El Che fue un padre en el Escambray (+fotos)

En la serranía de Fomento nació entre los guajiros y el Comandante guerrillero un abrazo mutuo que se respira hasta hoy El Che en el Escambray: La campaña increíble “Yo tenía el orgullo de que en esa zona no había quien me cogiera en una emboscada, porque como fui el

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Imagen del Che en Fomento en febrero de 1959.

En la serranía de Fomento nació entre los guajiros y el Comandante guerrillero un abrazo mutuo que se respira hasta hoy

El Che en el Escambray: La campaña increíble

“Yo tenía el orgullo de que en esa zona no había quien me cogiera en una emboscada, porque como fui el primer alzado que hubo allí, los campesinos me protegían (…) y cuando vine a ver tenía el ejército encima de mí porque venían calladitos (…). Nosotros nos quedamos atrapados como en una herradura (…). Los soldados empezaron a quemar casas, y entre una cosa y otra, quemaron como 28. Aquello fue un desguazo. Allí estaba el morterazo, las ráfagas de ametralladora y los aviones bombardeando con bombas que sacaban agua. Suerte que el Che era un estratega del carajo (…). Y yo sin poder hacer nada (…). Les metió una paliza que se quedó para la historia como el combate más grande que hubo en el Escambray, en la lucha contra la tiranía”.

Así recuerda el legendario Caballo de Mayaguara (Gustavo Castellón)* la ofensiva contra las fuerzas revolucionarias en el Escambray y la destrucción por los soldados de la tiranía en el momento de su repliegue del caserío de Sipiabo, a fines de 1958. Suerte que el Guerrillero Heroico también era un hombre del carajo y no abandonó a su suerte a aquellos guajiros desamparados.    

La Historia, imprecisa como sus propios escribas, registra el hecho con diferentes números de viviendas devastadas por el fuego, pero la médula se mantiene intacta en aquellas casas de mampostería y placa que nacieron y aún siguen en pie a las puertas mismas de la montaña, a un costado de El Pedrero.

“Cuando  terminó el bombardeo regresé, pero con la sorpresa  lloré mucho: Sipiabo ya no existía, solamente encontré un montón de cenizas de lo que había sido la casa que con tanto trabajo habíamos construido mi esposo y yo, también la imagen de la Santa Bárbara que algún casquito temeroso salvó de las llamas, aún la conservo. Al rato llegó el Che y dijo a los campesinos que tendrían nuevas y más lindas casas, al triunfo de la Revolución cumplió lo prometido y ahora Sipiabo tiene 22 viviendas del Che”, contó antes de morir la campesina Elia Rosa Baso**.

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Momento en que el Che recibe el diploma de Hijo Ilustre de Fomento.

ABRAZO GUAJIRO

En las comarcas del actual territorio de Fomento se registró la mayor parte de la presencia del Comandante Ernesto Guevara en las montañas del Escambray durante la campaña de Las Villas. El guerrillero y su tropa arribaron al lomerío, escuálidos y desfallecidos, en la noche del 15 de octubre de 1958.

La relación de colaboración y afecto mutuo con los lugareños no se hizo esperar: “Nunca nos faltó, a pesar de las dificultades, el aliento campesino. Siempre encontrábamos alguno que nos sirviera de guía, de práctico, o que nos diera el alimento imprescindible para seguir”, narró el Guerrillero en su conocido libro Pasajes de la guerra revolucionaria.

Él correspondió con creces a ese abrazo guajiro. El soldado de la invasión Joel Iglesias reseña en su testimonio De la Sierra Maestra al Escambray innumerables gestos de respeto y cariño hacia la entonces maltrecha gente del campo, desde mandar al doctor Oscar Fernández Mell a dar atención a la esposa del campesino Luis Triana o cargar en brazos a Ada, la bebé de José Salvador Quintero —con el propósito de calmar a su madre—, hasta pagar centavo a centavo a los campesinos la comida que necesitaban los hombres de la columna para subsistir.

