Día del Historiador Cubano: Ñeñeca en tres actos

A María Antonieta Jiménez Margolles la conocen hasta las piedras en Sancti Spíritus, la ciudad cuya historia, a diario, cuenta y respira

Ñeñeca es historiadora de Sancti Spíritus desde 2006. (Foto: Gabriela E. Cañizares/Escambray).

I

–Ñeñeca, el compañero viene de La Haba…

–¡Pero mira qué jovencito y qué bonito, quédate aquí con nosotros en la provincia!

Sonrió y dijo en tono conspirativo: «No me hagas caso, me meto contigo porque soy una vieja cañenga».

De esta manera, Ñeñeca rompió todo el protocolo con el que pretendieron presentarnos. Después de conversar sobre algunos proyectos profesionales, la Historiadora de la ciudad, casi octogenaria, me sorprendió con una pregunta que no esperé de su parte:

–¿Te lo puedo mandar por WhatsApp? Me es más cómodo por ahí.

María Antonieta Jiménez Margolles, Ñeñeca, no está hecha en un molde común.

–¿Sabes qué es esto? –me asaltó inmediatamente–, es un tintero que perteneció a mi tatarabuelo José de Jesús García Abstengo, primer alcalde de la ciudad después del Pacto del Zanjón. El muy cabrón tuvo que ser autonomista.

Ese fue el inicio para una inevitable conversación sobre historia. Al final, ella confesó con pesar:

–Yo nunca iré a Santa Ifigenia, ni al Mausoleo de Santa Clara, no me imagino a Fidel ni al Che muertos. Bueno… no los demoro más. ¿quieren ir a mi casa a tomar café? Lo que es un poco lejos e iremos caminando.

–Lo siento, Ñeñeca, tengo un compromiso ahora, cuando vuelva a venir por acá se lo acepto– le respondí como quien termina una conversación de rutina.

Lo que le decía no era mentira, otro colega, a pesar de no ser historiador local, se había ofrecido gentilmente a servirme de guía y explicarme la historia de la villa de Sancti Spíritus.

        II

«Esta es la Iglesia Parroquial Mayor del Espíritu Santo. Aquello que está encima del pórtico es la paloma de oro que representa al Espíritu Santo, también existe una leyenda sobre la presencia de un gallo de oro en la iglesia, pero desapareció. Quien domina bien la historia es Ñeñeca.

«Según cuentan algunas personas —continuó el anfitrión—, hubo en la villa una mujer muy mala, que próxima a su muerte pidió ser enterrada en la misma entrada de la iglesia, para que todos los que pasaran la tuvieran que pisar, y así mostrar su arrepentimiento.

«Hace años se realizaron excavaciones en el lugar y se encontraron sus restos, pero quien le puede explicar con mayor profundidad sobre esa mujer es Ñeñeca.

«¡Vamos hasta la Plaza de Armas! –sugirió mi guía– Si te fijas, todas las casas que rodean el parque son coloniales. En la esquina donde comienza el bulevar había otro inmueble colonial, pero lamentablemente fue demolido, y querían seguir demoliendo más para acá. ¡Cuando Ñeñeca se enteró… formó tremendo lío y hasta ahí llegó la demolición!

«Estas calles empedradas por las que estamos caminando no son las originales; si te percatas, entre las piedras hay bastante cemento y no era así en el siglo xvi. Ñeñeca tiene una investigación profunda sobre el tema, ella te puede dar más elementos».

Después de un amplio recorrido y de acribillar a preguntas a mi guía, nos despedimos. No podía pasar por alto que toda la tarde me estuvo martillando en los oídos el nombre de Ñeñeca. No podía irme de Sancti Spíritus sin conocerla bien.

     III

–¡Oigo!

–Ñeñeca, le acepto el café.

–Venga para acá para que usted sepa lo que es un café espirituano con sabor a apagón.

A pesar de la distancia y mi desconocimiento de la ciudad, llegué increíblemente rápido. El chofer joven que me dio botella, el trabajador del Cupet, los adolescentes del barrio y los transeúntes de la esquina, todos sin excepción conocían a Ñeñeca.

