Las ofrendas nocturnas de Camila

Una niña espirituana de cinco años incentiva cada noche, en su barrio, un homenaje en el que procura incluir a todos los que en Cuba y más allá batallan contra la COVID-19

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Desde antes de las 9:00 p. m. Camila Reyes Méndez conmina a los vecinos de su cuadra para que se sumen a los aplausos. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)
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Desde antes de las 9:00 p. m. Camila Reyes Méndez conmina a los vecinos de su cuadra para que se sumen a los aplausos. (Foto: Vicente Brito/ Escambray)

Tiene tan solo cinco años, pero es, podría decirse, el alma de los aplausos nocturnos que en el segmento de la calle Brigadier Reeve, entre Ancha del Norte y Magón, en la ciudad de Sancti Spíritus, elevan hasta el cielo un agradecimiento tan espontáneo como ferviente.

Poco antes de la hora del Cañonazo que cada noche despabila La Habana, en el área Norte de la tierra del Yayabo una niña llamada Camila Reyes Méndez dispara a viva voz la arenga al vecindario, para que acuda a prodigar un homenaje al que todos se suman con satisfacción. “¡Solo faltan 2 minutos! ¡Arriba, vecinos!”, se le escucha exclamar con su voz finísima.

En ocasiones va mencionando, uno por uno, a aquellos más cercanos a su balcón que todavía no han salido. Y mientras las palmas hacen coro, ella hilvana un discurso que le nace del alma: “¡Qué vivan los doctores, los enfermeros y también los policías!, ¡Qué vivan todos los que nos cuidan de ese bichito malo!”.

Conoce claramente el porqué de esa demostración colectiva de cariño y la explica con una fluidez asombrosa para su edad, aunque ante el lente de Escambray se muestra un tanto tímida. Puede conversar acerca del quehacer de los médicos y demás personal de la Salud tanto en Cuba como en otros países. “Ellos combaten la enfermedad, inyectan y dan medicinas a los niños para curarlos y para que puedan ser felices”, expone, mientras un brillo especial asoma en sus expresivos ojos.

Las medidas higiénicas que desde comienzos de marzo se reiteran por los medios de difusión masiva, y que ella aprendió tanto en la casa como en la escuela Serafín Sánchez Valdivia, donde cursa el preescolar, las recita en forma de poesía. Guarda celosamente en el móvil, mediante el cual se comunica con su abuelo, los mensajes que le envía con consejos para que se cuide: “No salgas a la calle, protégete la cara con esa tela que se llama nasobuco”, expone cuando se le indaga al respecto, para que nos hagamos una idea de sus recomendaciones.

Por estos días desde su balcón se derrama, en su voz, una canción que tal vez ella misma inventó. Habla de un virus al que “le ganamos todos siendo unidos y responsables”, de una batalla que “tiene muchos héroes”, no solo enfermeros y doctores, sino también otros trabajadores, como “los que elaboran las comidas, los que manejan los carros y limpian las calles, los que ayudan a los ancianos”.

“Camila es mucha Camila”, se escuchan los comentarios junto a las puertas desde que cesan los aplausos. Y el barrio todo se enorgullece de la pequeña activista, que tiene ya de agradecida, de justa y de patriota. Cuando todo esto pase ella podrá contar también su propia historia.

Agradecemos el testimonio de Zoila Betancourt, quien nos hizo llegar los pormenores que hicieron posible esta crónica

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En la casa y en la escuela Serafín Sánchez, donde cursa el preescolar, Camila aprendió las medidas higiénicas que deben cumplirse y que constantemente le recuerda a su abuelo para que no enferme. (Foto: cortesía de la familia)

Delia Proenza

Texto de Delia Proenza
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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