Una lección que nos dejó Irma

Los esfuerzos desplegados en la construcción de un sólido hogar propio o mejorar el que se tiene se ven recompensados ampliamente en el caso de tormentas, huracanes y sismos No ofrezco datos exactos, guarismos y estadísticas porque no se trata de un informe oficial ni de una información acerca de

Los esfuerzos desplegados en la construcción de un sólido hogar propio o mejorar el que se tiene se ven recompensados ampliamente en el caso de tormentas, huracanes y sismos

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Las viviendas aisladas de madera con techo de planchas de cualquier material son especialmente vulnerables a la fuerza de eventos como Irma. (Foto: Oscar Salabarría/ Escambray)

No ofrezco datos exactos, guarismos y estadísticas porque no se trata de un informe oficial ni de una información acerca de un programa constructivo, sino de compartir elementos conocidos que permiten reflexionar acerca de una verdad de Perogrullo: las casas que destruyen los ciclones suelen ser las más endebles y peor construidas.

Vienen a la memoria en este instante los cómics de la televisión y el cine; en especifico el cuento Los tres cerditos y el lobo, que Walt Disney rodó por primera vez en 1933 y que algunos atribuyen a un autor desconocido. Sea como fuese, lo cierto es que se trata de una fábula que, bajo el manto tierno de la ingenuidad, expresa una verdad objetiva y consiste en que, en materia de hogar, el cuidado y el empeño puestos en su edificación, serán muy bien recompensados.

En concreto, para los que lo desconocen, se trata de tres pequeños cochinitos hermanos que deambulan por el bosque y, asediados por un lobo, deciden construirse cada uno una morada donde guarecerse. El primero, para no pasar mucho trabajo y poder irse a jugar pronto, la hace de paja; el segundo, por igual razón, de madera y tejas; y el tercero, la construye de mampostería sobre fuertes cimientos, lo que, lógicamente, le exige más tiempo y trabajo.  

Llega el lobo y sin grandes dificultades, solo soplando, derriba el ranchito de paja y persigue al cerdito menor hasta la casita de su hermano del medio, con quien busca refugio. Bufando y empujando a toda su fuerza, la fiera logra también derribar esta y los dos puerquitos salen a todo correr para el hogar del hermano mayor, y allí, tras sus compactos muros, enfrentan los esfuerzos baldíos del ladino, que intenta entonces penetrar por la chimenea y cae en una enorme olla de agua hirviendo…  Moraleja: el ingenio y la precaución unidos, aportan excelentes frutos.

En la vida real ocurre casi de manera idéntica si sustituimos el lobo por un fenómeno natural como el huracán Irma o una tormenta local severa, solo que no se trata de tres cochinitos, sino de miles o millones de personas amenazadas por la fuerza de los elementos y cuyas probabilidades de salir indemnes de su embate, aumenta significativamente en proporción a la solidez de las casas que habitan. Únanse entonces una vivienda sólida con la observancia de las medidas precautorias y tendremos seguridad y tranquilidad casi absolutas. 

Y ¿qué hace sólida una casa? Nos pudiéramos preguntar. Este redactor enfrentó durante su infancia y juventud varios ciclones en un hogar de madera y tejas, completamente aislado de otras edificaciones, y los daños no pasaron de alguna que otra teja movida y quizá nuevas goteras, pero hasta ahí. Claro, tenía sólidos horcones de jiquí o quebracho, gruesas soleras, muchas alfardas y tablazón sana, así como zapata corrida de cemento.

Lo que falta es precisar qué fuerza en la escala Saffir-Simpson tenían esos meteoros y a qué distancia pasaron de la vivienda, en aquellos tiempos ya idos en que los partes meteorológicos los daba el comodoro Millás y la presión se medía en milibares en lugarz de hectopascales. Como quiera que sea, hay un viejo y pícaro adagio que expresa que “lo que se dobla no se parte”, en alusión a que la flexibilidad ante una fuerza hace más resistente al objeto.

En el caso de una morada, lo más común es que esta sea batida por la fuerza de los vientos, pero Irma —también Sandy y otros huracanes— demostró con creces otras amenazas como las penetraciones del mar o la salida de cauce de ríos y arroyos, de ahí la necesidad de ser previsores a la hora de elegir el lugar para edificar, ya que algunos se atreven incluso de manera imprudente a levantar sus hogares en la tangente de una curva de una carretera o autopista, en la inmediata cercanía del mar o junto a una corriente de agua, haciendo caso omiso de la teoría de las probabilidades. Tanto va el cántaro a la fuente…

Es cierto que en los últimos años, y debido a las pérdidas económicas que representó para Cuba la caída del socialismo europeo y la desaparición de la URSS, la vida encareció notablemente en el archipiélago, los materiales de construcción alcanzaron precios no asequibles para la mayoría de los ciudadanos.

También es verdad que son numerosos los compatriotas que, pudiendo perfectamente por sus ingresos directos o indirectos levantar una vivienda segura o mejorar la actual y fortalecerla, prefieren en cambio beber, fumar, pasear, o vestir, perfumarse y comer como un rico, a garantizarse a sí mismo y a los suyos una seguridad que tiene valor incalculable en caso de una amenaza real y contundente como lo fue Irma.

Quienes nos hicimos hombres y mujeres bajo el socialismo cubano y vivimos gran parte de nuestras vidas bajo el sistema de asistencia y seguridad social más completo del continente, en un complejo de relaciones económicas y sociales signado durante muchos años por las llamadas gratuidades indebidas, nos cuesta trabajo asumir la cuota de compromiso que a cada uno toca, porque creamos la costumbre de que, en cualquier situación peliaguda, el Estado iba a sacar la cara por nosotros. Pero creo que ha llegado el momento de crecer. 

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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