Pasión y muerte de Jesús

A Jesús Menéndez Larrondo lo sentenciaron a morir jerarcas económicos de Estados Unidos y Cuba por defender al proletariado cubano El 22 de enero de 1948 dieron muerte por la espalda en la estación de trenes de Manzanillo al líder proletario Jesús Menéndez Larrondo, acción que desató un escándalo de

A Jesús Menéndez Larrondo lo sentenciaron a morir jerarcas económicos de Estados Unidos y Cuba por defender al proletariado cubano

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Criollo como las palmas y luchador desde su nacimiento, el 14 de diciembre de 1911, en Encrucijada, Villa Clara.

El 22 de enero de 1948 dieron muerte por la espalda en la estación de trenes de Manzanillo al líder proletario Jesús Menéndez Larrondo, acción que desató un escándalo de grandes proporciones capaz de manchar la reputación de no pocos juristas, militares y políticos.

En el instante de su muerte, Menéndez era prácticamente un ídolo entre obreros y trabajadores de la isla por su defensa inclaudicable frente a los intereses de monopolios extranjeros, principalmente estadounidenses, y también de grandes propietarios cubanos de las ramas del tabaco y el azúcar, quienes primero trataron infructuosamente de sobornarlo y, tras su fracaso, decidieron que tenía que morir.

La fértil huella de Menéndez estaba en casi cada territorio del país y Sancti Spíritus no fue la excepción, pues en Guayos y Cabaiguán, con su apoyo a los trabadores tabacaleros y en el ingenio Natividad, con su lucha en defensa del proletariado agroindustrial y su respaldo tras el ciclón de 1945, ganó peleas a los patrones y el corazón de los obreros, acometiendo como un Quijote contra los molinos de viento de la explotación capitalista.

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En esta obra de Adigio Benítez aparece el también llamado General de las Cañas rodeado de campesinos y obreros.

  

UN DIFERENCIAL EXPLOSIVO

En tal contexto, la gota que colmó la copa de sus enemigos fue la querella de Jesús por el pago del Diferencial Azucarero. Esa historia comenzó cuando, en los primeros días de junio de 1946 llegó a La Habana el secretario de Agricultura norteamericano con la misión de cerrar finalmente el convenio sobre la compra de la zafra cubana 1946-47.

En esa reunión estuvo presente Jesús Menéndez, algo totalmente inusual, pues por primera vez los trabajadores azucareros eran representados —a tan alto nivel— por una figura como Menéndez, quien había participado en las primeras pláticas de ese año en Washington.

Jesús había expuesto el principio de la compensación económica, según la cual se establecía una vinculación automática entre los índices de precios del azúcar exportado por Cuba a los Estados Unidos y el precio de los abastecimientos que Cuba importaba de esa nación, medido este por el índice oficial del costo de los alimentos en el país del norte.

En el acuerdo se incluyó la llamada Cláusula de Garantía. Por tal motivo, ese año hubo que abonarles a los trabajadores azucareros la diferencia entre el salario base de los obreros y el precio real de venta del azúcar. Y así, derivado de la aplicación de la Cláusula de Garantía surgió el citado Diferencial, pero nunca la parte norteamericana estuvo conforme e hizo todo lo posible por echar abajo aquel convenio.

Para los intereses afectados, acostumbrados a embolsillarse todo el dinero posible —les tocase o no—, la actitud de aquel individuo les resultaba totalmente inadmisible y, para colmo, el hombre era un comunista miembro de la Cámara de Representantes y negro, pecados capitales que no estaban dispuestos a tolerar. 

En un país donde la eliminación física de personas adversas a los regímenes en el poder y los intereses que los sostenían, era práctica entronizada, no podía sorprender un asesinato más. Cuando ocurre la muerte de Menéndez, reciente estaba aún la eliminación de Niceto Pérez García, símbolo del campesinado cubano, a manos de la Guardia Rural el 17 de mayo de 1946, en pleno gobierno de Ramón Grau San Martín.

El propio año del homicidio culposo contra Jesús, ocurrirían también las muertes violentas del líder portuario comunista Aracelio Iglesias Díaz, el 17 de octubre de 1948 y, tres días después, la del dirigente campesino y activista social Sabino Pupo Milián, y seguirían otras… 

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El sepelio en La Habana después del peregrinar en tren desde Bayamo estación por estación, constituyó una grandiosa expresión de duelo popular.

CRÓNICA DE UN ASESINATO ANUNCIADO

Como se señalaba en la Carta Semanal del Partido Comunista del 18 de enero de 1954, el líder de los trabajadores azucareros fue marcado para morir en la ‘lista negra’ confeccionada en Washington y entregada a los lacayos criollos.

Así, “Grau se sometió al plan de la embajada y pasó la orden ejecutoria al despreciable Genovevo Pérez Dámera, jefe del Ejército, y este a su vez encargó al carnicero capitán Casillas de su cumplimiento. Casillas asesinó cobardemente a Menéndez, Genovevo cobró su bajo menester, Grau se inclinó sonriente ante el amo extranjero y Washington respiró satisfecho”.  

