Familia espirituana con aroma de tabaco (+fotos)

Tres hijos caminan por el mismo surco del padre y aseguran la continuidad del veguerío en una finca campesina de Cabaiguán Fue en 1987 cuando Georgino Álvarez Bermúdez, o mejor dicho, el Isleño, dio un giro en la guardarraya y pasó de cortador de caña a cosechero de tabaco; entonces,

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Cuidar los recursos y la infraestructura del cultivo es también un hábito en esta familia de vegueros. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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Cuidar los recursos y la infraestructura del cultivo es también un hábito en esta familia de vegueros. (Foto: José Luis Camellón/ Escambray)

Tres hijos caminan por el mismo surco del padre y aseguran la continuidad del veguerío en una finca campesina de Cabaiguán

Fue en 1987 cuando Georgino Álvarez Bermúdez, o mejor dicho, el Isleño, dio un giro en la guardarraya y pasó de cortador de caña a cosechero de tabaco; entonces, aquella primera vega de 60 quintales fue de mangas cortas, comparada con las que vendrían después. Nadie podía imaginar que allí empezaba a desbotonar uno de los mayores productores de tabaco de Cuba, pues baste decir que a partir del 2007 ha merecido repetidas veces la condición de mejor veguero del país en la modalidad sol en palo, categoría ratificada en la última cosecha.

Aunque a la luz pública trasciende más la obra de un guajiro que incorporó los aromas del tabaco desde los genes canarios del abuelo materno, las famosas vegas del Isleño llevan inscritas las huellas de sus tres hijos varones, quienes caminan hace años por el mismo surco del padre y aseguran la continuidad productiva en una finca campesina del municipio de Cabaiguán, la meca del cultivo en Sancti Spíritus.

A simple vista eso parece lo más normal en una campiña; sin embargo, el relevo generacional ha sido en los últimos tiempos una de las amenazas en el veguerío espirituano porque, entre otras razones, el proyecto social cubano abrió los mismos horizontes a los hijos de la ciudad y del campo.

Ahí radica la singularidad de esta familia asentada en Vega del Paso, un escondido paraje rural situado en las márgenes del río Zaza, entre Poterillo y El Saltadero; un núcleo campesino que gira alrededor del tabaco, razón por la cual ni padre ni hijos aceptan ver la vega como una obra individual. “Si he podido entregar más de 500 quintales de tabaco durante muchos años consecutivos es porque me dieron más tierra y tengo a mis tres hijos a la orilla, incluso se ha incorporado también el yerno”, declaró Georgino Álvarez.

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Goergino, a la derecha, y Yosbel en plena faena de escarde en el semillero de tabaco que asegurará la nueva plantación. (Foto:José Luis Camellón/ Escambray)

EL CAMPO, LA CUNA

Siguiendo el refrán: Hijo de gato caza ratón, nada de extraño tiene conocer que “Desde niños están arrimados al campo, casi que se criaron en la vega porque mi mujer Honoria Martínez y yo los teníamos que llevar con nosotros y trabajar con ellos chiquitos, eso fue lo que vieron y lo que se les pegó”, relató el padre.

Resulta lógico pensar que los progenitores halaron la prole para el surco porque los brazos jamás sobran en el campo. “Nunca intercedimos en el destino de los muchachos, ellos salieron con sus propias ideas, estudiaron hasta que los cogió el Servicio Militar y luego vinieron para el sitio; bueno, ya dominar la cultura del tabaco fue otra cosa, no es que me dedicara a enseñarlos como hace un profesor con un alumno, más bien aprendieron mirándome, haciendo las labores al lado mío, sumando una vega atrás de la otra”, contó Georgino Álvarez, también presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios Frank País desde hace más de dos décadas.

Si algún privilegio tuvieron Yoel, Yosbel y Yuniel fue matricular temprano en la vega del Isleño y desde entonces las fragancias del tabaco calaron en sus rumbos laborales con singular apego. “Hoy —añadió el padre— los tres son mejores vegueros que yo, tienen mucho dominio del cultivo; además, para el trabajo son incansables.

“El más nuevo —Yuniel— es el más curioso, le gusta hacer las cosas sin chapucerías, sus ideas son muy perfectas en la finca; a Yoel le atrae más el traqueteo con lo bueyes, tiene una yunta que es una belleza; el otro —Yosbel— sabe hacer de todo, pero es más amañado para el tractor, la turbina y esas cosas.

“Los reconocimientos que me han dado de Mejor productor también les pertenecen a ellos, no es lo mismo tener los hijos en la finca que utilizar particulares, con todo el respeto que merecen los obreros; es que si tenemos que regar agua a las diez de la noche allá vamos, todo queda en familia; por eso coger en esta finca 500 quintales de tabaco neto ya es algo normal, tenemos las condiciones, pero sin mis hijos no tendría esos resultados”, refirió Georgino.

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Yoel, Yosbel y Georgino (de izquierda a derecha) intercambian ideas sobre el estado de los aposentos. (Foto: José Luis Camellón/ Escambray)

NOS GUSTÓ LA TIERRA

Yosbel Álvarez Martínez no esconde su apego a la campiña, mucho menos olvida aquella infancia entre surcos y posturas de tabaco que en definitiva lo amarró a Vega del Paso. Nunca le interesó separarse del tronco familiar y a la vuelta de los años repasa con agrado su vida campesina.

“Mis padres quisieron que nosotros estudiáramos, pero nos gustó más la tierra. Lo que sé del tabaco se lo debo a mi papá, que también nos inculcó el trabajo, luego hay gente por ahí que solo ve la parte del dinero y te digo que de este cultivo hay que saber, además de que lleva mucho sacrificio, ¡oiga, hacer una casa de tabaco no es fácil!; aquí sembramos también frijoles, viandas y entregamos todo al Estado, pero la vega es la tradición familiar”, dijo Yosbel.

Allí en las últimas cosechas se recolectó en hojas, amarradas a moñito, modalidad que ahora prefieren porque, según ellos mismos, se cuida mejor la calidad y el tabaco duerme ese mismo día en la casa de curación; como seca rápido se aprovechan los mismos cujes y se usan los aposentos más de una vez, así evitan nuevas inversiones de techos.

En la familia coinciden en que si a alguno se le va mano trabajando es a Yoel Ibarra Martínez. “No hay que mandarlo, más bien aguantarlo, a toda hora lo ves metido en el sitio. Tan así es que tiene noches de enyugar los bueyes de madrugada y meterse en el campo a preparar tierra”, expresó Honoria.

“Desde joven —comentó Yoel— lo que he hecho es sembrar tabaco, frijol y esas cosas, no pienso apartarme del campo; bueno, uno sabe algo pero el guía principal mientras pueda será el Isleño. A estas alturas lo que no sepa de tabaco creo que ya no lo aprenderé.

“Me podrás ver un día en el tractor, pero lo que me gusta de verdad es la yunta de bueyes. Sí, he tenido momentos de aprovechar la madrugada, sobre todo cuando hay luna y hace falta adelantar la tierra del tabaco; a esa hora los bueyes sufren menos, se adelanta mucho”, añadió.

“Me alegra ver que los muchachos siguieron los mismos pasos      —opinó el Isleño—, es algo que llevan en la sangre y les gusta, espero que siempre mantengan la tradición y no se apague el tabaco en Vega del Paso”.

José Luis Camellón

Texto de José Luis Camellón
Reportero de Escambray por más de 15 años. Especializado en temas económicos.

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