Un premio para todos los niños

Jennifer Conde González, única ganadora espirituana de este año en el concurso nacional Leer a Martí, comparte su alegría con infantes de Cuba y del mundo. Viajó desde Cabaiguán y apareció en la ceremonia con flores para el Héroe Nacional; las colocó junto a su busto en el parque más

Jennifer se inspiró en los cuentos de José Martí para conformar uno muy original, con varios personajes de La Edad de Oro.Jennifer Conde González, única ganadora espirituana de este año en el concurso nacional Leer a Martí, comparte su alegría con infantes de Cuba y del mundo.

Viajó desde Cabaiguán y apareció en la ceremonia con flores para el Héroe Nacional; las colocó junto a su busto en el parque más céntrico de la ciudad del Yayabo. No se inmutó siquiera al recibir en la Biblioteca Provincial Rubén Martínez Villena el diploma acreditativo, y eso que se trataba de un galardón muy especial. Estaba emocionada, claro, pero pidió hablar al público presente.

Jennifer Conde González dedicó su premio en el concurso nacional Leer a Martí a todos los niños del mundo, en particular “a los que viven en las calles y pasan hambre”. Justo en el hombre de bigote copioso y frente ancha se inspiró a la hora de la composición. “Solicité a la bibliotecaria La Edad de Oro, comencé a leer, a relacionar personajes y así fui conformando el texto”, explica con la gracia de sus 10 años. Guarda un arsenal de sabiduría que emplea a la perfección. Su naturalidad parece innata, pues desde muy pequeña deleitaba a los vecinos de Las Minas, el pueblito natal, con canciones y bailes. Cuando supo leer no pudo ya desprenderse de los libros, entre los que prefiere, por la belleza de su estilo, las páginas del Apóstol escritas para infantes.

“Inventé una gran fiesta, el motivo era celebrar el nuevo año y el  aniversario de la Revolución. Todos mis personajes actúan como en los cuentos de José Martí. En el mío él es mi padre y le dicen Pepe”. Por eso no faltó la avaricia de Masicas, que finalmente se perdió el convite; la bondad de Pilar, cuyos zapatos nuevos donó a una niña pobre de la esquina; la inteligencia de Meñique, quien brilló en el trabajo voluntario y con palabras mágicas desbrozó un campo de marabú para sembrar verduras, e hizo con su pico un pozo que surtiera de agua los plantíos.

“Bebé también estaba allí y no podía quedar fuera el gigante, que fue premiado por sus empeños ahorrativos, pues encendía la luz de solo una de sus muchas habitaciones”, argumenta Jennifer. No comprende algunas palabras, pero pregunta a los mayores. De esas lecturas prefiere los pasajes de bondad. Sostiene, porque lo aprendió del Maestro, que los padres no deben darles todo a sus hijos, “para que no crezcan egoístas y engreídos. Lo que más deben ofrecerles es amor y cariño”.

Vivaz y transparente es esta alumna del seminternado Camilo Cienfuegos, amante de escribir, recitar, jugar a las muñecas, cantar canciones mexicanas y ver muñequitos. Justo como quería Martí que los niños de América fueran “hombres elocuentes y sinceros, hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien”.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *