Sin que muera la culebra

La ceremonia de connotación mágico-religiosa que ha definido durante casi un siglo la identidad cultural de Condado pugna por sobrevivir pese a cambios de fecha, alteración de su recorrido y no pocas carencias materiales

El templo de San Lázaro constituye un símbolo espiritual de la comunidad
El templo de San Lázaro constituye un símbolo espiritual de la comunidad.

Con el machete todavía en el aire, a pocos segundos de matar de un tajo a la culebra, Manuel de Jesús Marín, Vito, no escuchó sino el ruido atronador de cientos de voces. En torno a él, medio Condado le reclamaba en lengua conga el golpe mortal.

Sin embargo, mientras cortaba en dos el enorme reptil confeccionado en tela, no tuvo conciencia exacta de la tradición que fundaba para siempre, sino del rito mágico-religioso con el que festejaba la “gracia” de su hermana Juana Florinda Marín, clarividente y curandera como no hubo otra por aquellos lares.

Ambos nacieron a principios del siglo XX, cuando su madre aún contaba con aspereza las historias inverosímiles que había vivido en los barracones de la familia Borrell. De aquella negra mansa, que murió a los 117 años, heredaron la devoción por las deidades traídas de África y el culto a los poderes sobrenaturales que Juana convirtió en el centro de su vida.

“Se dedicó en cuerpo y alma al cabildo —cuenta hoy su nieta Lázara Marín, albacea de una historia que ha trascendido la familia para convertirse en patrimonio local y a quien la abuela adiestró en los secretos del templo—. Su fama se esparció tanto que venían personas desde muy lejos a verla, a traer ofrendas a San Lázaro, a visitar el lugar”.

De modo que a nadie sorprendió el baile litúrgico de Vito, ideado con el único propósito de agasajar a Juana. Desde las márgenes mismas del río partía la comitiva con el matador de la culebra al frente: contorsiones, regodeos, círculos de machete en el aire, ritmo acompasado de los tambores, contrapunteo de coro y solista…

¿Quién mató la culebra? ¿Quién la mató?

Vito Marín.

Justo el 24 de junio, día que el santoral católico dedica a San Juan, el espectáculo itinerante se escurría por un trillo que ya se tragó la maleza, por las calles del poblado entonces incipiente, frente a las puertas de todos los Juanes y bajo la legendaria ceiba de Augusto Juez, en un periplo que servía para simbolizar el triunfo definitivo del bien.

Así fue entonces, cuando Vito Marín habitaba entre los vivos más devotos del cabildo. Varias décadas después y con su recuerdo pegado a los tambores, los integrantes del rejuvenecido Grupo Folclórico La culebra se las ingenian para preservar con la vitalidad de antaño una fiesta que les pertenece por esos recovecos inexplicables de la fe.

Pero las tradiciones mutan. Bien lo saben los ancianos del pueblo que han visto acortarse el trayecto de la procesión y cambiar de mes en el almanaque.
“Actualmente la culebra se saca el 2 de febrero porque La Candelaria es la patrona de Condado, aunque todos preferimos que regrese a su fecha original”, acota Genael Rojas Bastida, promotor cultural y uno de los más fervientes defensores del proyecto desde que cobrara nuevos bríos, allá por el 2007.

Sobre la necesidad de retomar el camino primigenio y devolver la festividad al día para el que fue concebido, alertan además, Lázara Marín y hasta los hermanos Juan y Pablo Fernández Santos, miembros del conjunto que han actuado no sólo en el pueblo, sino también en los asentamientos vecinos.

“Tenemos que lograr que se mantenga la esencia de la ceremonia porque cuando se pierda, no valdrá la pena hablar de rescate”, recalca con lucidez de experto.

“El consejo popular y la Casa de Cultura nos apoyan en todo, pero todavía hay problemas con el vestuario de los siete músicos y el solista”, añade Rojas Bastida.

En tales gestiones andan por ahora, sorteando escollos materiales, ofreciendo toques de tambor para que los orishas limpien y favorezcan los destinos del conjunto. Aún así, y pese a la nostalgia por los tiempos ya perdidos en que Juana abría las puertas del templo, los pobladores de Condado tienen la certidumbre inexplicable de que más temprano que tarde verán serpentear la culebra por los antiguos caminos de Vito Marín.