–¿Cuál, la historiadora?– e inmediatamente señalaban la dirección que debía tomar.

–Pasa, mijito, voy a poner el café. ¿Con mucha o poca azúcar?

Acomodados en el butacón de madera comenzó una apasionante conversación.

–Yo nací en cuna de oro, no puedo decir otra cosa. Mi pasión por la historia comenzó desde bien pequeña, en mi casa cuando nos reuníamos siempre escuchaba hablar sobre el pasado. Uno de mis tíos, Félix García Rodríguez, había sido constituyente en 1940, supongo que de los moderados, y era motivo de orgullo familiar. Tanto él como mis padres siempre hablaban de los orígenes de Sancti Spíritus, sobre las guerras de independencia y las primeras décadas del siglo xx; yo escuchaba todo aquello con ganas de saber siempre más.

«También recuerdo con mucho agrado a José de la Asunción, había sido esclavo de mi bisabuela y, cuando vino la abolición, se quedó en la casa, y fue una grata compañía para mí.

«Lo recuerdo como un hombre muy aseado y decente. Él estaba autorizado a llevarme al parque frente a la casa y en ocasiones me contaba sobre África, decía que provenía de un lugar donde había un río grande en el que no se veía la otra orilla. Durante años he creído que se refería al río Congo.

«Murió con nosotros en la casa, tuvo una vejez muy tranquila. Fue precisamente él quien me puso Ñeñeca, que quiere decir «amiga» en su idioma originario.

«Crecí en un ambiente cultural muy propicio y desde pequeña siempre estaba leyendo. Ya en la juventud por mis manos habían pasado los principales clásicos de la literatura.

«¡Ah, no te he contado que fui monja! Estudié seis años en el Colegio del Apostolado y lo abandoné cuando se produjo la nacionalización de la enseñanza en 1961.

«La Revolución no solo movió los cimientos del país, también produjo debates hacia el interior de las familias. Nadie permaneció ajeno. Yo desde joven tenía mis inquietudes políticas y un pensamiento de izquierda. Por mis pronunciamientos, en ocasiones mi padre decía despectivamente: “¡Esta niña nos va a salir comunista!”

«Recuerdo los enconados conflictos en mi familia, parte de ella abandonó el país y asumieron posiciones muy reaccionarias desde Estados Unidos. A mí, por ejemplo, se me prohibió sumarme a la alfabetización.

«Después estudié en la Universidad y recibí una buena formación. Recuerdo con agrado a Armando Entralgo, quien me hizo enamorarme de África. Cuando me gradué, partí como traductora de inglés de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) para Etiopía. ¡Qué cultura más fascinante! Ellos viven con el orgullo de ser la única nación que no fue colonizada por los europeos.

«Por esa época ya había mostrado interés por la historia de Sancti Spíritus, me di cuenta de que nadie conocía el territorio. En 1983 comienzo a inventariar todas las casas del centro histórico, una por una, por dentro y por fuera. Eso me ha llevado a un proceso investigativo continuo, del que han salido seis libros de mi autoría y unos cuantos en coautoría.

«Desde 2006 soy oficialmente la Historiadora de la ciudad y, en 2013, las FAR me entregaron la Réplica del Machete Mambí de Máximo Gómez; recibir esa distinción me llena de orgullo».

Ñeñeca se alegra mucho cuando habla de su familia. No olvida a su esposo «combatiente del Ejército Rebelde, y quien pasó varios años infiltrado en Estados Unidos.

«Mi hija es uno de mis grandes orgullos, es una mujer de bien y muy inteligente. Estudió Derecho. ¡Imagínate, nació un 13 de agosto!».

La tarde se nos fue volando, nos despedimos y salí inmediatamente, aún tenía que prepararme antes de ir a la terminal, partía esa misma noche.

Un poco incrédulo aún sobre la especie de omnipresencia de aquella mujer, y antes de salir por la puerta del hotel, regresé sobre mis pasos y le pregunté a la joven de la carpeta:

–¿Usted conoce a la Historiadora de la ciudad?

–Sí, Ñeñeca.

Periódico Granma

Texto de Periódico Granma
Órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba

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