Esta vez la aleación resultó perfecta. Los Gallos que se pusieron el traje de Tigres asimilaron su ferocidad y opulencia. Igual sus garras. Y en la copa que levantó Ciego de Ávila en la III Liga Élite estuvo el sello de las manos espirituanas.
Porque este es también el título de Frederich Cepeda, Rodolexis Moreno, Ariel Zerquera, José Isaías Grandales, Yankiel Mauris, Alex Guerra, Yohannys Hernández, y del médico Remberto Pérez Farfán. Por estos hombres, unos al principio y otros después, apostó el mánager Dany Miranda y los Gallos respondieron a la altura, tanto en la fase regular —donde los avileños fueron arrolladores y ganaron, callados, el primer boleto— como en los play off, cuando no dejaron, primero, respirar a los Leones y, después, cuando propinaron una barrida categórica a Las Tunas, el mismísimo campeón de la última Serie Nacional.
Se ha escrito bastante de ese aporte. Basta agregar que en la final esa contribución se afianzó. La nota más alta la alcanzó el gran Frederich Cepeda Cruz, justamente electo como el Jugador Más Valioso. Para merecerlo aportó en estadísticas (en la semifinal, de 16-7, cinco anotadas, tres impulsadas, ocho boletos y 438 de average; en la final, de 13-6, incluido un jonrón, tres anotadas, cuatro impulsadas, cuatro boletos y 462 de promedio ofensivo). Pero su cetro más preciado fue otro. Cepeda fue durante toda la campaña el alma de los Tigres. La brújula y el ejemplo. La inyección y el hombro. La constancia y el compromiso. Por eso, el firmamento lo premió otra vez con este, no su segundo título nacional como mal se ha dicho, sino con su segunda corona en Ligas Élites, contadas sus congéneres: Súper Liga, Copas Revolución…

dieron el favor de los pronósticos.
En la fase de definición, otros Gallos cantaron con piel de Tigres: Rodolexis Moreno (en semifinales, de 21-7, cuatro anotadas, dos impulsadas y 333 de promedio ofensivo; en la final, de 19-6, cinco anotadas, dos impulsadas, 368 de average). Desde la lomita, el zurdo Ariel Ernesto Zerquera se confirmó como el que más trabajó en la campaña con 19 innings y también como el más ganador de punta a punta al aportar una victoria en cada fase (semifinal y final) y extender a nueve su total de triunfos en esta, la mejor campaña de su vida.
No menos valioso fue el aporte de otro zurdo: Alex Guerra. Pedido en los finales de la clasificatoria, el muchacho sobrecumplió con creces el llamado de Dany. Le ganó un juego en la semifinal vs. Industriales y el partido que selló el título en el cuarto encuentro frente a Las Tunas. Aun cuando fue llamado de apuro ante la indisposición del lanzador designado para abrir, el cabaiguanense tuvo una apertura de calidad al caminar sin tropiezos los primeros cinco innings ante un equipo bateador como Los Leñadores. Y aunque se complicó en el sexto, sus compañeros le aguantaron la ventaja y le preservaron el triunfo más resonado de su joven carrera.
Otros, también con “rayas” de refuerzo, redondearon el team avileño, como Denis Laza con cuatro jonrones en igual cantidad de partidos en la final o Yordanis Samón, bateador regio y oportuno. Pero con Ciego es suficiente decir que el equipo fue uno solo y ganó con autoridad el título al que pocos le dieron el favor de los pronósticos previo a la competencia.
Atizado por los refuerzos que escogió, Miranda tuvo la capacidad de nuclearlos en torno a un objetivo que construyeron partido a partido con las armas de la competitividad y también de la alegría. Conquistaron la confianza de sus seguidores y, también, dicen, de las autoridades, para sostener una atención decorosa, con la anuencia del apadrinamiento, en medio de tiempos difíciles y estrecheces económicas. Así, lograron en la finalísima el apoyo desbordado y delirante de su afición en su José Ramón Cepero, bulliciosa y estimulante en los parques rivales del Latinoamericano y el Julio Antonio Mella.
Se reconoce en su justa medida la plata de Las Tunas, pero la manera en que los Tigres consiguieron su corona fue sensacional y aplastante. Una barrida es una barrida y no deja lugar a dudas de la fuerza de quien la propina. No es que los tuneros no intentaran luchar mucho más en el último juego, cuando era casi inminente un 4-0 en bosque de Leñadores. Es que los avileños con un juego preciso, seguro y muy combativo, amén de los errores hijos de la presión, no le permitieron al contrario respirar ni le dejaron el más mínimo resquicio de resurrección para no arriesgar el trono.
Y hacerle eso al mejor equipo de los últimos años (dos títulos sucesivos) habla de un elenco de carácter que convenció, enamoró y triunfó con una mezcla de jugadores veteranos y jóvenes, el apego al arte de fabricar carreras por todas las vías y con todas las piezas y el respeto a los roles en el pitcheo.
Dije antes que no creía lógico el desarrollo de este evento y lo suscribo con sus luces (pocas) y sus sombras (más). Reconozco, sin embargo, que, en medio de tanta oscuridad de todo tipo, su epílogo, que es como decir su finalísima, logró otra vez revivir la luz de la pasión beisbolera en Cuba. Y esas horas se agradecen.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.