En el Escambray


Caminos en la vereda

Juan Antonio Borrego


Miles de pobladores del Escambray espirituano se benefician con el programa de
recuperación de viales emprendido en zonas del Plan Turquino

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Las intensas lluvias registradas a mediados del pasado año arruinaron la mayoría de los viales de la región montañosa. (Foto: Carmen Rodríguez Pentón).

Las intensas lluvias registradas a mediados del pasado año arruinaron la mayoría de los viales de la región montañosa. (Foto: Carmen Rodríguez Pentón).

Decenas de kilómetros de carreteras y caminos han sido recuperados en los últimos tiempos en el lomerío espirituano. (Foto: Vicente Brito).

Decenas de kilómetros de carreteras y caminos han sido recuperados en los últimos tiempos en el lomerío espirituano. (Foto: Vicente Brito).

La imagen de un arria de mulos cruzándose en plena loma con un auto de turismo ha dejado de clasificar como rareza en varios puntos de la cordillera montañosa del Escambray, luego de que la rehabilitación vial emprendida en la zona de un tiempo a esta parte comenzara también a transfigurar el paisaje.Veredas, terraplenes y hasta carreteras andaban ya de por sí bastante desmejorados cuando el diluvio de mayo de 2012 desdibujó más de un derrotero, sepultó alcantarillas y puentes y convirtió en verdaderas islas muchas de las comunidades que proliferan en la región.

Arnaldo Rodríguez, un montañés tan obstinado como la misma geografía que administra -dirige la Cooperativa de Producción Agropecuaria XXI Aniversario en lo más intrincado del lomerío espirituano-, entiende que para hablar de sostenibilidad y progreso en el Plan Turquino hay que empezar por recuperar la red de carreteras y caminos.

“Si la gente no tiene asegurado por dónde entrar y salir no se queda en Polo Viejo”, dice Arnaldo, convencido de que la reparación del camino que lleva hasta la comunidad constituyó el mejor regalo que pudieron recibir sus pobladores cuando en enero pasado celebraron el medio siglo de la emblemática victoria sobre las bandas de alzados que intentaron tomar el caserío.

Un año antes, a modo de ensayo, los constructores habían vencido una prueba mucho más dura: la reconstrucción de la carretera de Topes de Collantes en dirección a Jibacoa, auténtica aventura a más de 800 metros sobre el nivel del mar y transportando el asfalto desde la capital provincial a una distancia que en ida y vuelta sumaba 270 kilómetros.

ENTRE LIMONES CANTERO Y SEIBABO

De todos los viales mejorados hasta ahora en el macizo montañoso espirituano quizás ninguno haya despertado tanto interés como el tramo comprendido entre Limones Cantero y Seibabo, en la carretera Manaca Iznaga-Güinía de Miranda, que enlaza las provincias de Sancti Spíritus y Villa Clara a través del Escambray.

Loma arriba y loma abajo debieron bregar las fuerzas de la Empresa Constructora de Obras de Ingeniería (ECOI-30), del MICONS, para concluir la pavimentación de los 8 kilómetros planificados este año, proyecto ejecutado a un costo de más de 2 millones de pesos que mejora notablemente la dinámica de las poblaciones asentadas en una región de tan difícil acceso.

“Esta carretera nunca estuvo como hoy”, asegura Wilfredo Bécquer, un experimentado directivo del Grupo Empresarial de la Construcción de Sancti Spíritus (GECSS), que a mediados de los 70 participó en la ejecución original de la vía, muy lastimada en los últimos años por la falta de mantenimiento y el impacto de las socavaciones y los arrastres.

Para Miguel Ángel Luna, director provincial de Vialidad, tan importante como el asfalto resultaron los trabajos previos de mejoramiento del terraplén, desobstrucción y reparación de obras de fábricas, creación de paseos y revestimiento de cunetas y taludes, labores que a juicio del especialista constituyen una garantía para la carretera, permanentemente amenazada por la irregular topografía.

Aunque por ahora todo el trazado no cuenta con las condiciones idóneas del tramo Limones Cantero-Seibabo, la recuperación de la obra ha revelado una ventaja no menos trascendente: el empleo de la vía significa acortar casi a la mitad la tradicional distancia a recorrer entre Trinidad y Santa Clara (de 162 a 87 kilómetros), una ecuación que también tiene su saldo económico.

CAMINOS SOBRE LA CUESTA

“No hay atajo sin trabajo”, sonríe una lugareña junto al nuevo puente que conecta a Caracusey con el barrio de El otro lado, un apéndice poblacional que quedó literalmente separado del pueblo tras la crecida del año pasado, que según la propia campesina “por estos rumbos arrasó con la quinta y con los mangos”.

La joven estructura de hormigón armado, valorada en unos 143 000 pesos, sustituyó la anacrónica armazón metálica existente en el paso peatonal y para que no hubiera casualidad fue diseñada tomando en consideración la altura máxima de este último aluvión, el mayor que se recuerde en el lugar, de acuerdo con varios aforadores empíricos.

Como mismo el puente sobre el río Unimazo borró la zozobra de los pobladores de El otro lado, no pocas soluciones viales han venido también sembrando ilusiones en la serranía espirituana desde mediados del pasado año a la fecha: la recuperación del ramal ferroviario Trinidad-Méyer, la rehabilitación integral del acceso a Polo Viejo y la reparación del camino entre esta última localidad y Puriales.

Frank Cañizares, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular de Fomento, lamenta no tener a mano todavía una solución para mejorar el camino a Sopimpa, un reclamo más que fundamentado, pero reconoce los trabajos del MICONS entre El Pedrero y Gavilanes y la proyección del municipio para, con sus propias fuerzas, aliviar el trecho desde Manaca Ranzola hasta Las Cuabas.

La odisea de abrir caminos sobre la cuesta, sin embargo, no choca solo contra la vegetación, las rocas y el vértigo de los despeñaderos; es un asunto que pasa por la planificación, las prioridades, la disponibilidad de la fuerza técnica necesaria y, sobre todo, por los presupuestos de la nación, que como se sabe, también tienen sus límites.