¿Morera para rato?

El Salón Provincial Oscar Fernández Morera se ratifica este año como la plataforma ideal para promover lo más novedoso del arte espirituanoTres décadas del Morera (Por: Danilo Vega Cabrera* y Maikel J. Rodríguez Calviño) En tiempos de crisis institucionales y excesiva mercantilización de los bienes simbólicos, el Salón Provincial Oscar Fernández

El Salón Provincial Oscar Fernández Morera se ratifica este año como la plataforma ideal para promover lo más novedoso del arte espirituano.

El Salón Provincial Oscar Fernández Morera se ratifica este año como la plataforma ideal para promover lo más novedoso del arte espirituanoTres décadas del Morera

(Por: Danilo Vega Cabrera* y Maikel J. Rodríguez Calviño)

En tiempos de crisis institucionales y excesiva mercantilización de los bienes simbólicos, el Salón Provincial Oscar Fernández Morera celebra su XXXI edición, para sorpresa de muchos, con fuerzas renovadas.

En más de una ocasión se ha debatido sobre la actual pertinencia de los salones provinciales; incluso se ha valorado la posibilidad de su interrupción por tiempo indefinido. Sin embargo, en esta nueva entrega el “Morera” evidencia una inusitada vitalidad y se ratifica como la plataforma ideal para socializar lo más novedoso del arte espirituano actual.

La estrategia que ha seguido es, ante todo, inclusivista, pues facilita la concurrencia en un mismo tiempo y lugar de manifestaciones muy diversas. Así, la pintura, la instalación, el enviroment, la escultura, la fotografía, el dibujo y el performance convierten la galería de arte provincial en un espacio de interacción y diálogo que dignifica una vez más el papel representado por la ya desaparecida academia trinitaria, visibiliza el talento de nuestros instructores de arte y hermana a creadores emergentes y consagrados, bien sean profesionales o autodidactas, pero siempre en igualdad de condiciones.

Muchos de los participantes han apelado a un discurso artístico fuertemente anclado en lo tradicional; otros defienden nuevas formas de hacer y decir. Los espejismos del mercado y el poder, la supervivencia cotidiana, patria e identidad, discurso de género, herencias antropológicas, los diversos procesos de cambio que actualmente experimenta nuestra sociedad… He aquí un breve repaso a los principales tópicos que podremos vislumbrar en esta prometedora edición del Salón, evento que hoy se ratifica más necesario que nunca, sobre todo tras el deceso del Nacional de Premiados: significativa pérdida que desde ya nos obliga a reinventarnos y adecuarnos a los nuevos tiempos.

Aunque el nivel de calidad en la treintena de obras exhibidas es adecuado y relativamente homogéneo, resulta muy significativo que en esta nueva edición gocen de amplio protagonismo las obras tridimensionales. Entre ellas destaca la pieza Happy day, de Iván Basso Bécquer y Favián Expósito, una mórbida metáfora con tintes irónicos sobre el pseudo mercado de arte, si bien, y al mismo tiempo, constituye un gesto de felicidad añorada por esos creadores que esperan una justa promoción y comercialización de su obra al margen de los peligrosos consensos inherentes a las dinámicas de la oferta y la demanda.

Debido a sus significativas dimensiones, la sala expositiva El Paso exhibe Cumpliendo con el deber, pieza ejecutada a cuatro manos entre Ángel Luis Méndez Montagne y Jorge Luis Echemendía. Esta suerte de campo de entrenamiento elaborado con coronas fúnebres rinde merecido tributo a todos los proyectos culturales que han desaparecido en las últimas décadas.

Por su parte, entre las acciones performáticas celebradas durante la inauguración, destaca Todos somos culpables, de Álvaro José Brunet, jocosa mezcla de juego y fotografía donde el artista busca provocar en los participantes una revisión interna para identificar aquellas acciones negativas protagonizadas por estos en determinados momentos de su vida y que pudieran inculparlos de alguna u otra manera.

A su vez, la sede provincial de la Sociedad Cultural José Martí acogió Regreso a Sancti Spíritus, una muestra colectiva de los creadores habaneros Ángel Alonso, Eduardo Santana y Jorge Delgado, amigos confesos de nuestra ciudad. Sin embargo y por razones del insoslayable presupuesto, esta vez la parte teórica del evento estuvo francamente deprimida, déficit que esperamos sea enmendado en encuentros futuros.

Amén de ausencias e insatisfacciones, una vez más las artes visuales del patio demuestran su positivo estado de salud y vuelven a imponerse en el panorama cultural yayabero gracias al salón más esperado por los creadores espirituanos, quienes aún creen en su poder legitimador y siguen respondiendo a la convocatoria. Tal parece que, a este paso, tendremos “Morera” para rato.

*Especialista del Centro Provincial de Artes Visuales de Villa Clara

Redacción Escambray

Texto de Redacción Escambray

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