La Cátedra Honorífica Che Guevara del Centro Universitario de Fomento trabaja en la elaboración de un anecdotario del Guerrillero Heroico y sus hombres en la zona, cuya arista más avanzada recoge testimonios de lugareños de El Pedrero: “Algunas anécdotas no han podido ser comprobadas científicamente, de todas formas sirven para reafirmar la tesis de la existencia de un alto grado de identificación y de pertenencia con esta importante figura de la humanidad en el siglo XX entre los pobladores de la zona. Fomento es el municipio del Che”, considera René Pascual García Rodríguez, presidente de esta institución.

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El combatiente Vicente Suárez se unió a la Columna No. 8 en Fomento. (Foto: Elizabeth Borrego/ Escambray)

Entre los relatos coleccionados aparece el del lugareño Ylli Pentón, ya fallecido, quien en un frío amanecer de fines de 1958 a duras penas lograba cubrirse los hombros con un pedazo de saco de yute cuando se cruzó distraído con alguien.

–Oiga, usted no tiene frío, escuchó en un raro acento.

–Frío sí, pero abrigo no, le respondió y asombrado observó cómo aquel hombre se despojaba del abrigo y lo colocaba sobre sus hombros. Después supo que era el jefe al que todos llamaban Che.

CONTRA EL DESALOJO

El 7 de octubre de 1997 en el suplemento Presencia del periódico Escambray se recogió con pelos y señales un hecho que marcó para siempre los anales del lomerío en Fomento: la reforma agraria en pequeña escala llevada adelante allí por el Comandante Ernesto Guevara en 1958 y los intentos contrarrevolucionarios por revertirla apenas unos meses después.

En correspondencia con las orientaciones emitidas por Fidel, ya a principios de noviembre el Che decidió crear adscrito a su Comandancia un Buró Agrario para organizar a los campesinos y entregarles algunas tierras de terratenientes con probada filiación batistiana.

Se constituyó la primera Asociación Campesina de la zona, el Guerrillero convocó a una concentración donde asistieron medio millar de interesados, a quienes les explicó todo y luego les anunció la expropiación de las dos primeras fincas. Poco a poco algunos serranos recibieron unas 2 caballerías, levantaron sus ranchos y dieron vida a plantaciones de viandas, frutales y café. Pero varios antiguos dueños no se conformaron y buscaron la revancha.

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Los niños del lomerío mantienen vivo el legado del Che en la serranía. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

El testimonio de Wilfredo González y su esposa Clara no precisa morrales bibliográficos: “Yo le digo que no quiero ni acordarme, fue el 17 de enero de 1959, como a las cinco de la tarde. Estaba sola en la casa porque Wilfredo había salí’o. Ya tenía la barriga así de grande, con ocho meses de mi primera hija. Sentí las voces de los hombres y cuando me asomé vi como a 20 o 30. Venían los antiguos mayorales y también algunos uniforma’os del Ejército Rebelde. Osvaldo Ramírez*** me dijo que el Che había manda’o a sacarnos de aquel lugar porque los dueños habían ayuda’o a la Revolución. Estaba muy asustá’, ellos andaban arma’os y empezaron a tirar las cosas pa’l potrero, chapearon el platanalito y luego picaron el ranchito de yagua y guano que habíamos acaba’o de levantar. Yo empecé a llorar, tenía miedo, creía que si Wilfredo llegaba lo iban a matar”****.

No lo mataron, pero se lo llevaron preso para Trinidad hasta que la jefatura militar de la provincia detuvo la contrarrevolución y dio marcha atrás al desalojo. Se sucedieron reclamaciones y cartas de uno y otro lado hasta que el Che volvió a subir al Escambray donde pronunció su memorable discurso en El Pedrero para poner definitivos puntos sobre las íes.

“Yo les he asegurado ya, y se lo aseguro con la mano en el corazón, que el Ejército Rebelde está dispuesto a llevar la Reforma Agraria hasta sus últimas consecuencias (…). Ya no puede haber poder que los separe de su tierra (…) sépanlo bien los campesinos que revolucionariamente ocuparon esas tierras, que no hay poder legal ni debe haber poder extralegal capaz de desalojarlos y que si alguien pretende desalojarlos, tienen hasta el derecho último de agarrar un arma e impedir el desalojo”, aseguró entre aplausos de hombres con sombrero, de a caballo y de a pie, que habían llegado incluso desde más allá de los linderos del lomerío.

