Serapio habla y canta a los espirituanos (+audio y video)

La ciudad de Sancti Spíritus, su vida cultural y los altibajos de tiempos pasados vivían en las memorias del ya fallecido músico yayabero Escambray retoma el diálogo sostenido hace ocho años con Gerardo Echemendía Madrigal (Serapio), en el que el popular músico, fallecido en 2011, narra sus vivencias sobre la

La ciudad de Sancti Spíritus, su vida cultural y los altibajos de tiempos pasados vivían en las memorias del ya fallecido músico yayabero

Gerardo Echemendía Madrigal (Serapio), el popular músico espirituano, fallecido en 2011. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
Gerardo Echemendía Madrigal (Serapio), el popular músico espirituano, fallecido en 2011. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Escambray retoma el diálogo sostenido hace ocho años con Gerardo Echemendía Madrigal (Serapio), en el que el popular músico, fallecido en 2011, narra sus vivencias sobre la Villa del Espíritu Santo y regala, en su propia voz, el pasacalle que lo hizo famoso.

Serapio, cuénteme, ¿qué edad tenía usted cuando triunfó la Revolución?, ¿cómo era aquello?

Bueno fíjese, yo tengo ahora 83 años, cuando la Revolución triunfó, en el 59, yo tenía 33. Vaya, yo me dedicaba a ‘ilustrar’ zapatos y a vender periódicos, desde muchacho. Sí había sociedades y eso. Habían tres sociedades aquí: la de color, que quedaba en la calle Luz Caballero, frente a donde están los CDR provincial; la de mulatos, que quedaba en Calderón; y la de los blancos, que era en El Progreso y en La Colonia.

¿Qué pasaba si un negro se iba a la sociedad de los blancos?

No, no lo dejaban entrar, ellos respetaban también la sociedad. Y antes daban verbenas, ahí frente a la Iglesia Mayor. Ponían una soga, mitad de blancos y mitad de gente de color. Se respetaba siempre eso.

Usted, como negro que es, ¿se sentía respetado entonces o alguna vez se sintió humillado?

Yo no me dedicaba nunca al grupito, ir a esto, ir a esto otro. Yo siempre fui respetuoso en eso. Ellos ahí tenían su “jelengue” y yo acá, yo nunca fui a la sociedad ¡nunca!, a ninguna, ni de blancos, ni de color ni na’ de eso. Sí me paraba afuera a ver bailar y eso, porque no tenía condiciones pa’ eso.

¿Y cómo era el nivel de vida en su casa, usted cuánto ganaba, pudo estudiar?

Malo. El nivel de vida en mi casa era malo. Yo había veces que limpiaba seis o siete u ocho pares de zapatos, eran a 10 kilos, a 10 centavos. Y vendía periódicos. Cuando más hacía en el día eran tres o cuatro pesos. La vida era dura.
Yo voy a hablarle la verdad, la verdad. Mire, yo vine a aprender un poco ahora. Porque yo sé leer y escribir malamente, pero sé, me superé, porque antes…yo no digo que no había escuelas, pero nunca me dediqué a eso. Había escuelas, pero no me dediqué nunca a eso. Yo no intenté nunca ir a la escuela, porque yo era vagabundo, andaba por ahí, y ¿comprende? no me ocupaba na’ má que de ir y buscarme la comida, sí aprendí un poquito. Sé leer y escribir, malamente, pero sé. Aprendí después de mayor, esa es la verdad.
Éramos cuatro hermanos, se me murieron todos ya. Dos hembras y dos varones. Se murieron tres, quedo yo. Uno murió de asma, hace unos años, murió ya en la Revolución. La otra se resbaló en el baño y se metió un hierro por aquí (señala la costilla), no aguantó. Y la otra hace un año y pico que murió.

Se dice que antes del 59 había mucho para comer, pero, ¿tenía dinero la gente para comprar?

Bueno, algunos (riéndose), ¡algunos! (subraya la idea), eso es la verdad. No todos teníamos. Siempre se comía, pero la vida era dura, era dura. ¿Lo que más se comía? La harina, boniato, cuando eso no había chícharos, fideos, frijoles,  to’ eso. Iba usted a la fonda ahí al la’ o del Teatro Principal, por 20 centavos le daban una completa, iba a la plaza adonde estaba Cándido González, bueno eso era, usted sabe, había veces que Cándido decía: “Si no traes dinero no comes”, había veces que la gente no llevaba dinero. To’ esas cosas las pasé yo.

¿Cómo recuerda usted las calles, la ciudad, antes de que Fidel llegara?

