El Generalísimo Máximo Gómez prepara la Invasión hacia Occidente

A finales de octubre de 1895 Máximo Gómez cruzó la Trocha de Júcaro a Morón para allanar el camino en tierra espirituana al ejército invasor que conducía Maceo desde Oriente Con fortuna mayor que en 1875, cuando al cruzar la Trocha de Júcaro a Morón al frente de un grueso

A finales de octubre de 1895 Máximo Gómez cruzó la Trocha de Júcaro a Morón para allanar el camino en tierra espirituana al ejército invasor que conducía Maceo desde Oriente

Máximo Gómez
Gómez revolucionó la guerra al oeste de la Trocha en preparación de condiciones para el inicio de la invasión.

Con fortuna mayor que en 1875, cuando al cruzar la Trocha de Júcaro a Morón al frente de un grueso contingente Máximo Gómez fue herido en el cuello por una bala que a punto estuvo de costarle la vida, 20 años después, exactamente el 30 de octubre de 1895, la cruzó de nuevo con todo éxito al frente de 100 jinetes.

Estratega brillante, el General en Jefe del Ejército Libertador cubano había concebido que las tropas destinadas a la invasión al occidente de la isla debían concentrarse en la jurisdicción espirituana, a donde él llegaría primero con el fin de preparar condiciones para esperar al núcleo principal de las fuerzas de invasión que, al mando del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales, avanzaba desde tierras orientales.

De acuerdo con esos planes, tan pronto llega a Las Villas, el Generalísimo convocó a los principales jefes del IV Cuerpo de Ejército villareño y les ordenó comenzar de inmediato la concentración de todas las tropas disponibles, entre las cuales seleccionaría las que pasarían a engrosar el ariete bélico que se lanzaría a hierro y fuego hacia Vueltabajo.

El 4 de noviembre, Gómez le escribe al Presidente de la República en Armas dándole cuenta que el día anterior se le habían unido los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez con algunos efectivos y que había decidido agrupar las unidades del IV Cuerpo para después emprender serias operaciones.

En la misiva, el dominicano subraya la necesidad de acelerar la marcha de los refuerzos y señala su impresión de que la prioridad mayor del jefe enemigo —Martínez Campos— es proteger la realización de la zafra azucarera que él, Gómez, se propone interrumpir sin entrar en transacciones financieras de ningún género con los dueños de los ingenios, pues es interés mayor de la Revolución destruir el sostén económico del régimen colonialista.

El General en Jefe define un grupo de objetivos que se propone consumar de inmediato, entre ellos realizar constantes acciones combativas y movimientos como parte de la cooperación estratégica con Maceo, a fin de atraer sobre sí la mayor cantidad de adversarios, incluidos los contingentes que guarnecían la Trocha.

Máximo Gómez
El Generalísimo dio un fuerte impulso a la contienda en tierra espirituana.

SIN PERDER UN MOMENTO

A poco más de una semana escasa de la llegada del Generalísimo a tierra espirituana, entre el 7 y el 11 de noviembre, se efectuó la concentración de las fuerzas villareñas del IV Cuerpo en La Campana. Allí Gómez escogió los mejores de entre aquellos infantes y jinetes y con ellos marchó de forma amenazante hacia Sancti Spíritus, provocando en su guarnición lógica alarma.

Pero, además de genial estratega, Gómez era brillante táctico, así que dio un giro a sus fuerzas y el día 11 batió a los peninsulares en La Campiña y los días 13 y 14 en Monte Oscuro. Tres jornadas después se lanza contra el fuerte de Pelayo, el que tomó sobre la marcha, y capturó a los 50 soldados españoles que lo defendían con sus 50 fusiles, 13 000 cartuchos y enseres diversos.

El 19, inició el General en Jefe el hostigamiento al fuerte de Río Grande, asedio que mantuvo hasta el 22, para obligar a los hispanos a enviar refuerzos, sacándolos incluso de la guarnición que cubría la tristemente célebre línea fortificada Júcaro-Morón.

Después, Gómez y sus hombres giran al oeste y llegan hasta las proximidades de Guayos; luego marchan al sur, recruzan el Zaza y se aproximan de nuevo a la Trocha, batiendo en cada punto a las tropas peninsulares, cuyo mando, perplejo por lo inusual e impredecible de los movimientos del jefe militar de la Revolución, perdió toda idea coherente sobre los objetivos que se proponía.

Ante aquella incógnita, el Capitán General Arsenio Martínez Campos decidió establecer su cuartel maestre en la ciudad de Santa Clara, para desde allí tratar de impedir las acciones de los mambises, desarticular sus fuerzas y luego intentar aniquilarlas. Con gran celeridad, el mando español trasladó al oeste de la Trocha a 30 000 de sus 83 000 efectivos de combate, dejando en Oriente a solo nueve de los 27 batallones que allí operaban.

Pero como lo demostró la práctica, el Generalísimo de los cubanos se burló de esos intentos de bloquearlo, mientras batía a sus enemigos y destruía mediante la tea incendiaria la riqueza que propiciaba a España financiar la guerra.

El escenario quedaba listo, pues, para el arribo del contingente de la invasión, de casi 1 600 hombres, el cual, casi sin disparar un tiro partió desde las inmediaciones de Santiago de Cuba, pasó la Trocha y llegó a finales de mes a tierra espirituana.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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