Limpiabotas: ¿en sus marcas?

Cuando en 1947 Bartolomé Jiménez Ibarra plantó sus frascos de tinta rápida y laticas de betún, junto a trapos, cepillos y un peculiar sillón para limpiar zapatos en los portales del Hostal del Rijo,  lejos estaba de imaginar que hoy sería esgrimido como bandera en defensa de un oficio de

Cuando en 1947 Bartolomé Jiménez Ibarra plantó sus frascos de tinta rápida y laticas de betún, junto a trapos, cepillos y un peculiar sillón para limpiar zapatos en los portales del Hostal del Rijo,  lejos estaba de imaginar que hoy sería esgrimido como bandera en defensa de un oficio de gente pobre, pero honesta.

Preocupados ante el inminente reordenamiento del trabajo por cuenta propia en áreas del bulevar y del parque Serafín Sánchez, en la ciudad de Sancti Spíritus, cuatro trabajadores que desde hace años se sumaron a la práctica de sacarle brillo al calzado, previa autorización del Órgano de Trabajo, rubricaron una misiva a este espacio. Dos de ellos son hijos del renombrado limpiabotas, a quien —según se afirma en la carta— se le conocía por estos contornos como el Rey del brillo; todos ellos se desempeñan en los portales del local popularmente conocido como El Convenio, justo frente a la Iglesia Mayor.

“Recientemente se nos comunicó por un funcionario de la Dirección Municipal de Planificación Física que estábamos ejerciendo el trabajo de manera ilegal, ya que ocupábamos un espacio público. Después supimos del Reglamento aprobado por el Consejo de la Administración Municipal, según el cual a partir del 1ro. de noviembre debíamos abandonar nuestro lugar habitual. La noticia nos conmocionó, ya que se trata del sustento de cuatro familias que desde el momento en que debamos ejercer esta actividad en la vivienda de cada uno de nosotros los ingresos personales disminuirían considerablemente, para no decir que serían nulos”, alegan Ramón Jiménez Romero, Eusebio José Jiménez Romero, Jesús Ramón Jiménez Gutiérrez y Juan Manuel Alfaro López.

De acuerdo con sus argumentos, desconocen si están o no incluidos en esa decisión del Gobierno local, “ya que, a diferencia de otros trabajos por cuenta propia, el nuestro debe ser ejercido en lugares abiertos y públicos, como se ha hecho históricamente, para que los transeúntes o clientes eventuales se sientan atraídos y acudan a lustrar sus zapatos”.

“Se trata —agregan los remitentes— de una tradición cultural del mundo, del país; particularmente en nuestra ciudad la mantuvo Bartolomé ininterrumpidamente en el mismo lugar hasta la última década, cuando la remodelación de los portales del Hostal del Rijo hizo que se trasladara hacia el lugar actual”.

Interrogado al respecto, Yoel Gallardo Silva, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular, aseguró que los citados limpiabotas pueden estar tranquilos y continuar su labor donde siempre, pues no se actuará con precipitación. “No se trata de prohibir, sino de ordenar”, reiteró la fuente.

Lo que no precisó Gallardo Silva es hasta cuándo durará el compás de espera. Escambray sugiere prudencia respecto a un oficio que, lejos de afear, le imprime un sello de cubanía a esa zona de la ciudad, por ser un componente más de nuestra cultura.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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