Las mujeres del marabú (+fotos)

Las únicas mujeres de Cuba que desde hace más de 20 años se dedican a la chapea de marabú, hacen historia en un punto de Sancti Spíritus Ver para creer, dice un viejo refrán popular y eso fue, precisamente, lo que experimentó el equipo de Escambray cuando en medio de

«A mí no me duelen ni los cayos”, confiesa Marisela. (Foto: Vicente Brito)

Las únicas mujeres de Cuba que desde hace más de 20 años se dedican a la chapea de marabú, hacen historia en un punto de Sancti Spíritus

Ver para creer, dice un viejo refrán popular y eso fue, precisamente, lo que experimentó el equipo de Escambray cuando en medio de un marabuzal, en áreas aledañas a Las Minas de Jarahueca, en el municipio Cabaiguán, encontró a las únicas mujeres de Cuba que desde hace más de 20 años se dedican a la chapea de esas plantas espinosas y agresivas que aún invaden nuestros campos

Desde la orilla del camino la vista se pierde en el espacio cubierto de maleza, donde solo el sonido del machete sirve de orientación, porque poco después sobresalen las figuras femeninas con sus atuendos de labor.

Llegar al sitio resulta también difícil, porque sobre el suelo áspero los gajos secos, que ya fueron derribados, dificultan el paso; solo ellas desandan con maestría el área, a pesar de que dentro de sus botas, de vez en cuando, los pies sangran por los pinchazos que les ocasionan las púas del marabú.

CON LA AYUDA DEL GARABATO

Niurka Jiménez González es diminuta y ágil, pero cuenta con una destreza para esta labor que impresiona. Al mirarla uno descubre su delicadeza, las uñas arregladas, el pelo pintado, nada que indique vestigio de descuido, a pesar de lo rudo de este oficio. Sin levantar la vista, avanza poco a poco para limpiar el cordel de tierra que le toca en esa jornada. “Cuando tiro el tajo siento que se me estremecen hasta las muelas, pero todo es cuestión de práctica; el machete debe tener peso para que se produzca bien el corte, y me auxilio del garabato para tratar de evitar que las ramas me corten la cara; pues aunque me protejo las manos con guantes y uso camisa de mangas largas, con el marabú no se juega.

“A veces llego a la casa y al quitarme la ropa descubro los arañazos en el cuerpo, y es que al calor de la chapea, no me percato en qué momento las espinas me hincan, así llevo 20 años, pero pienso seguir hasta que las fuerzas me lo permitan porque en Las Minas hay pocas opciones de empleo.

“Cuando entré a la brigada había como 10 compañeras y yo me inspiraba en Roselia, quien se jubiló recientemente, ahora pienso que si ella pudo llegar hasta el final, yo también puedo”.

Para Enoelia Pérez Quiñones, con 11 años aquí, la chapea de marabú es mejor que cualquier otra de las tareas que se realizan en la zona. “Yo prefiero dar machete antes que trabajar en la siembra o reforestación de las áreas, eso sí se las trae, porque uno debe caminar detrás del tractor con las manos llenas de bolsas, primero regando las posturas y luego sembrándolas; ¿y qué decir del carbón?, cuando nos toca hacerlo debemos cortar los troncos de aroma, conformar el horno, velarlo y cosecharlo, por suerte, los tres hombres que integran esta brigada nos ayudan bastante”, confiesa.

Estas mujeres son expertas en chapear marabú. (Foto: Vicente Brito)

A GOLPE DE MACHETE

Un poco apartada del grupo estaba Marisela Jeréz Guerra, la más veterana de todas, con 64 años cumplidos y siete en estos trajines. Hasta ella se acercó el equipo de Escambray, intrigado por la forma desenvuelta que esa mujer tiene para devorar la maleza. “A mí no me duele nada, y eso que cuando me uní a esta tropa nunca había cogido un machete en mis manos”.

¿Y cómo es que decide trabajar en la chapea del marabú?

“Porque el dinero hace falta y aquí, si cumplimos, ganamos un poco mejor que en otro trabajo, unos 350 pesos moneda nacional y 30 CUC. Antes era finquera de la Empresa Forestal, cuidaba los caprinos, pero eso se acabó, entonces no me quedaba otra opción que agarrar en la chapea o irme para la casa; y allá yo soy quien busca las cosas, porque mi esposo está enfermo, así que cogí el machete y aquí estoy”.

Con Madelaine Vera Pérez, la especialista en Silvicultura de la Unidad Empresarial de Base Agroforestal de Cabaiguán, la conversación se torna diferente. Ella explica la forma en que estas mujeres planifican su tarea, incluso, nos cuenta que caminan más de 5 kilómetros desde sus casas para llegar a los campos y luego regresar. También nos narra cuando deben irse en carretas para la zona de Pedro Barbas, donde radican la mayoría de las áreas de dicha entidad.

“El año pasado esta propia fuerza atendió unas 30 hectáreas entre la chapea total o parcial y la siembra de árboles; pero en el 2017 nos propusimos incrementarlas a 40 hectáreas, con mayor incidencia en la actividad de chapea”.

Junto al desempeño de esta fuerza, calificadas como las aguerridas mujeres del marabú, está también el papel que desempeña la Federación de Mujeres Cubanas para identificar a las que como ellas asumen los trabajos más difíciles. Yusimí Álvarez, la funcionaria de Promoción en el territorio, aprovecha la visita para transmitirles una felicitación, a propósito del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.

Casi al regreso, la voz de Roberto Cañizares, uno de los tres hombres que acompañan a las macheteras diariamente, nos llega desde el medio de la maleza: ¡Oiga, espere!, escriba esto, en nombre también de Deivys y Roberto Javier, estas mujeres son bravas, se pegan duro con el machete en la mano y mientras chapean no se sienten ni bostezar, a veces miramos y lo único que vemos son las ramas caer y la gorra o el sombrero que les cubre la cabeza, nunca pensé que existiera tanta fuerza oculta en cada una de ellas”.

“El machete se empuña con fuerza”, dice Enoelia. (Foto: Vicente Brito)

Xiomara Alsina

Texto de Xiomara Alsina
Reportera de Escambray por más de dos décadas. Especializada en temas socioeconómicos.

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