El valor de las ciencias cubanas contra la COVID-19

Hace varias décadas Fidel Castro profetizó que Cuba sería un país de hombres de ciencia y hoy las ciencias se ponen en la isla en función de combatir la actual pandemia de SARS-CoV-2

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Test para detección del coronavirus en un laboratorio cubano.
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Test para detección del coronavirus en un laboratorio cubano.

No puedo menos que recordar el tiempo pasado en los estudios de preuniversitario y las polémicas estudiantiles en torno al tema de las carreras “productivas” y “no productivas”, entabladas por mis compañeros, donde quienes querían hacer estudios vinculados con las ciencias, subestimaban a los que nos inclinábamos por las carreras de humanidades, a las que consideraban más bien un lastre inevitable.  

Transcurrido medio siglo, aprovecho en lo personal el haber abrazado estudios en el campo de las humanidades, como la licenciatura en Historia, para poder rendir homenaje como periodista —valgan las incidencias del destino—, a mis compañeros que abrazaron las ciencias y que, al decir de algunos de ellos eran, en una sociedad como la nuestra, aquellos que aportan “la comida”.

Hoy, a partir de la presente compleja coyuntura, toca a las ciencias un papel relevante en el enfrentamiento a un minúsculo adversario que, como el SARS-CoV-2, tiene al mundo en ascuas por el reto de salud que representa y la catástrofe sanitaria y económica que se ha abatido sobre muchos países —grandes y pequeños, ricos y pobres—, destacándose especialmente Estados Unidos como el peor de los ejemplos, pues por errores de su administración ha devenido epicentro mundial en el número de muertes y enfermos, sin que se vea final a tanto horror.

 En lo que a Cuba corresponde, no fuésemos honestos si no recordásemos necesariamente en este momento la visión privilegiada del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, cuando avizoró la importancia de las ciencias para un país pequeño y casi sin recursos naturales como el nuestro y vaticinó que Cuba sería un país de hombres de ciencia, convirtiendo la formación de capital humano en una de las máximas prioridades de su gobierno.

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El presidente Díaz-Canel reunido con un grupo de científicos a propósito de la actual pandemia. (Foto: Estudios Revolución)

Tanta razón tuvo Fidel que, a la vuelta de unos años, los ingresos por concepto de convenios con otras naciones para prestación de servicios médicos, educativos y en el terreno de la construcción, llegó a aportarle a Cuba ingresos anuales por alrededor de 9000 millones de dólares, a lo que se sumaron los cientos de millones que tributan las ramas biotecnológica y farmacológica, con medicamentos y compuestos que, en algunos casos, resultan únicos a nivel mundial. 

Visto en retrospectiva, la universalización de la enseñanza y la proliferación de universidades, llevándolas al nivel municipal, ha redundado en la formación de una masa de jóvenes con una alta preparación profesional, que, sumada a la creación de los polos científicos en todo el territorio, creó las bases para el actual desarrollo de las ciencias en la isla. 

Por todo lo anterior, en esta “guerra” contra la actual virosis, Cuba posee las ventajas que le aportó la visión futurista de Fidel, unidas a su sistema socialista de Gobierno. Por ello, en días recientes, cuando el presidente Miguel Díaz-Canel se reunió en La Habana con un amplio espectro de representantes de instituciones científicas, hizo hincapié en la necesidad de una colaboración estrecha entre ellas con el propósito de encontrar las vías y modos de minimizar los efectos de la pandemia, y, en un plazo razonablemente corto, ponerle fin.

Para los observadores no pasó inadvertido el hecho de que, en ese encuentro, junto a los directivos máximos en el campo de la Salud, todos graduados de la carrera de Medicina, se encontraran bioquímicos, biólogos, químicos, sociólogos, y hasta informáticos y matemáticos. La presencia de estos últimos, lleva a reflexionar acerca de la relación que existe entre las Matemáticas y la Informática con la Medicina, aunque se conoce que en todo el país existen talleres de electro medicina para reparación y mantenimiento de equipos médicos, en los cuales laboran ingenieros electricistas y mecánicos junto a obreros calificados.

Más concretamente, la estadística médica y los modelos matemáticos resultan hoy día vitales para lidiar contra la COVID-19 y no se trata, como algunos pudieran pensar, de simple papeleo burocrático o estadísticas poco prácticas que no rebasan el ámbito de lo conceptual, sino que devienen herramientas valiosas en el enfrentamiento a la actual pandemia y a enfermedades tan letales como puede resultar el cáncer.

En estos casos, el modelo matemático permite prever, mediante datos concretos obtenidos de la realidad, el desarrollo probable de la actual infección, sus características más sobresalientes, por cientos de incidencia, personas en que se manifiesta con más asiduidad y morbilidad, y otros parámetros, todo con el fin de adoptar estrategias que contribuyan a constreñirla y eliminarla.

De un estudio acucioso de los citados modelos matemáticos aplicados al empleo de los diferentes medicamentos, sustancias y procederesen el tratamiento a enfermos del coronavirus, deben derivarse las mejores terapias y los fármacos más efectivos para determinado tipo de paciente, atendiendo a su edad, dolencias previas y estado de salud general.

En todo este cúmulo de datos, convertidos en cifras estadísticas y gráficos, desempeñan un papel vital la Informática y los medios de cálculo, pues no de balde se les llamó originalmente ordenadores, debido a la capacidad de procesar múltiples variables, ordenarlas de forma coherente y guardarlas en diferentes sistemas y soportes para que estén siempre a la mano.  Pasado medio siglo de aquellas polémicas en tiempos de preuniversitario, acerca de las ventajas de las carreras de ciencias sobre las de humanidades, inclino la cabeza para reconocer y rendir homenaje a mis condiscípulos “científicos”, y lo hago con la satisfacción de saber en lo más íntimo de nuestro ser, que somos los periodistas quienes detentamos el privilegio de poder divulgar sus proezas cotidianas y serán los historiadores los que las plasmen para la posteridad, cuando la pandemia no sea más que un mal recuerdo.        

Pastor Guzmán

Texto de Pastor Guzmán
Fundador del periódico Escambray. Máster en Estudios Sociales. Especializado en temas históricos e internacionales.

Comentario

  1. Eusebio Munoz.

    Cuando la artrosis empezó a invalidar las piernas de Eusebia Picapiedra, esta vecina de San Blas de 86 años, se vio obligada a mudarse a un bajo. Desde ese lúgubre lugar ha tenido que vivir los dos primeros meses del confinamiento en la más absoluta soledad. «Mi casa es como un túnel porque no entra casi la luz. Lloraba todos los días de la impotencia de no poder hacer casi nada», cuenta a ABC Eusebia, que antes del estado de alarma recibía atención socio sanitaria cada jornada en el centro de día de su distrito. Fueron esos trabajadores sociales quienes dieron la voz de alarma sobre el deterioro de Eusebia y gracia a ellos la semana pasada pudo estrenar el primer alojamiento para personas mayores dependientes que se han quedado sin sus cuidadores a causa del Covid-19. «Aquí he vuelto a sonreír. Estoy muy contenta y agradecida», expresa.

    A pesar de que sus hijos trataban de llevarle la comida hecha cada día y de que recibía ayuda a domicilio dos veces por semana para asistirla en el baño y arreglar la casa, cada tarea del hogar, incluso levantarse de la cama «era un mundo» para ella. Ahora vive en uno de los 75 apartamentos del Eurobuilding 2 (calle de Orense, 69) habilitados por el Ayuntamiento de Madrid y gestionados por Asispa con el apoyo de Madrid Salud. Allí, un equipo multidisciplinar de 28 profesionales les atiende las 24 horas.

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