Carlos Menéndez, hermano de Jesús, refiere: “El 10 de enero de 1948 después de terminar una concentración en el teatro Apolo, de Florida, donde el líder azucarero habló a los trabajadores a la salida del lugar, Jesús se les acercó para saludarlos y de inmediato se le sumaron algunos dirigentes sindicales que le dijeron: ‘Mira, con todo lo que nos has explicado y ya sabemos sobre el Diferencial, no hace falta que te estés exponiendo, te andan buscando para matarte’, entonces le pidieron que regresara a La Habana y mandara las orientaciones, pues ya conocían bastante sobre el Diferencial, y le explican que cuando él estuvo en el —antiguo central— Violeta, ellos tuvieron que vigilar toda la noche para impedir que lo mataran”. Carlos Menéndez no lo volvió a ver con vida (**).

Rogelio Concepción y Abraham Basnueva, obreros que compartieron con Jesús Menéndez faenas de trabajo y luchas por mejoras para sus compañeros en los despalillos de tabaco de Guayos, estaban presentes cuando el diputado a la Cámara por el Partido Socialista Popular, en viaje hacia la región oriental el día antes de su asesinato, ya presagiaba la desgracia. Basnueva resumió así aquel suceso (***):

 “Compartimos un dulce de guayaba con queso, que era su bocado preferido, después me dijo: ‘Voy para allá arriba (Oriente) y no sé si vire’. Parece que en Santo Domingo ya había existido algún incidente extraño, porque estaba inquieto y preocupado. ‘Creo que quieren matarme –aclaró- pero no puedo retroceder. Si regreso quiero hablar contigo’. Nunca supe qué quiso decirme. Fue la última vez que lo vi”.

EPÍLOGO SANGRIENTO

Las cañas iban y venían/ desesperadas, agitando/ las manos. /Te avisaban la muerte, / la espalda rota y el disparo (…) (****).

A grandes rasgos, lo ocurrido aquel 22 de enero de 1948 en la estación de trenes de Manzanillo, se resume en que, próximas las ocho de la noche de ese día, Menéndez descendió del vagón en que viajaba, en compañía del también legislador Paquito Rosales y del sindicalista Manuel Quesada. Detrás de ellos también abandonó el tren el capitán de la Guardia Rural Joaquín Casillas Lumpuy, a quien se le unieron tres soldados de ese cuerpo apellidados Alarcón, Cancio y Salgado. 

Casillas conminó a Menéndez a acompañarlo al cuartel y el aludido le recordó a su interlocutor que no podía detenerlo porque por su condición de congresista disfrutaba de inmunidad parlamentaria. Varios testigos dijeron que el capitán de pronto extrajo su pistola calibre 45 y la emprendió a tiros contra el líder obrero, el tren y el guardia Alarcón.

En ese instante acudieron a socorrer a Menéndez sus compañeros Rosales y Quesada, quienes lo condujeron a la Casa de Socorros municipal, a donde llegó cadáver. El asesino, se supo después, recibió la orden homicida del jefe del Ejército, General Genovevo Pérez Dámera (*****).

En el documental Jesús, el hombre que tenían que matar, de Jorge Aguirre, realizado en 1986, el exsoldado José Manuel Alarcón Jiménez ofreció un testimonio en el cual demuestra claramente la bajeza moral y los instintos criminales de Casillas Lumpuy, quien después de disparar sobre Menéndez, le tiró a él a pesar de ser soldado, con la intención de victimarlo para tratar de demostrar que había sido Menéndez quien disparó primero y que él, Casillas, había actuado en defensa propia.

Refirió Alarcón: “Casillas era un individuo sanguinario. Lo mató porque él lo quiso matar, él tenía que matarlo. Casillas era malo… pero malo, porque ahí con nosotros en el cuartel era malo. Cuando él venía, muchos guardias no hallaban donde meterse” (******).

(*) Fragmentos del artículo A propósito de una historia mal contada, de Angelina Rojas Blaquier, publicado en Trabajadores el 5 de enero de 2017.

(**) Idem

(***) Datos de la entrevista realizada por Carmen Rodríguez Pentón a los dos veteranos luchadores, publicada en Escambray en enero de 2008.

(****) Versos de la Elegía a Jesús Menéndez, de Nicolás Guillén.

(*****) Ya con Carlos Prío en el poder  (1949-1952), este destituye a Genovevo por su proceder arbitrario y al margen del Gobierno y poco después el obeso militarote sufre un atentado en Camagüey que estuvo a punto de costarle la vida.

(******) El criminal fue sometido a un largo y viciado proceso por este asesinato, pero nunca cumplió prisión y, tras el golpe de estado, Batista lo ascendió. Finalmente pagó sus crímenes en Santa Clara el 2 de enero de 1959, durante un intento de fuga, cuando lo trasladaban para ser juzgado.

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

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