e identidad cultural de un sitio.
Uno de los mayores argumentos para apoyar la conservación de las ciudades ha sido siempre la necesidad del hombre de contar con un sentido de continuidad con el pasado y con los signos temporales y espaciales que brindan las edificaciones viejas, los campanarios de las Iglesias, las plazas públicas y los parques.
Al cabo de más de dos siglos, obviamente hoy no son los mismos rostros los que frecuentan el sitio, pero unos y otros siguen cobijados por la mirada de un inmueble admirado y respetado, no sólo por los devotos de la Virgen de la Caridad, venerada en Cuba desde inicios del siglo XVII, sino por los pobladores espirituanos como memoria histórico-social.
El llanto de un niño en la pila bautismal de mármol blanco, que aún se conserva, quebró el silencio y solemnidad del templo aquel mediodía. Era el 8 de julio de 1846 y se trataba del bautizo del espirituano Serafín Sánchez Valdivia, quien luego se convertiría en héroe de las tres guerras de independencia.
Este y otros acontecimientos históricos, culturales y eclesiales son atesorados en la memoria de la comunidad, por lo que la Iglesia Parroquial de la Virgen de la Caridad constituye un punto de referencia local.
El Reglamento para la protección del Centro Histórico Urbano de Sancti Spíritus y la Legislación de Protección y Control del Patrimonio vigente las asignaron al inmueble el Grado de Protección II.
El edificio situado sobre una plataforma elevada conserva la imagen ecléctica de su fachada, aportada en 1930 por el contratista y maestro de obras Conrado Garau.
La simetría, la proporción entre las partes, alterada sólo por la ubicación de la torre-campanario caracteriza la fachada principal.

TRAS LOS VIEJOS MUROS
Fiel al precepto de que antes de comenzar cualquier proceso de intervención en una edificación patrimonial todo investigador debe “…entrar en contacto directo y consciente con su edificio y conocer, no sólo cada uno de los componentes fundamentales, sino todos los secretos que sus viejos muros encierran”, el joven arquitecto de la comunidad Pedro Jorge Jiménez Ramírez desentraña con su estudio y dedicación los vericuetos de la evolución histórico-arquitectónica de la Iglesia.”
“Con el advenimiento del siglo XX la antigua Ermita de la Caridad fue olvidando los viejos moldes procedentes del arte mudéjar para apropiarse de una imagen que caracterizaría a las principales edificaciones espirituanas hasta la década del treinta: el eclecticismo.”
Alrededor de 1930 intervino en la rehabilitación de la Iglesia de la Caridad el maestro de obras mallorquín Conrado Garau, quien materializó otros proyectos arquitectónicos de la villa como La Colonia Española, la Clínica Los Ángeles y la Portada del Cementerio.
Apasionado con su profesión, el también Máster en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Construido me atiende en una mañana dominical, dedicada a su Pedro José, quien a pesar de sus tres años escucha con atención al papá, quizá para advertirle que lo espera o siguiéndole sus pasos.
“A pesar de que la Iglesia ha sufrido diferentes modificaciones en el tiempo, la imagen a recuperar coincide con la existente en sentido general, aunque, aclara, se adecuará a una expresión contemporánea para responder a nuevos requerimientos funcionales y ambientales, no considerados en etapas anteriores tales, como: acceso para discapacitados por el lateral izquierdo, abertura de nuevos vanos para mejorar el confort climático interior y otras adecuaciones funcionales de espacio.»
Detén el paso, caminante, como diría el historiador de La Habana, Eusebio Leal, y admiremos el carácter valioso e irremplazable de la herencia recibida, de no contribuir a ello,s además de borrarse las huellas del pasado, se le negaría a las futuras generaciones el derecho de poseer un patrimonio que los identifique.
Sólo así será posible que niños como Pedro José, y otros que están por venir, disfruten de este rincón espirituano, teniendo en cuenta que en el nacimiento de una conciencia social sobre la necesidad de guardar y preservar lo histórico media un esfuerzo de años.

Ocupa el espacio delimitado por las calles Independencia, Céspedes, Cruz Pérez y Rafael Río Entero, contiguo a la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Caridad y cuenta hoy con un variado entorno de la producción arquitectónica de varias épocas.
Su historia comienza en el siglo XVIII al erigirse la ermita de la Caridad (1717-1727) a expensas del presbítero Silvestre Alonso que se convertía en foco para el desarrollo de la ciudad hacia el Norte. Este nuevo centro religioso tuvo menor jerarquía que sus antecesores hasta que el obispo Pedro Agustín Morell de Santa Cruz la declaró auxiliar de la Parroquial Mayor y más tarde, en 1853 le otorgaron similar categoría que la primada. Originalmente fue la ermita uninave a la que se le añadió una torre-campanario gracias a la gestión del Obispo “Espada” y a las donaciones de los feligreses. En su antiquísima pila bautismal recibió las aguas del bautismo el héroe espirituano Serafín Sánchez Valdivia el 8 de julio de 1846.
Junto a la edificación religiosa se fue conformando una plaza, cuyo carácter se transformaría lentamente en centro de múltiple significación: residencial, comercial y recreativa. Ampliada en 1865 con terrenos propiedad de la Iglesia cedidos para ese fin. Al cerrarse las verjas de hierro y dotarse de jardines, se llamó del General Dulce en honor del Gobernador de la Isla.
El siglo XIX deja valiosos exponentes en el entorno, las casas del presbítero Basilio Madrigal, la de Doña Amalia Casanova y Don Próspero de la Cruz, todos influyentes personajes de la sociedad espirituana. Estas mansiones aún se mantienen con alto grado de integridad y vinculadas a variadas leyendas.

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