Adonde está ahora el bulevar, esa calle era de piedras, los entierros que venían de allá abajo venían a caballo por ahí, unos caballos lindísimos. Esta ciudad es… ¿cómo le dicen, caramba? … tradicional, ¡colonial!, estas calles eran de piedra y las casas eran, ya usted sabe, ese barrio de Jesús María, to’ esas casas eran así. Ahí no han modifica’o nada. ¿Aceras?, sí, regulares, ahora es cuando las están arreglando. Había muchísimas calles de piedra.

Se vendían muchos libros, pero yo no sabía nada. Yo vine a coger un libro ahora, después de mayor de edad.

¿Cómo era cuando se enfermaba alguien en la familia?

Sí, las consultas había que pagarlas. Vaya, no con to’ los médicos, había médicos que eran conscientes. Eso es la verdad. Había médicos que ese era su trabajo y había que pagárselo. To’ esas cosas las viví yo. La medicina era barata, pero había que pagarla.

¿Usted estuvo alguna vez ingresado, o alguien de su familia en un hospital, que tuviera que pagar, o algo así?

No, yo le voy a decir, mire, ahora después de mayor ingresé y me operaron y le voy a ser sincero, a quien yo tengo que agradecer así de corazón es a esta familia de aquí (habla de la casa ubicada en la calle Carlos Roloff No. 19), a Cristobalina, a Lizzet, a Concha, son a los que yo les tengo que agradecer lo que han hecho por mí, no tengo con qué pagarle a ellos. Eso es la verdad. Tengo familia, pero mi familia ¿qué? Ellos han sido como mis familiares. Los que me han ayuda’ o y me están ayudando. ¿Ellos? A ellos los quiero yo con la vida, a todos.

¿Cómo fue que usted llegó a esa amistad con esta gente aquí, cómo los conoció?

Mire, le voy a hablar (se carcajea). Oye, esto es histórico, (ríe profusamente). Cristo iba siempre a comprar periódico, yo siempre estaba jugando: “Oye, que yo voy aquí, que yo voy allá”. Y yo la ayudaba a ella a coger el periódico. Entonces Lizzet me dice: “Llévamele el periódico a la casa”, y yo se lo llevaba; mira lo que ha costa’ o el periódico, que hace como nueve años que estoy viniendo aquí, me dan almuerzo y comida (se carcajea nuevamente). ¡Es histórico! (ríe). Eso fue en el estanquillo de enfrente a la vieja terminal. Cristo iba a buscar el periódico ahí, desde la amistad que yo tengo en la casa, hace como diez años estoy viniendo aquí (ríe ampliamente) Es histórico eso, eso no se le ha da’ o a más ningún ser humano en esta vida. ¿Qué si me cobran algo? No, no, no, lo que me quieren con la vida. Cuando yo no vengo dicen: “Oye ¿qué te pasó?,

¿Te quedaste dormí’o?, hay veces que me quedo dormí’ o, eso es la verdad. Yo quisiera que el día de mañana, cuando yo no pueda venir, llamarla por teléfono, que yo tengo el teléfono de ellos, porque se preocupan ¿qué le pasa a Serapio? ¿Se ha enferma’ o? ¿Por qué no viniste? Pero, verdaderamente, agradecerles de corazón, porque yo soy agradecido. Ellos han si’ o conmigo más que un familiar.

¿Alguna vez usted les ha dedicado alguna canción a ellos? ¿Por qué no les canta ahora mismo el pasacalle ese suyo famoso, para grabarlo?

(Ríe antes de comenzar a cantar)

Si tú pasas por mi casa y si ves a mi mujer/ tú le dices que hoy no me espere,/ que yo con Pueblo Nuevo me voy echando un pie./ Tú le dices que hoy no me espere,/ que yo con Pueblo Nuevo me voy echando un pie.
Esa ha sí’o famosísima, esa hasta se canta mucho en los Estados Unidos. Al principio no reconocían mi autoría. Pío Leyva fue muy, muy, pero muy honrado conmigo, porque en un baile que había le avisó a Jesús González, director de la orquesta Montecasino, que me dijera a mí que si podía ir yo allá y llevarle una partitura, que si yo podía ir allá a verlo a él o llevarle una partitura pa’ inscribirme el número ese. Y fui allá, y llevé la partitura, y se me hizo famosa la canción.

¿Ese es el número que usted más quiere de los que ha compuesto?

No, tengo muchos, yo hasta en el Coro de Claves tengo números, pero ese es el himno de aquí, de la comparsa ahí de Pueblo Nuevo.

¿Qué le gusta a usted además de la música?

