Fidel se queda

Aunque ya no ocupa el cargo de Presidente, desde hace rato hasta los enemigos reconocen su pasaporte a la posteridad, su estatus de mito vivo en las más humanas ideas. Manuel Pérez, el legendario puentero mayor espirituano, lleva la delantera no sólo por analogía -también supera los 80 años-, sino

Fidel continúa como soldado de las ideas desde la sinceridad de siempre. Aunque ya no ocupa el cargo de Presidente, desde hace rato hasta los enemigos reconocen su pasaporte a la posteridad, su estatus de mito vivo en las más humanas ideas.

Manuel Pérez, el legendario puentero mayor espirituano, lleva la delantera no sólo por analogía -también supera los 80 años-, sino por sus cuatro o cinco encuentros personales con Fidel, y ahora acude sabio a la llaneza de un paralelo: “Le voy a poner un ejemplo, si ahora me dicen que tengo que hacer un puente aquí o en cualquier otro país, como yo los levanté tantas veces, tengo que responder lo mismo, que no puedo, porque ya no consigo subir a esa altura. El hombre tiene que saber hasta dónde puede llegar. Fidel no es el mismo que era y a mí me pasa igual. Uno no debe vivir equivocado. Él ha hecho lo correcto, está ahí, vivo, va a trabajar donde puede hacerlo con sus Reflexiones. Nunca va a abandonarnos”.

Han transcurrido varios años desde que el propio Fidel anunciara su enfermedad con un mensaje estremecedor y el impacto sigue moviendo desde las más apasionadas tertulias familiares hasta los más filosos intercambios profesionales. La noticia voló como diáspora desde el Cabo de San Antonio hasta la Punta de Maisí y se posó trémula en la cumbre del Turquino. Sólo un instante. Luego bajó serena y lúcida por los cauces del Cauto o el Yayabo y encontró en la pupila de su pueblo toda la comprensión de una decisión sabia.

No se despidió el gladiador romano, como se definió alguna vez, no se retiró el hombre que en más de medio siglo de luchas elevó esta isla de un punto anónimo del atlas a la cima de las naciones más respetadas y observadas que en el mundo han sido, por obra y gracia de esa especie de experimento social que jamás claudicó ni ante los peores vendavales.

No se fue de vacaciones el Patriarca. No marchó a una isla de millonarios el héroe a quien la revista Forbes le fabricó fortuna. No pidió estrellas ni honores porque seguro Fidel Castro sigue creyendo que “es posible el cielo en la tierra”*.

Fidel Castro, que ha sobrevivido a una decena de presidentes norteamericanos, a raudales de ensayos para asesinarlo, sigue haciendo la historia, la espolea con sabiduría y liderazgo. Ese liderazgo que nació cuando joven universitario y se afirmó en la preparación del asalto al Moncada, con el yate Granma, en la Sierra para luego abrazar la humanidad.

OTRA VEZ ILUMINADO

Cuba no se mira en el espejo como un dechado de virtudes. Fallas, deterioros, angustias se asoman apenas como minúsculo grano en el adolorido pecho del mundo. Mentor de esta isla y de cuanta causa justa apareció en el sendero, en el epílogo de su vida Fidel Castro parece otra vez iluminado cuando encontró magistralmente la caligrafía para el tránsito paulatino del poder, para el cambio del liderazgo histórico, que muchos consideraban el Talón de Aquiles de la Revolución.

Como en una cascada hizo saber todos los detalles necesarios, desde aquel memorable discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el inicio de su enfermedad en la Proclama del 31 de julio del 2006, hasta las Reflexiones y mensajes con que nos ha venido alumbrando.

Así esquivó traumatismos, perturbaciones, injerencias. Los propios quebrantos de salud le indicaron justo el momento para entregar el mando a las manos y las inteligencias que él también cultivó, que se ganaron el muy difícil privilegio de continuarle en el “complejo y casi inaccesible arte de organizar y dirigir una Revolución”**. Se apuntala en la continuidad.

Fidel ya no será más el Presidente del Consejo de Estado, pero hasta su postrer día seguirá pensando más en los otros que en sí: “(…) Me preocupó siempre, al hablar de mi salud, evitar ilusiones que en el caso de un desenlace adverso, traerían noticias traumáticas a nuestro pueblo en medio de la batalla. Prepararlo para mi ausencia, psicológica y políticamente, era mi primera obligación después de tantos años de lucha (…) Mi deseo fue siempre cumplir el deber hasta el último aliento. Es lo que puedo ofrecer”***.

Con creces el ejercicio de ese deber se ha visto recompensado: desde la ONU hasta el Banco Mundial reconocen el nivel de desarrollo humano conquistado por Cuba y los caminos desandados con su ideario altruista para aliviar la miseria en los más insospechados rincones del planeta.

Alguna vez certificó: “Los revolucionarios no se jubilan”. Por eso quizás no se despidió, continúa como soldado de las ideas desde la sinceridad de siempre. De nuevo hace limalla los rumores enemigos que le caricaturizaban atado al poder.

Como un visionario escribe la profecía de los años por venir: “El camino siempre será difícil y requerirá el esfuerzo inteligente de todos. Desconfío de las sendas aparentemente fáciles de la apologética, o la autoflagelación como antítesis. Prepararse siempre para la peor de las variantes. Ser tan prudentes en el éxito como firmes en la adversidad es un principio que no puede olvidarse. El adversario a derrotar es sumamente fuerte, pero lo hemos mantenido a raya durante medio siglo”.

Notas:

*Frei Betto.

** y ***Mensaje del Comandante en Jefe.

Mary Luz Borrego

Texto de Mary Luz Borrego
Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.

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