La sombra del bandidismo

Documentación desclasificada en EE. UU. prueba que las bandas terroristas que causaron en Cuba la muerte a más de 500 personas y pérdidas materiales cercanas a los mil millones de pesos fueron aprobadas, financiadas y protegidas por el gobierno norteamericano

A Eustaquio le entramos a patadas, culatazos, lo acribillamos a balazos y le clavamos una bayoneta en el cuello, a Ana le entramos también a golpes y a tiros. Después de hecho esto Macho Jiménez me dijo que le apretara los órganos genitales a Pío Romero, lo cual hice estando ya Pío casi muerto, también me dijo que los rematara, lo cual hice metiéndole 20 tiros. Mientras yo hacía esto vi a Blas cuando le estaba entrando a culatazos a la hija y a la mujer de Pío.

La historia no es parte de un guión cinematográfico ni el testimonio de algún exterminador de judíos en los años de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de algo mucho más cercano y realista. Es la confesión de uno de los asesinos que en la noche del 2 de junio de 1962 llegó hasta San José de Caña Brava, Escambray adentro, a martirizar al campesino Pío Romero y a toda su familia.

Ya consumada la orgía, Julio Emilio Carretero, el jefe de la banda, al parecer satisfecho con el saldo de tan “brillante operación”, hizo escribir a uno de sus subordinados una nota escueta y cínica que dejó a modo de advertencia en el sitio del crimen: “A estos los cogió la rueda de la carreta”.

Quien a la postre sería comandante del denominado Ejército de Liberación del Escambray anunciaba con esta inscripción su más reciente acto de terror, uno de los tantos que desde casi el triunfo mismo de la Revolución y hasta 1965 cometerían bandas armadas a lo largo del país con el tutelaje de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el gobierno norteamericano.

UN INVENTARIO MACABRO

Pero el inventario de crímenes del bandidismo no comenzó ni terminó en San José de Caña Brava la noche fatídica del 2 de junio de 1962. El 5 de enero de 1961 fueron asesinados en Las Tinajitas, San Ambrosio, Trinidad, el maestro voluntario Conrado Benítez y el campesino Eleodoro Rodríguez; el 3 de octubre del propio año en la finca Novoa, Quemado de Güines, el también maestro Delfín Sen Cedré y el 26 de noviembre en Limones Cantero el joven alfabetizador Manuel Ascunce y su alumno-campesino Pedro Lantigua.

No fueron los únicos. Como los bandidos procuraban sembrar el terror entre campesinos y obreros agrícolas, la lista de víctimas crece, incluso arrastra a algunos niños y adolescentes: el 24 de enero de 1963, en Pedro Betancourt, Yolanda y Fermín Rodríguez Díaz, de 11 y 13 años de edad, respectivamente; en Madruga; Reinaldo Núñez Bueno, de 22 meses, y su madre mueren al ser ametrallado el jeep en que viajaban; en San Nicolás de Bari, el joven Andrés Roja es ahorcado con la misma soga que utilizaba para amarrar su cerdo; el 4 de marzo de 1963 es ultimado el menor Albinio Sánchez, de 10 años…

Cifras oficiales admiten que el bandidismo costó al país 549 vidas (se incluyen víctimas civiles y combatientes), un número de heridos y mutilados aún no precisado con exactitud y pérdidas económicas cercanas a los mil millones de pesos, como resultado de más de un lustro de guerra, atentados, subversión y destrucción de infraestructuras.

EISENHOWER SE LAVA LAS MANOS

La proliferación de bandas armadas en suelo cubano, que Estados Unidos se ha esforzado en presentar al mundo como una guerra civil, un enfrentamiento entre el naciente gobierno revolucionario y la oposición interna negada a aceptar el comunismo, puede ser explicada de manera fehaciente  a partir de documentos oficiales de las propias administraciones norteamericanas, que reconocen abiertamente la participación estadounidense en este capítulo de guerra sucia.

La Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de los Estados Unidos por daños humanos hace referencia a un memorando de reciente desclasificación sobre el desarrollo de una reunión el 17 de marzo de 1960 en la que participan las más altas autoridades de aquel país, en la cual el presidente Einsenhower aprobó el llamado “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro”, que entre otras medidas incluía la promoción y el apoyo directo a grupos contrarrevolucionarios dentro de Cuba.

En dicho memorando el general Andrew J. Goodpaster, funcionario de la Casa Blanca y uno de los asistentes al encuentro, realiza una anotación reveladora de la perversidad y la doble moral con que el gobierno norteamericano deseaba conducir el tema cubano desde aquel entonces: “El presidente dijo que él no conocía plan mejor para manejar esta situación. El gran problema es la filtración y la falta de seguridad. Todo el mundo tiene que estar dispuesto a jurar que él [Eisenhower] no sabe nada de esto. […] dijo que nuestras manos no deben aparecer en nada de lo que se haga”, escribió el general Goodpaster.

LA CIA HIZO LO SUYO

La publicación, también años atrás, del Informe del Inspector General de la CIA Lyman Kirkpatrick sobre las causas del fracaso de la invasión por Playa Girón echa luz más que suficiente sobre el verdadero patrocinio de las operaciones encubiertas contra Cuba desde el verano de 1959, incluido el fenómeno del bandidismo.

Dicho informe recoge, por ejemplo, que entre septiembre de 1960 y marzo de 1961 la CIA , a través de la Operación Silencio, envió por aire a diferentes zonas del país “alrededor de 151 mil libras de armas, municiones y equipos” para la contrarrevolución.

Asimismo es conocido el documento titulado Cuba y el comunismo en el hemisferio, presentado a Kennedy por el general Maxwell Taylor el 4 de mayo de 1961 donde se sugiere que el “incremento de las acciones guerrilleras apoyadas eficientemente por EE. UU. podría alterar las actividades normales de Cuba y mantener la resistencia viva contra los fuertes controles y la represión”.

De igual forma resulta elocuente la respuesta del asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos Mc George Bundy en el sentido de que para “llevar a cabo el derrocamiento del gobierno  en cuestión -por supuesto que se refiere a Cuba-, EE. UU. hará el máximo uso de los recursos nativos internos y externos…”, entre los que se encontraban, por supuesto, los ex militares de la dictadura, los lúmpenes, los colaboradores de antiguos terratenientes y la gente políticamente confundida que nutrieron las filas del bandidismo.

El investigador cubano Pedro Echeverry, estudioso del tema, sostiene que la CIA al menos en seis ocasiones logró contactar, a través de sus agentes, con cabecillas de alzados como Osvaldo Ramírez, El Congo Pacheco y Juan José Catalá, entre otros, intercambios a partir de los cuales fue significativo el incremento de las acciones terroristas y el asesinato de civiles, algo que en modo alguno desveló a Kennedy.

Basta saber, por ejemplo, que durante la Operación Mangosta (desde el 30 de noviembre de 1961 hasta el 3 de enero de 1963) actuaron en el país 181 bandas que cometieron 75 asesinatos, hirieron a 152 civiles, destruyeron más de 30 viviendas, incendiaron 41 escuelas rurales, 12 granjas estatales, 14 tiendas y 19 almacenes, entre otras acciones.

Aún así el bandidismo tenía sus días contados. El incremento de los crímenes, del maltrato y de la violencia, lejos de intimidar a la población y particularmente al campesinado, contribuyó a la unidad de las fuerzas revolucionarias. Cuba entera se alzaba frente a cada fechoría. Las milicias cerraban el cerco…

El 26 de julio de 1965, en Santa Clara, Fidel anunció la victoria con una sentencia válida para todos los tiempos: “…los guerrilleros contrarrevolucionarios no pueden prosperar (…) la lucha guerrillera es un arma formidable, pero como arma revolucionaria.”

Fuentes:
-Demanda del pueblo de Cuba al gobierno de los Estados Unidos por daños humanos.
-Discurso del Comandante en Jefe el 26 de Julio de 1965 en Santa Clara.
-Pedro Echeverry Vázquez: El bandidismo en la Operación Mangosta. Publicado en Granma el 14 de octubre del 2002.