A mí me gusta leer mucho, leer y preguntar. Porque hay veces que estoy leyendo y leyendo y leyendo y no entiendo, entonces yo cojo un papel y lo pongo en letra de molde y voy con una persona que yo tengo confianza con ella y le digo: ¿Qué significa esto?, mira esto es esto y esto y esto. Eso sí me gusta a mí, leer mucho. Me gusta leer mucho lo internacional, pa’ que usted vea lo que es la vida. En el periódico a lo que más me dedico es a lo internacional, lo que pasa en el mundo.

¿Y qué le parece lo que está pasando en el mundo ahora mismo?

Son cosas, que como dice el dicho, eso no tiene remedio. Hay alguna cosa u otra en la que hay que llegar a un acuerdo, porque la gente dice “Otro mundo será mejor”, verdad, es posible. Porque el mundo está revuelto, y ahora con la crisis esta más todavía. Nosotros estamos sufriendo aquí un bloqueo, es verdad, pero Palestina está sufriendo otro, no le dejan entrar nada, ni un cubo de agua. Y el mundo es así.

¿Qué les recomendaría a los hombres para que ese mundo mejor fuera posible?

Bueno, mire, los hombres que tengan conciencia, evitar una guerra, porque una guerra hoy en día desaparece al mundo entero, está la bomba atómica, hay quien está en eso, yo no quiero que venga la guerra, yo  lo que quiero es que los hombres que están dirigiendo sus países, que están en las Naciones Unidas o en otros lugares eviten una catástrofe. Una catástrofe, usted sabe, acaba con el mundo.

¿Qué piensa usted de esas naciones y esos hombres que las dirigen que tienen muchos millones mientras otros no tienen nada, pero no comparten?

Ahí se está pidiendo hace muchos años una ayuda pa’  África, porque se están muriendo de hambre y enfermedades. Pero esos que tienen millones, es pa’ ellos nada más, a ellos no les importa que se mueran otros, ellos tienen, ahí no hay conciencia. La conciencia es decir: “Miren, vamos a darle tanto a fulano, a fulano y a fulano pa’ arreglar el… pero nadie arregla na’. To’ eso está revuelto. Hace poco aquí vinieron a reunirse del CARICOM ese, del Caribe, fueron hombres intelectuales que vinieron ahí, que dirigen incluso naciones, por la unidad de esos países, ayudar a otros, ayudar, no buscar conflictos.

¿Qué cualidades usted considera importantes en un ser humano para que sea respetado?

En las personas el respeto es una parte primordial. No faltarle nunca el respeto a una persona. Saber hablar con esa persona, porque hay quien en discusiones de palabras sencillas tiene después palabras obscenas, y eso no lleva a nada. Las cualidades las debe tener uno desde que uno nace. Hay otras cosas en la vida. Cumplir con el trabajo que le asignen a uno, llevarse uno bien. Yo ni discuto mucho, porque no trae na’ bueno eso. La guerra lo único que trae es muertos y destrucción.

Volviendo a lo que me contaba sobre el pasado y mirando como se vive ahora. ¿Usted quisiera volver a aquello?

No, no, no, ¿Cómo voy a querer aquello? Quiero estar como estoy ahora. Antes habíamos muchos miles de gente muy pobres, siempre hay personas conscientes, pero óigame, aquello era duro, yo no quisiera ni mencionar eso, uno menciona eso y… yo viví eso y tengo derecho a hablar, porque lo viví. Tengo 83 años y viví, y pasé mucha necesidad. Ahora, lo que me están haciendo ellos aquí, no me lo hacían (habla de la familia antes mencionada), antes pa’ darle un plato de comida a uno… la gente se iban, hay que ser conscientes de todo eso.

¿Usted se siente respetado en esta ciudad?

Sí, cómo no, siempre hay alguno que se pasa, pero hay que dejarlo. ¿Por qué yo soy respetado?, porque sé respetar, y cuando uno respeta hay que respetar a uno. ¿Qué si me siento querido?, Cómo no, hasta los niños me conocen a mí, ja, ja, ja (ríe). Los niños dicen: “Mira la estatua, mira, la estatua”, sí me conocen (vuelve a reir). ¡Ay, caray!

¿Tiene alguna queja en relación con la atención que le da Cultura como la personalidad que es? ¿La olla aquella que le robaron apareció, le vendieron otra?
No, no, fue un fogón, me vendieron uno. Yo ahí en Cultura no tengo problemas, no tengo problemas, pero ¿pa’ qué le voy a hablar?
¿Cómo cree que está la cultura espirituana, bien, regular o mal?
Está regular. Regular, eso es la verdad, regular.

¿Qué le haría falta?

Mucha atención. La atención es la que a uno lo eleva. La atención a la cultura, sí.

Escuche el diálogo en nuestro canal de Spreaker

Una versión del pasacalle en voz del propio Serapio está disponible en nuestro canal de Youtube

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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