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Cuando el Che y su tropa llegaron al Escambray volvieron a sentirse como en La Sierra Maestra.

AÑORANZA ETERNA

En Fomento el Che y sus hombres contaron con el hombro seguro de los guajiros para caminar por cualquier trillo, alimentarse, curarse, establecer comunicación, pelear. En reciprocidad los recién llegados no solo combatieron a muerte por su libertad, sino que dejaron allí sobradas estampas de humanidad como las del propio Ernesto Guevara cuando exigió utilizar la reserva de sus medicinas del asma para mejorar a la niña Tomasa González; o en el momento de la ofensiva batistiana contra El Pedrero, adonde envió a una patrulla de guerrilleros para proteger el entierro del padre de Roberto Pentón que los casquitos impedían.

El historiador de Fomento, Bárbaro Pérez Colina, menciona otras huellas del Guerrillero en su territorio: “Se construyeron tres hospitales, en Sopimpa, Gavilanes y El Pedrero; también dos escuelas, en La Llorona (que ya hoy no existe) y en Manaca Ranzola, al lado de donde estuvo la comandancia.

“Estuvo en Fomento casi dos meses antes del triunfo y después vino en dos ocasiones. Hay dos curiosidades en relación con sus comparecencias públicas aquí, el primer discurso del Che en una ciudad de Cuba es el que hace en Fomento el 18 de diciembre, en el parque; y el primer discurso oficial de él en Cuba es el de El Pedrero.

“Una de las veces que vino al principio de la Revolución, no tengo  precisa la fecha, ocurrió una famosa anécdota. Cuando salía del pueblo arrolló con la máquina a una persona mayor que iba en bicicleta con una guataca amarrada a la parrilla, pero en vez de amarrarla con el mango buscando el contén la amarró con el cabo de la guataca para la carretera y la máquina lo tiró a la cuneta. El Che se bajó asustado, al anciano no le pasó nada, pero la bicicleta sí sufrió unos desperfectos. Le dijo que aunque la culpa era suya se la iba a reparar. Entonces el hombre le dijo que no, que de ninguna manera, que la bicicleta se quedaba tal y como estaba y que qué suerte tenía de haber salido ese día y lo arrollara nada más y nada menos que el Che. Al final le mandó una bicicleta y dice que el hombre por poco le cae a besos por haberlo arrollado. Nunca pudimos saber quién era, es un misterio”.

Esa veneración también se encuentra en el testimonio del combatiente Vicente Suárez, quien con sus 80 años no ha olvidado ni un detalle de sus encuentros con el guerrero argentino y aún se estremece cuando recuerda la noticia de su muerte.

“El Che fue como una bendición, no solo con los subalternos, sino con el campesinado, tanto era el respeto y el cariño que el Che sentía por los campesinos y los campesinos por él que me recuerdo que hubo dos muchachos que fueron sancionados en el tribunal militar de la Columna No. 8 por coger naranjas sin pedírselas al campesino. La orden era que si alguien necesitaba algo tenía que pedirlo y pagarlo, eso era respeto. Nosotros como combatientes admiramos mucho al Che, pero creo que los que más amor sintieron por él fueron los campesinos de la Sierra del Escambray. Más que un jefe, el Che fue un padre; más que un padre, fue un salvador, porque no solo protegió al campesino, sino que lo hizo sentirse un ser humano. Los viejos del Escambray van a morirse añorando al Che”.

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Imagen del guerrillero Heroico en El Pedrero.

*El testimonio aparece en el libro El caballo de Mayaguara, de Osvaldo Navarro.

**Todas las anécdotas citadas de los campesinos de El Pedrero fueron facilitadas al semanario por la Cátedra Honorífica Che Guevara del Centro Universitario de Fomento.

***Osvaldo Ramírez: oficial del Ejército Rebelde, quien más tarde traicionó y se convirtió en el jefe de la banda que asesinó al maestro Conrado Benítez. 

****El testimonio aparece recogido en el reportaje “En las fincas del Che Guevara”, publicado por Escambray el 7 de octubre de 1997.

Mary Luz Borrego

Texto de Mary Luz Borrego
Máster en Ciencias de la Comunicación. Especializada en temas económicos. Ganadora de importantes premios en concursos nacionales de periodismo.

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