El que vimos no es el Brasil de las telenovelas

Una doctora cubana, fundadora del Programa del Médico y la Enfermera de la Familia, quien integró por tres años el Programa Más Médicos, le vio la cara a la verdadera pobreza

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“Hasta ayer, que recibí este mensaje, ellos allá no tenían un médico que supliera mi ausencia”, comenta la doctora Moraima Gutiérrez Hurtado. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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“Hasta ayer, que recibí este mensaje, ellos allá no tenían un médico que supliera mi ausencia”, comenta la doctora Moraima Gutiérrez Hurtado. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Casi a diario la mirada se le humedece. A veces, más de una vez por jornada. Cuando recibe esos mensajes llegados desde lo apartado de Santa Lucía o desde Marituba, el municipio que la acogió en el estado brasileño de Pará, siente congoja por el desamparo en que quedaron quienes le escriben.

Ahora mismo lee, traduciendo del portugués, un amplio texto que bien podría clasificar como comentario periodístico de actualidad. El remitente, quien se desempeñó tiempo atrás al frente de los servicios de Salud en la demarcación, le asegura que no son ciertas las afirmaciones del futuro presidente de su país, pues los favorecidos con la labor de los integrantes de la Brigada Médica Cubana en el programa Más Médicos pudieron percibir muy bien la diferencia que marcaron.

“Ustedes salvaron muchas vidas, quedaron en nuestros corazones y jamás serán olvidados”, lee, entre otras frases que le estremecen el alma, Moraima Gutiérrez Hurtado, fundadora del Programa del Médico y la Enfermera de la Familia en Cuba y doctora del Policlínico Centro, en el municipio de Sancti Spíritus. Luego de tres años de colaboración en Brasil, regresó a su país en la noche del pasado 15 de noviembre.

Con cierta timidez, va hilvanando una a una las historias. Primero fue su estreno en Casa Zinc, Fomento, poco antes de que Fidel recorriera aquellos consultorios inaugurales en 1986. Luego, la observación del Comandante en Jefe que la llevó a su desempeño simultáneo como doctora y como maestra: “Conversando con él, me hizo notar que éramos mi esposo y yo los de más alto nivel escolar en el caserío”.

Muchas veces, entonces, se desplazaba a caballo, con su hija de apenas tres años sobre el lomo del animal. Debe ser por eso que no la asustó ninguna de las vivencias diarias en sus viajes al interior del país suramericano, donde era muy frecuente detectar enfermedades que aquí clasifican como exóticas con tan solo mirar a las personas que aguardaban fuera de su consulta.

“Yo integré el segundo grupo llegado a Brasil como parte de Más Médicos. Fui una de los que amarramos la silla del paciente a la mesa, pues ellos solían sentarse enfrente y guardar cierta distancia. Nosotros introdujimos una nueva práctica, pero las enfermeras cada día volvían a poner la silla del otro lado y no nos quedó más remedio que atarlas. Pudimos llegar a diagnósticos certeros porque examinábamos físicamente al enfermo y le mirábamos a los ojos. Más de una vez tomaron videos mientras yo hacía visitas de terreno en casas con pobreza extrema, y argumentaban: “Doctora, es que esto jamás lo habíamos vivido”.

En Pará, estado al norte de Brasil, adentro, bien adentro, vio casas de 3 metros cuadrados de superficie donde vivían cinco personas. Solían dormir en redes o en hamacas e ingerir una comida al día, llamada quiebragallo. “Un huevo con un poquito de arroz y un pedacito de tomate, como una especie de caldito para sostenerse”, detalla. En días así regresaba devastada, deplorando un nivel de pobreza que no había visto ni en Venezuela, donde estuvo dos veces, ni en Guatemala. “Cuando uno ve eso no puede entender que Brasil sea la quinta economía del mundo”, se duele, para enseguida agregar: “El que vimos no es el Brasil de las telenovelas. Allí no iba ningún brasileño, por ningún dinero, a ejercer como médico; tampoco iba nadie a filmar”.

Tuvo que adelantar su retorno, planeado para este diciembre, y el mismo día que Cuba, por dignidad, anunció su retiro de la misión Más Médicos, viajó en el primer vuelo de colaboradores cubanos que salió de Brasil hacia la Patria. “Estando ya en Brasilia, me escribió la hermana de un paciente joven a quien atendí en su casa, porque él vivía bastante más al interior de Santa Lucía. Quería agradecerme e informarme de la amputación. Él tenía un diagnóstico de leishmaniasis, pero no fue lo que me pareció al verlo, así que procuré una biopsia mediante conexiones de mi supervisora brasileña —allá eso no resulta fácil—, y se confirmó el cáncer en la pierna”.

Con voz quebrada evoca la despedida: “Fue muy triste, quienes se despedían de mí eran los que más me necesitaban. Me decían: ‘Doctora, ¿qué será de nosotros ahora?’; yo volté (regresé) con la satisfacción de que cumplí mi misión, y con la tristeza de que los dejé abandonados, porque ellos ahora van a ficar (quedar) abandonados”, declaraba poco después de su llegada, sin poder despojarse aún de algunos términos en portugués.

Moraima tiene cuatro vidas: la que le prodigó su madre, más otras tres ganadas en igual número de asaltos. En cada uno de ellos tuvo una pistola apuntándole a la cabeza. “En una ocasión iba para el trabajo, me dijeron que saliera del carro y nos dejaron a mí y al chofer en medio de un terraplén; se llevaron el carro. Las otras dos fueron mientras trabajaba, pero conmigo no se metieron jamás ni me robaron nada; sustraían móviles y pertenencias de los demás. Un día me dijeron en el Puesto de Salud: ‘Doctora, usted como que conoce a los vagabundos, a los bandidos’, y era verdad. Yo conversaba con ellos de igual a igual, y por eso decían que trataba a todos del mismo modo, fueran de la condición que fueran”.

Ahora sus preocupaciones quizás deberían ser otras, mas ciertas preguntas no dejan de rondarle. Son las mismas que se formula el equipo de prensa luego de compartir con ella una segunda vez. ¿Quién detectará, de tan solo una ojeada, a cinco tuberculosos en espera?, ¿quién, en los lugares más apartados de Pará, pondrá su mano sobre la de un leproso?, ¿quién seguirá sus casos de sífilis?, ¿a qué médico acudirán los casos de VIH concomitante con alcoholismo o con drogadicción?

La respuesta se insinúa, dolorosa, en una frase de Moraima que difícilmente no se repita en lo adelante. “Hasta ayer, que recibí este mensaje, ellos allá no tenían un médico que supliera mi ausencia”.

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

Comentario

  1. Riky el chévere

    Magnífico relato de lo que se vive en el gigante del Sur, donde a juzgar por las novelas que se ven en Cuba y hasta en otras partes del mundo, hechs por O Globo, todo es precioso y bueno.
    Gracias a esa y a los demás doctores por aterrizarnos en la realidad, Bolsonaro es hermano gemelo de Trump. así que nada bueno puede esperarse de él, porque tienen intereses financieros comunes. Eso hasta acá en las propias entrañas del monstruo se sabe.

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