Manifiesto de Montecristi: Proclama de la Guerra Necesaria

El documento, escrito y firmado por Martí y Gó­mez, recoge el pensamiento de ambos acerca de las causas que determinaron el inicio de la Guerra Necesaria En medio de los febriles aprestos para venirse a Cuba, se reunieron el 25 de marzo de 1895 en la ciudad dominicana de Montecristi,

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En medio de los febriles aprestos para venirse a Cuba, se reunieron el 25 de marzo de 1895 en la ciudad dominicana de Montecristi, José Martí, líder del nuevo movimiento independentista, y Máximo Gómez Báez, su General en Jefe, para suscribir un histórico documento programático que llevaría el nombre de la ciudad que le sirvió de cuna.

Según consigna Fernando Portuondo, juntos el jefe civil y el jefe militar de la revolución tomaron los acuerdos, juntos firmaron el célebre Manifiesto de Montecristi, en el cual Martí expuso al mundo los propósitos de la guerra de Cuba, se enteraron de los alzamientos del 24 de febrero y juntos recibieron a personas que fueron a informarles de los primeros sucesos de la guerra.

Martí escribió entonces: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar… Ahora hay que dar respeto y sentido humano al sacrificio”, frase que dejaba entrever su decisión de venir a cualquier precio a la manigua insurrecta para validar arma en mano su acrecido apostolado, pues era él y no otro el autor intelectual.

PREÁMBULO COMPLEJO

El comienzo de aquel año extraordinario de 1895 fue pródigo en acontecimientos vitales. El Apóstol de nuestra independencia salió de Estados Unidos profundamente dolido por la hipócrita parcialidad de sus autoridades, que vendían pertrechos bélicos a España y confiscaban los que a costa de increíbles sacrificios lograban reunir los cubanos, haciendo fracasar su bien elaborado Plan de Fernandina.

Repuesto un tanto del golpe desarmante, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano mandó a Cuba la orden de alzamiento, dirigida a su representante en la Isla, Juan Gualberto Gómez, el cual se concretaría el domingo 24 de febrero, y de inmediato se fue a la República Dominicana.

Cuando Martí llega a Quisqueya el 6 de febrero, va inmediatamente en busca de Máximo Gómez, propuesto por él y aceptado por los principales exponentes militares de la anterior contienda para el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador. En el encuentro, que se produce al día siguiente, el primero le informa en detalle al General todo lo ocurrido, y luego ambos se dedican a analizar los posibles derroteros a seguir.

La enorme impaciencia del Delegado lo hace multiplicarse por la geografía dominicana, haciendo coordinaciones y preparando condiciones antes de la partida para Cuba, lo mismo que Gómez y otros de sus colaboradores, pero en medio del aquel ajetreo de locura, una idea fija no abandona la mente del más preclaro de los cubanos de entonces: La necesidad de un documento programático que explicara a sus coterráneos, a los hispanos y al mundo las causas y motivaciones más profundas de la Guerra y su ascendiente futuro.

ORIGEN Y PROYECCIÓN DEL MANIFIESTO

Motivo de emoción y de satisfacción plenas para los cubanos patriotas es comprobar la completa comunión de ideas que para el 25 de marzo de 1895, día en que se suscribe el trascendental documento, existía entre Máximo Gómez y José Martí, otrora distanciados por sus particulares concepciones respecto a la forma y los modos en que debía organizarse y desarrollarse la contienda.

Según un devoto martiano ya desaparecido, el argentino Ezequiel Martínez Estrada, el texto del Manifiesto es una recopilación, un tanto al azar, de los recuerdos, de lo que predicó el Héroe desde 1880, que ahora tienen que ajustarse a concordar con el criterio del General Gómez, quien comparte la responsabilidad de los principios y aspiraciones que fundamentan y justifican la guerra.

“La justificación de la guerra —afirma Martínez Estrada—  es la base del Manifiesto. Este es su tema central, que en algunos pasajes oscila entre la proclama y la tesis doctrinaria, el apotegma y el discurso”.

Sin embargo, este trascendental documento, cuyo verdadero título es El Partido Revolucionario Cubano, a Cuba, es mucho más que eso. Es, por antonomasia, una declaración de principios acerca de las causas que motivan la guerra; es también un compendio de argumentos, un resumen de los postulados básicos que sustentan la revolución y que ya han visto la luz en cartas, escritos y discursos del Apóstol.

Se retoman aquí, en frases y conceptos, los planteamientos medulares de Nuestra América, como también los de Vindicación de Cuba o, El alma de la revolución y el deber de Cuba en América. Sobre el Manifiesto se pronuncian muchos hombres ilustres, entre los cuales el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, quien en carta a Federico Henríquez y Carvajal pondera las ideas de comunidad de vida, de porvenir y de civilización que enuncia Martí a favor de la Federación de Las Antillas.

Un análisis casuístico del documento permite ver esbozado en este la república soñada “con todos y para el bien de todos”, y prefigura la utopía martiana en términos ético-políticos, como forma de organización social capaz de realizar el ser cubano en todas sus mediaciones.

Para Cintio Vitier, Martí fue el primer dirigente que propuso a nuestro pueblo, en forma programática, la independencia radical, basada en la igualdad efectiva de todos los cubanos, sin aborrecer las raíces hispánicas ni aceptar la más leve intromisión de los Estados Unidos, que desde principios de siglo veían a Cuba como territorio apropiable fatalmente destinado a pertenecerle en una forma u otra”.

De forma clara y precisa, Martí plasma en el Manifiesto las ideas integradoras de convivencia racial y de nacionalidad tras la emancipación, y esa independencia —apunta Vitier—  «le parecía indispensable para asegurar el equilibrio de América y del mundo».

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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